—Eras horrible. —Hizo una mueca—, realmente horrible. Tus ojos eran grandes, la nariz era pequeña; igual que lo era tu boca. Tenías más cabeza que cuerpo y siempre mirabas todo con curiosidad.
Solté una pequeña risa, me acomodé en el asiento mientras que la camarera servía los platos de comida.
—Auch. —Coloqué una mano en mi pecho, fingiendo estar indignada—, hieres mis sentimientos, padre.
Sonrió mostrando los dientes, dos hoyuelos se marcaron en sus mejillas y sus ojos se achinaron.
—Solo digo la verdad. —Cortó un pedazo de su panqueca y lo introdujo en su boca, luego masticó y tragó—. Mi padre no quería alzarte, decía que eras demasiado fea para ser su nieta.
—¡Papá! —chillé riendo.
—¡Eras horrible! —exclamó riendo.
Él me había ido a buscar a casa de Jazz para ir a desayunar. Ese era el hombre que había mirado antes de haberme ido de casa, sus ojos me miraban con tanto amor que mi corazón daba un vuelco de pura felicidad. Quería recuperar a mi familia, dejar atrás todo y volver a estar bien con ellos, no importaba si iba a tardar en lograrlo, no importaba; con tal de estar junto a ellos de nuevo, esperaría paciente.
—Mi madre decía que te parecía a un loris por esos inmensos ojos.
—¡Papá! —Volví a chillar y escondí mi rostro entre mis manos.
—¡Solo te digo la verdad! —Se defendió riendo.
Retiré mis manos de mi rostro y apoyé mi mentón en los puños de mis manos, él seguía riendo; parecía que se iba a morir de la risa. Su rostro estaba rojo, de sus ojos caían algunas lágrimas y sus hombros se movían.
—Esto es bullying —susurré—, mi propio padre me hace bullying.
—No tengo la culpa de que fueras horrible cuando eras bebé.
—Bueno, pues tengo tus genes, así que salí a ti —informé, agarré el licuado de fresas y le di un sorbo.
—Cuando pequeña era hermoso, todos me querían alzar —habló con modestia—. No como tú.
Arqueé una ceja.
—Entonces... ¿salí a mamá?
Asistió con la cabeza.
—Cuando bebé, tú madre era una bola de carne. —Sonrió de lado y negó con la cabeza—. Era espantosa, tú abuelo me mostró fotos para avergonzarla conmigo. Es por eso que tú sacaste los genes de tu madre cuando eras bebé, y después, cuando fuiste creciendo hicieron aparición los míos. Porque ahora eres hermosa.
—Mamá te mataría si te escuchara decir que era horrible cuando bebe.
—Es por eso —se inclinó en la mesa y susurró—, que te voy a comprar un pedazo de torta, solo si guardas el secreto.
Solté una carcajada.
—¿Me estás comprando con comida?
Se encogió de hombros.
—Lo estoy haciendo.
—De acuerdo...te guardaré el secreto.
—Gracias, cariño —agradeció y se acomodó en el asiento para seguir comiendo.
Los cubiertos chocaban contra los platos, era lo único que se escuchaba. No era un silencio incómodo, era todo lo contrario; no tenía necesidad de intentar tener una conversación.
—Quizás quieras mañana venir a casa a cenar —habló ansioso.
Levanté la mirada del plato, y concentré mi atención en él. Tragué lo que tenía en la boca y hablé.
—Me gustaría ir, pero no quiero presionar a mamá.
—Tú madre te quiere ver. —Abrí mi boca sorprendida, y antes de que pudiera hablar él prosiguió—, es solo que no lo dice en voz alta. Tú madre es terca y algo orgullosa, cielo.
—¿Estás seguro? —inquirí, mi voz sonaba ansiosa y desesperada.
—Lo estoy, conozco a tu madre. A veces sus "no" quieren decir "sí" —Se encogió de hombros y chasqueó la lengua—; con el paso de los años aprendí a interpretar lo que decía, a detallar sus gestos y expresiones.
—¿La sigues amando como antes?
—No —contestó sin titubear, fruncí el ceño y lo miré confundida ante su respuesta—, la amo con más intensidad que antes. Verás. —Se acomodó en la silla—, con el pasar de los años el amor que siento por Margaret ha crecido, más y más, aún lo sigue haciendo. Tú madre lo es todo para mí, soy feliz a su lado; ella me ha apoyado en todo, siempre ha estado ahí para mí. Y sé que ella quiere verte, lo veo en sus ojos.
Sonreí de lado y ladeé la cabeza hacia un lado.
—Ahora ya sé quién es el cursi en la relación. —Bromeé y él sonrió.
—Soy un cursi a muerte —su sonrisa se ensanchó—, tú madre también tiene su lado cursi, pero no lo saca a la luz.
Meneé la cabeza hacia los lados divertida.
—Iré —susurré mirando sus ojos cafés—, también quiero ver a mamá.
Estiró su mano por encima de la mesa y tomó la mía, una sonrisa de satisfacción adornaba sus labios y sus ojos brillaban de felicidad.
—Vamos a cocinar lasaña, quizás hasta hagamos un postre juntos. Así como antes, solo los tres cocinando.
—Eso sería increíble —murmuré con una sonrisa adornando mis labios.
—Lo será, cariño.
Un paso, dos pasos, se detenía, se giraba y volvía a dar los dos pasos. Su ceño se encontraba fruncido, una de sus manos pasaba una y otra vez por su rostro, frotando con frustración, caminaba de aquí para allá; inquieto, luciendo desesperado. La tensión, el miedo y las esperanzas muertas eran palpables en el ambiente. Lo entendía, también sentía que todo estaba perdido. Barry y Caroline habían enviado el anónimo sobre la reunión que iba a haber en los edificios abandonados a la policía, para nuestra sorpresa. No encontraron nada, ni atraparon a nadie.
—Vas a crear un maldito agujero en el suelo, Derek —masculló Caroline irritada.
Él se detuvo y le dio una mirada de pocos amigos, para luego caminar hasta donde estaba sentada y dejarse caer a mi lado. Agarró una de mis manos y empezó a jugar con la pulsera que colgaba de mi muñeca. Ethan, Barry y Caroline estaban sentados en una banca; enfrente de nosotros dos. Ethan estaba distraído, Barry movía una de sus piernas inquieto, mientras que Caroline tenía sus codos apoyados en sus rodillas, y su rostro estaba entre sus manos.