CAPÍTULO 02.
SOY DEMASIADO TERCO PARA RENUNCIAR
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Invierno de 997.
Doce meses para la luna oscura.
REINO PÉTRA
ALDEAS FAE
María Wittker vislumbra la esfera gibosa menguante a través de la ventana de su humilde casa. La angustia está reflejada en sus ojos, temerosa, de que alguna noche como la anterior, la piel de su hija vuelva a ser besada por la luna llena, descubriendo su verdad.
Cada mes recibe una carta de Lukas Leader, al día siguiente, luego de la luna entera, y, hasta el momento, no ha habido inconvenientes con la de la noche anterior.
Marianela sigue siendo ajena a lo que es.
—¿Tía? —Una voz que se oye somnolienta detrás de ella, sobresaltándola —. Tuve otra pesadilla. Ayúdame.
Gira sobre sus pies para distinguir la sombría silueta de su sobrina: Gennedy de Westerberg. Apenas la parte inferior de su camisón claro, junto con sus pies son iluminados por la luz de la luna.
—¿Otra vez ellas aparecieron? —Cuestiona, mirándola con ojos lastimeros.
La chica asiente varias veces, el terror subiendo por su garganta, y las lágrimas de miedo bajando por sus sonrojadas mejillas.
—Tía, tengo miedo —Confiesa entre sollozos —. Ellas vendrán por mí. Me harán daño. Me van a matar y ya no los volveré a ver nunca más —Farfulla de tal manera que se vuelve balbuceo. María apenas logra comprenderla, pero apenas ve que se altera otra vez corre hacia ella y la abraza con mucha fuerza, antes de que sus temblorosas piernas le fallaran, ocasionando que caiga al suelo.
—¡Ay, Gen! No tienes por qué temer —Besa su cabeza de abundante cabello negro como las alas de un cuervo de forma maternal, sabiendo que si la suelta, caerá —. Yo estoy aquí, ¿bien? No me iré a ningún lado. Nadie te hará daño.
—¡Están en mi cabeza! ¡Están en mi cabeza! —Grita histéricamente, agarrando sus hebras como si las quisiera arrancar del cuero cabelludo —. ¡Quieren sangre! ¡Quieren muerte! ¡Quieren caos! ¡Quieren eliminar a la última elemental!
—Gennedy —Con voz suave, sentándose en el suelo con ella, sujetándola por los brazos. María trata de calmar a su joven sobrina, pero al no poder, llama al hermano adoptivo —. ¡Giant!
Pero a Giant ya lo habían despertado los gritos, por lo que ya estaba entrando a las penumbras de la cocina, batiendo una mezcla de hierbas que prontamente se hacen polvo. Un conjuro para tranquilizarla; uno que a la chica no le gusta probar, pero que al final, hacerlo polvo y colocar un poco en la nariz es la forma más sencilla.
—¡Van a matarme! —Brama Gennedy, pataleando como niña en medio de una rabieta —. ¡Van a matarme! ¡Van a matarme! ¡Van a matarnos a todos!
Giant sujeta con firmeza las piernas de su hermana, como ha hecho por varios años. Otras veces ha tenido que estar en el lugar de su tía cuando Gen entraba en crisis y no estaba cerca para eludir que se hiciera daño.
—Van a matarnos. Van a matarnos. Van... —Gennedy murmura cosas incoherentes, cada vez más bajo, perdiendo las fuerzas —. Durante el Fausto...
Pero María no podía creer que Gennedy hablara algo acerca del Fausto Invierno, cuando jamás supo acerca de ello. Así que acerca su oído a los pálidos y resecos labios de su sobrina y escucha lo que temió haber sido su imaginación.
—El Fausto Invierno.
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Jareth y Marianela permanecen sentados, vislumbrando el alboroto, pero desde sitios diferentes y apartados.
Ella no lo demostró, pero la molestia punzó su vientre al oírlo decir <<Yo... te veo luego.>> y al final alejarse a paso rápido, como si estuviera huyendo de ella; lo cual causó que le doliera.
Ninguno de los dos siente ánimos de festejar, no después de lo que supieron. No les parece. Si el resto de su manada llegara a saber lo que ignoran, estarían igual que ellos. Le pondrían fin a su festejo.
Marianela está más que aburrida. También se encuentra enfadada por no haber tenido la oportunidad de sentir al mayor de los hermanos Wilde por completo. Frustrada, porque no puede disfrutar estos dos días de fiesta con sus amigos sin estar alerta todo el tiempo.
Sus cavilaciones son interrumpidas al sentir el aroma de una híbrida de hada que conoce muy bien.
Al levantar la mirada, nota que sus largas alas oscuras con reflejos azules y emplumadas se arrastran por el suelo a medida que camina sobre sus botas negras. Igual de oscuras son sus prendas de vestir, y las joyas creadas con piedras de azurita combinan con los reflejos azules que también están en el cabello de la morena.
—¡Marie! —Exclama el hada licántropo cuando está a pocos pasos de llegar a la nombrada.
—Hola, Meridia —Intenta sonreír, pero no le sale; ni siquiera toca sus ojos. Lo cual es muy notorio.
—Oye, ¿estás bien? —Cambiando su semblante alegre a uno preocupado, toma asiento al lado de Marianela.
—Sí, Merry, es sólo... —Resopla. No puede arruinarle la diversión. Ha estado muy preocupada por la hermana últimamente y no quiere aguarle la fiesta —. Se me escapó un chico —Suelta, sin saber con qué más tapar la verdad, aunque en realidad, es una verdad a medias.
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Editado: 19.07.2022