Cansado, muy cansado. Esa simple palabra no era suficiente para describir cómo se sentía Alex.
No solo su cuerpo se sentía cansado, su mente estaba muy agotada también.
El día anterior habían pasado muchas cosas, muchas preguntas pasaron por su cabeza, muchas emociones habían creado una tormenta en su mente.
Estaba agotado tanto física como mentalmente.
Alex miro por la pequeña ventana, el sol todavía no había salido, pero se podía ver de manera muy tenue como la oscuridad comenzó a desvanecerse.
Se levantó como pudo, el no recordaba cuándo fue la última vez que había dormido tan mal.
Su cuerpo gritaba de cansancio, había dormido en el incómodo y duro suelo, no había sido para nada cómodo.
Alex se asomó con cuidado hacia el pasillo, al ver que no había nadie fue a tomar un baño.
Claro que no le gustaba usar el baño de unos desconocidos, aunque el señor Lynn le había dicho que no había problema.
No había mucho que pensar, el pensamiento más lógico es que Alex era el nuevo miembro de la familia y como tal, el era libre de recorrer cada rincón de la casa, de cierta forma esta era su casa también.
No había manera de que pudiera pensar así, no había modo de que se sintiera tranquilo o relajado, apenas había llegado y temía, no, estaba seguro que lo devolverían al orfanato en cualquier momento. Como un pedaso de basura.
Aún así tenía que tomar un baño, le gustara o no tenía que hacerlo. Se sentía incómodo en esa casa, un extraño.
No se sentía bienvenido, a pesar de que le habían dado una bienvenida con cálidas sonrisas y había una enorme pancarta que decía bienvenido, el sabía que esa bienvenida no era para el.
A un lado de la pancarta, después de las palabras bienvenido a casa, estaba un nombre escrito.
Lincoln.
Esa pancarta había sido echa para el, el no era Lincoln, el era Alex inocencia.
El entendía la realidad, pero estas personas, aquellas que le dieron la bienvenida con cálidas sonrisas no parecían entender esa verdad.
Alex entro a la tina y abrió la ducha, todo su cuerpo tembló al sentir el contacto del alguna fría contra su piel.
No se quejó, cuando concluyó que su cuerpo ya estaba limpio, salió de la ducha, seco su cuerpo con su tuaya.
Después tomo los trapos que había traído consigo y cubrío su cuerpo.
Cualquiera que le viera pensaría que era extraño, no era normal que una persona llevará su vestimenta al baño para vestirse allí.
Este era un hábito que el había desarrollado, era muy extraño en verdad pero no está dispuesto a dejar de hacerlo.
La idea de tener que caminar por el pasillo casi desnudo y vestirse en aquella habitación, no había forma de que el hiciera eso.
Además, si alguna de esas niñas le viera casi desnudo, no era necesario decir que se moriría de vergüenza.
En sus pies descansaba una pequeña mochila, más bien parecía el bolso de una dama por su diminuto tamaño, decidió no pensar en eso y busco su perfume y se aplicó un poco.
Se miro en un pequeño espejo, en este se reflejó un joven chico de cabello blanco, el ya conocía esa figura.
Había pasado mucho tiempo desde que había tenido la oportunidad de vestirse bien.
Una camisa manga larga, un pantalón largo y unos zapatos negros.
Este era su verdadero yo, no en simple y sencillo chico huérfano que había esperado tanto por ser adoptado.
Este era el verdadero Alex Inocencio.
Alex inspecciono su ropa con la intención de hallar algún desperfecto.
Respiro complacido, pues sentía que estaba bien.
Esta era su mejor ropa, bueno la mejor que había traído consigo, el tenía ropa mucho mejor.
Tenía trajes elegantes y zapatos pulcros, cuyos valores y precios harian que a cualquiera se le salieran los ojos.
No estaba seguro si era una buena idea mostrar este lado de él a su nueva familia pero no le prestó atención a esos pensamientos.
Esta forma de vestir la había aprendido con el tiempo, su abuelo también se la había enseñado.
Fuera del dicho popular, de que las personas no debía de jusgar a un libro por su portada. Alex sabía que esa frase era un estupidez.
La verdad es que las personas si juzgan a un libro por su portada.
Alex tenía la intención de salir y ver los alrededores, con algo de suerte la simple acción de caminar le despejaria la mente y sus temores.
Ya listo tomo su pequeño bolso y la ropa que había vestido, el la guardaría de vuelta en su maleta, ya encontraría la forma de lavarla.
Unos golpes comenzaron a resonar en sus oídos, alguien estaba del otro lado de la puerta tocando con impaciencia.
Alex no se molestó por esto, el ya estaba listo y estaba por salir, no había forma de que se molestará, después de todo está no era su casa.
Tomo su pequeño bolso entre sus manos y abrió la puerta.
Detras de esta había un grupo de chicas, una detrás de la otra, aparentemente haciendo fila para usar el único baño disponible, muchas personas y un solo baño, eso por si solo era la causa de muchos problemas.
Cuando la hermana mayor, la chica llamada Lori había llegado y giro la perilla la puerta no se abrió. Había esperado por un rato pero su impaciencia pudo más que ella y comenzó a tocar la puerta de una manera no muy amigable.
Finalmente la puerta se había abierto, Lori estaba lista para reprender a la persona que había acaparado el único baño que podían usar por tanto tiempo.
Ella no pudo seguir con sus planes, justo cuando la puerta se había abierto lo primero que capto fue un particular aroma.
Su nariz había detectado el olor del perfume, era una fragancia deliciosa y exquisita, se parecía a esos perfumes costosos que venían del extranjero pero que ella nunca había tenido la oportunidad de obtener por cuestiones monetarias.
Delante de sus ojos estaba un chico de cabello blanco, estaba vestido de una manera elegante, se podía percibir un aire de nobleza a su alrededor.
Editado: 13.08.2021