Después del viaje sin parar de cinco horas que estuvo plagado de las adversidades que tienen los ríos, bosques, montes y pantanos, un hombre cayó al suelo árido y pedregoso bajo el intenso sol de verano.
El pesado señor se levantó limpiando su ropa con dolor en el cuerpo, seguidamente se dirigió al frente de su desmayado asno para maldecirlo con gran enojo, el dueño dio una patada con su bota en el vientre vacío del viejo animal; pero éste no se levantó, solo se oyó un último y débil rebuzno que fue la despedida luego de muchos años de duro trabajo al servicio de aquel hombre, el cual estaba preocupado porque tendría que usar sus pies para recorrer un largo camino que le faltaba hasta llegar a la hacienda.
Aquel mal recompensado trabajador quedó acostado con el lado derecho de su cuerpo tocando la tierra, se miraban las muchas cicatrices en su pellejo producto de los azotes y enormes cargas que soportó desde que fue un pequeño borrico, el sujeto antes de irse descubrió un detalle que lo dejó bastante sorprendido, y es que en la cuenca abierta del ojo izquierdo del fallecido burro, había salido inexplicablemente una enorme línea acuosa que no tardó mucho en evaporarse.