AXEL
Yo sujetaba la cabeza, mamá la piernas y Zaira el tronco de la señora Ramona, entre los tres la llevamos a su cama donde podía descansar mejor, esperábamos que dejara de temblar y que no pronunciara más palabras sin sentido. La ambulancia se escuchaba cerca, y, pronto la iban a ayudar como se merecía.
— No sabía que tu mamá era enfermera — dijo Zaira.
— Tomó un pequeño curso de primeros auxilios una vez, pero fue hace años — respondí.
Comencé a caminar por el cuarto de Zaira y a curiosear por la repisa, había fotos de Zaira y su madre de hace bastante tiempo, tenían polvo como si no se hubieran limpiado en años.
Seguí avanzando por el lugar mientras mamá revisaba que la señora Gonzáles no se desmayara otra vez, las fotos eran cada vez peores en cuanto a mantenimiento, había una foto rota totalmente del vidrio, apenas y se veía el pequeño cuerpo de una niña jugando con un perro enano.
— Tu mamá va a estar bien, vas a ver — dije al notar que ella estaba totalmente nerviosa, mordiendo sus uñas y moviéndose de un lado a otro. — Ven conmigo — la tomé de la mano y la llevé escaleras abajo — vamos a abrir la puerta para que los paramédicos puedan pasar.
La vi voltear una última vez hacia su mamá tendida en la cama con ese algodón en la nariz. Asintió y me siguió.
Bajamos rápidamente al escuchar la sirena de la ambulancia cada vez más cerca, al abrir la puerta de la entrada vimos las luces rojas y azules parpadeando una y otra vez sobre la calle, los vecinos se asomaban por sus ventanas y nosotros corrimos a la entrada. La ambulancia se detuvo, venían dos hombres de rostro afilado y cabello oscuro, tenían uniformes color azul marino.
Se bajaron con rapidez azotando la puerta detrás de ellos, corrieron a la parte trasera del vehículo y abrieron las puertas para poder sacar una camilla y otro botiquín.
— ¿Dónde está el herido? — preguntó uno de ellos con su voz ronca.
— Dentro, está dentro — respondí señalando hacia la casa.
Se apresuraron a entrar y nosotros corrimos tras ellos. En la puerta ya los esperaba mi madre.
— Axel, quiero que tú y Zaira esperen aquí, denle espacio a los expertos para que la revisen.
Asentimos.
En el cuarto se escuchaban murmullos y bastante movimiento, las sombras que se proyectaban sobre el pasillo desde el cuarto delataban que algo no iba bien.
— ¿Qué está pasando? — preguntó Zaira preocupada.
Caminé hasta el cuarto y pude ver qué la señora estaba sobre la camilla, los hombres la estaban estabilizando y tenía un aparato en el brazo.
— Se la están llevando.
Mi madre se apresuró a ir tras ellos una vez que pasaron a nuestro lado, nos gritó unas palabras que recordé por todas las horas que le quedaban a la noche; << cuida a Zaira, y cuídate mucho a ti mismo. >> Cerró la puerta y Zai y yo nos quedamos atrapados dentro, literalmente y emocionalmente, sin saber qué hacer.
Pude notar que ella se soltó a llorar, inconsolable, me abrazaba con desesperación y se cubría la cara con mi pecho.
— Tranquila — susurré acariciando su cabello — tranquila.
Los minutos se volvieron eternos, escuché que ella hacía unas llamadas telefónicas a mi mamá para saber en todo momento cómo iban las cosas, pude notar el estrés que la agobiaba. Después de varias charlas entre las dos, Zaira por fin se relajó, soltó el teléfono y se sentó en un sillón para reposar las piernas.
— Todo va a estar bien — me dijo, me miraba con los ojos hinchados y llenos de lágrimas aún. — Va a mejorar.
— Te lo dije, todo va a estar bien, las mamás son fuertes.
Me levanté del sillón y, por bastante tiempo la abracé, sólo la abracé y el silencio era cómodo. No hubo palabra alguna hasta que ella se separó de mí, se puso de pie y caminó hasta la recamara que era para almacenar cuadros y figuras de colección, yo la seguí y parecía que se movía con cautela, abrió la puerta y encendió la luz; había un desastre, estaba todo derrumbado, los cuadros en el suelo y las estatuas despedazadas, el espejo de al menos dos metros de altura estaba al fondo del cuarto bajo una luz fulminante, pero lo más raro de todo es que estaba intacto, totalmente perfecto.
<< Tapen el espejo >> recordé las palabras de Ramona.
