CERRÓ LOS OJOS HASTA HACERLES DAÑO. Todo aquello tenía que ser una pesadilla, se dijo, y quería salir de ella. Lentamente los abrió para ver con desdén que era real, que no había sido un mal sueño, que ella seguía en la montura, que el dolor no la estaba torturando, y que Max cabalgaba a su lado.
—Ve detrás de mí he intenta mantener el caballo al mismo ritmo, así no sonaran tan ruidosos, cruzaremos la plaza principal.
Valentina asintió, cabalgó detrás de él hacia la entrada de la fortaleza. No pudo evitar admirar las casas situadas alrededor de la plaza, los edificios comunes y la escuela. Ni un soplo de viento turbaba la noche, los campesinos seguían durmiendo y las luces de las casas seguían apagadas, aunque no por mucho tiempo, tenían menos de una hora antes del alba. Dos perros que dormitaban bajo una carreta salieron al paso, olisquearon el aire para desaparecer detrás de ellos hacia el bosque. Valentina se recreaba en la idea de un buen desayuno.
Estaba tan hambrienta y cansada, que incluso había perdido la cuenta de cuantas veces había tenido ese mismo pensamiento. Solo esperaba que el amigo de Max siguiera allí. Rodearon la muralla por uno de los estrechos callejones que colindaban con la Fortaleza, al final de esta, dos ventanas de gruesos marcos de madera oscura, eran las estancias de Luck.
Max agudizó un largo silbido parecido aún pájaro, esperó al final del callejón un momento antes de intentarlo de nuevo, susurro algo inentendible y volvió a silbar. Esta vez su ceño se frunció y su mandíbula se tensó. Valentina rezaba para que aquella ventana se abriese de una vez. Al tercer intento esta se abrió y una sonrisa de complicidad se dibujó en la cara de Max, al atisbar la cabeza de su amigo asomar por la ventana. Luck asintió y volvió a desaparecer.
—¡Sígueme! —apuró Max, guiando su caballo hacia la estrecha entrada, donde los caballos podrían ser ocultados sin ser vistos. Se adentraron por uno de los arcos, Luck los esperaba en la esquina. Valentina se fijó en la alta figura, engullido por una larga capa no muy bien cuidada, dejaba ver una cara de expresión agradable y ojos vivaces he inquietos a cualquier movimiento, gesto que a ella le incomodó.
Por momentos dudó de la seguridad de aquel lugar. Max se bajó de su caballo y con un rápido gesto de saludo siguió a su amigo entre murmullos, eso la irritó. Ni siquiera se molestó en presentarla. Aquel gesto tan normal en Max cuando algo carecía de prioridad. Cruzaron un tercer arco y allí a la derecha una puerta algo maltrecha, la tomó por sorpresa.
Esta vez no esperó a que Max o su amigo le dieran la orden de bajarse de su montura, mostrando sus dotes de buena amazona, bajo del animal casi en segundos, ni el vestido vaporoso ni el largo abrigo la hicieron tambalear. Se sintió orgullosa a ver las caras de aprobación de ellos. Luck tiró de las riendas del caballo a la vez que le bajaba la cabeza, seguido de Max y de su semental. Valentina se sorprendió al ver la altura de las paredes en el interior, en comparación con la angosta puerta.
Era como estar en otro lugar. La estancia era bastante espaciosa, allí cabían más de cuatro caballos. El suelo terrizo estaba cubierto en mayoría por paja, balas de heno se amontonaban en un rincón meticulosamente ordenadas. Dos ventanas de alta altura daban luz y aire fresco a la estancia, dos cubos de hierros llenos de agua servían como bebederos para los caballos.
Con los primeros rayos de sol filtrándose por las ventanas, Valentina se sorprendió una vez más al ver los frescos que decoraban todo el techo. Todo parece irreal se dijo. Max y Luck seguían enfrascados en una conversación mientras ella disfrutaba de aquella visión.
—Si aún tienes hambre todavía estas a tiempo de un buen desayuno, —dijo Max, —con media sonrisa. Ella bajó la mirada del techo para fijarla en él.
—Sería capaz de comerme tu caballo si me lo pones en filetes. —Respondió ella. —Ransem le mordió la capucha a manera de queja. —Si al final creeré que me ha entendido todo, —dijo ella, sonriendo.
Luck se dirigió hacia la serpenteante escalera, empinada de escalones humedecidos, negros y descuidados. Casi tropieza al pisarse el vestido al subirlos, por lo que se agarró al pasamanos hecho de gruesas cuerdas trenzadas igual de sucia y descuidada que las paredes. Cuando llegaron a lo alto de esta, una cortina medio recogida les dio la bienvenida. Luck la enganchó a una guita fina que enroscó en un gancho de la pared.
Valentina se alegró al ver que el lugar, estaba limpio y cálido. Reconoció la ventana por la que él se asomó antes. La estancia de Luck era humilde y de muebles imprescindibles y bastante grandes, con pilares y techos de maderas, el suelo en gran parte se veía cubierto con alfombras algo roídas para cubrir la frialdad, cortinas y trozos de telas oscuras colgaban en las vigas separando la estancia en pequeños cubículos. Ella se apartó aún lado de la ventana, mientras ellos dos charlaban. Max la miró de reojo sin ser visto, se dirigió hacia ella para hacerse con el abrigo.
—Gracias—asintió dejándose ayudar. Se sintió más ligera al quitárselo, el agua de la lluvia caída lo hacía más pesado. Max, cruzó la habitación descorrió un par de cortinas y desapareció.
Luck giró la mirada hacia donde Max había desparecido, para luego fijarla en ella, se distrajo en echar un tronco de madera en el fuego, sin levantar la cabeza la invitó a sentarse cerca del hogar. En la zona de la cocina, una mesa formada de una tabla sobre asnillas y un largo banco aún lado de la mesa servía como asientos, había arcones, baúles y armarios con el frontal abierto donde se acumulaban utensilios de metal. Las velas a olor de cera de abeja aportaban un olor agradable, varios candelabros de pie proporcionaban una cálida iluminación.
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Editado: 07.12.2023