El Reencuentro

Capítulo II

Capítulo II

No es difícil localizar a mi madre. Su característica melena rubia y rizada es fácil de localizar, pero sobre todo su entusiasta mano sobresaliendo por encima de todas las cabezas y moviéndose de un lado a otro como si ondease una bandera.

En cuanto llego a ella me hundo en el mejor de los abrazos, esos de los que nunca quieres alejarte y que te hacen sentir segura. Inmediatamente, mi madre descubre que algo ronda en mi cabeza, ¿se creará ese sexto sentido en cuanto tienes hijos?

-Un chocolate caliente, esa es la solución para que me lo cuentes todo, cariño. Vamos, déjame alguna maleta, ¡te has traído medio Londres ahí metido!

Victoria, que así se llama mi madre, siempre ha sido así de persuasiva. Y me conoce tan bien que es fácil engatusarme para que le cuente todo. En el coche, de camino a casa, hablamos de las últimas experiencias vividas en mi antigua ciudad y de cómo ha cambiado Cáceres desde que me fui hace 10 años. Nos divertimos en las 3 horas de viaje hablando sobre lo crecida que está mi prima pequeña y las ganas que tiene mi madre de que hayan de nuevo niños pequeños en la familia, ¡por mi parte puede seguir esperando! La vibración de mi móvil interrumpe el silencio que se había producido momentáneamente. Una notificación de mi correo electrónico vuelve a saltar. Mi móvil, que es muy inteligente, me avisa que el mensaje que me ha llegado antes de emprender el viaje debe de ser respondido y aún no lo he hecho. Suspirando, pospongo el mensaje para mañana, necesito conectar con mi almohada y pedirle consejo. ¿Debería modificar mi viaje por un encuentro escolar? Aunque había pensado pasar la Nochebuena en casa, tenía planeado viajar a Salamanca la mañana del 25 para poder tener todo organizado en mi nuevo piso de alquiler. Pienso, pienso y pienso, barajo las dos posibilidades y a mi cabeza llegan opciones de los dos bandos: por qué sí ir o por qué no ir.

Hacemos una parada a mitad de camino en un pequeño hostal para pasar por el restaurante que tienen. Unas horas después hemos llegado a Cáceres donde todas mis vecinas salen a saludarme, como si hubiese llegado la actriz más popular de todos los tiempos. Sus abrazos cariñosos me reciben con preguntas entrometidas: ¿no te has traído un “guiri” contigo? ¿Y no piensas casarte, niña? ¿Pero cómo vas a volver a irte? Y así, una tras otra, sin parar, me preguntan esas cosas tan trilladas y machistas dónde una mujer siempre tiene que seguir el mismo estilo de vida.

La noche llega y tras la cena con mi familia, dejo a mamá encendiendo la chimenea mientras el chocolate se calienta en la cocina y yo subo a cambiarme. Con el pijama más calentito que encuentro en la maleta, bajo de nuevo al salón dónde me espera sentada frente a las llamas cual detective de la policía. ¡Es imposible escapar de su inquisitiva mirada!

-Solo recuerdo ver esa mirada en una época de tu vida y no recuerdo que fuese precisamente buena, ¿te ha sucedido algo en el trabajo y por eso has decidido dejarlo, cariño?

Una de las tazas calienta mis frías manos, que se han mimetizado con los copos de nieve que caen en la calle, disimulando el temblor que comienzan a sentir. Suspirando, pienso que contarle la verdad a mi madre es lo mejor, sus consejos siempre han sido los que me han llevado por el camino correcto.

-Antes de tomar vuelo, me llegó un correo del colegio dónde me invitaban a una cena de Navidad por el centenario del mismo. Y ya sabes lo que eso me ha supuesto.

El silencio reina en la sala trasladando nuestras mentes a aquellos feos recuerdos donde el acoso se hizo parte de nuestras vidas. El golpe de la taza de mi madre en la mesa me hace salir del bucle mental en el que me encontraba. Sus manos acogen mi cuerpo acariciando suavemente mi pelo mientras sus sabias palabras llegan a mí:

-Ahora eres fuerte. Te has convertido en una mujer exitosa y este es el momento de demostrarlo. Ve y enseña lo agradecida que te encuentras con tu pasado, sin él no estarías en este presente.

Y así es como ella, con sus palabras, hace que la solución a mi dilema aparezca ante mí: es hora de enfrentar mis heridas y terminar de cerrarlas.



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En el texto hay: navidad, amistad, reecuentro

Editado: 18.12.2018

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