— Las palabras de mi madre fueron "tapen el espejo" — dijo Zaira. Se acercó hasta el objeto con forma rectangular, en el reflejo se veía su cara demacrada, el cabello alborotado y tras ella iba mi propio reflejo.
Pude ver que tenía unas ojeras tremendas, el cabello se me veía más chino de lo normal y lleno de una sustancia blanquecina parecida al gel, tenía un grano gigantesco saliendo en la frente y los ojos más pequeños aún.
— ¿Qué crees que significa eso?
— No estoy segura, pero mamá es la persona más valiente que conozco, para que algo la asustara tuvo que dar miedo enserio, y tenían que ver con esta cosa — señalaba hacia ella misma en el reflejo.
Vi como tomaba una cortina del suelo, era vieja y llena de polvo.
— Lo voy a cubrir por cualquier cosa — susurró ella.
Pasó una cortina por el borde superior del espejo y lo cubrió por completo, se sentía el momento tenso.
— Vayámonos de aquí — dijo sin dejar de mirar lo que había hecho — tenemos pendientes por hacer. Se dio la vuelta y caminó hacia afuera de la habitación y yo iba tras ella. Subió las escaleras hasta su cuarto, en la puerta había un letrero con caligrafía poco legible; << lárgate >>
— Ignora eso — soltó, y, abrió la puerta para dejarme pasar.
La puerta se regresó hacia mí para cerrarse de nuevo, la detuve con la mano y entré en el cuarto de Zaira, tenía una pecera gigante en la esquina, llena de colores vivos y peces pequeños.
Se dirigió hacia su buró de madera que tenía a lado de la cama, abrió el primer cajón y revolvió todos los recuerdos que tenía allí, sacó finalmente un bolígrafo amarillo que era muy corto y grueso, tenía una tapa que se podía retirar para escribir y terminaba del otro extremo en una lámpara pequeña.
— Es tinta invisible — dijo mostrando en su mano extendida el objeto.
Me acerqué hasta ella y me senté a su lado, su cama se sentía muy suave y despedía un aroma a lavanda.
— ¿Cómo funciona? — pregunté tomando el bolígrafo en mis manos.
— Tienes que escribir sobre cualquier superficie, de preferencia en papel de un color claro, tú no lo verás mientras lo haces, pero, la tinta está haciendo lo suyo, a continuación, debes encender la lámpara que la pluma trae aquí — señaló con su dedo, luego la encendió con un pequeño botón al costado de la pluma y la luz morada intensa se hizo notar.
— Muéstrame — dije ansioso.
Ella tomó una hoja rosa que tenía a la mano, destapó el bolígrafo y comenzó a escribir sin dejar ningún tipo de mancha sobre la hoja, procedió a encender la lámpara y a colocarla sobre el lugar donde había escrito supuestamente algo. Con el paso de la luz por la zona se podían notar letras, una a una hasta formar una palabra; << espejo. >>
— Parece magia — dije entusiasmado.
— No es más que ciencia — respondió.
— Algo me dice que esa hoja extraña de la revista podría estar escrita con algo parecido — dijo con seguridad, estaba viendo hacia la puerta del cuarto que se había cerrado ya — y lo vamos a descubrir ahora mismo — continuó diciendo.
Tomé la revista que estaba en mi mochila, la saqué y la volteé hasta la última página, Zaira procedió a encender la pequeña lámpara y a poner la luz sobre la imagen del espejo.
— ¡Hay algo aquí! — exclamó repentinamente. — Hay letras aquí.
Me asomé para poder apreciar con detalle y efectivamente pudimos ver qué estaban todas las letras de nuestro abecedario en orden, de la "a" hasta la "z". Escrito sobre cada letra venía un símbolo bastante curioso con formas geométricas y espirales.
— ¿Qué crees que significa? — me preguntó ella bastante intrigada.
— Debe ser algún tipo de lenguaje creado especialmente para esto, o para algún grupo de personas designadas — dije con ocurrencia.
— Es que esto no tiene sentido, no lo tiene — dijo ella.
— Déjame ver el otro lado de la hoja — interrumpí, quitando de sus manos el bolígrafo y apuntando yo mismo la otra imagen.
Pude notar que había un texto enorme lleno de los símbolos mencionados, todos en perfecto orden horizontal y por pequeños fragmentos formando palabras y éstas a su vez formando un texto.
— Vamos a necesitar más luz, Ax.
El teléfono sonó una vez más y me estiré para alcanzarlo, en la pantalla se veía el nombre de "Mónica suegra"
Miré a Zaira con detenimiento y pude ver cómo su risa le ganaba. — Es solo un apodo — dijo, y yo también me reí.