«No rozarán la cárcel si obtenemos las pruebas suficientes para ir contra Jon» «Será Jen quien tenga un problema» «Es un recurso más» «Ninguno de nosotros quiere que su hija termine en la cárcel por un delito no cometido»
Cárcel.
Jen puede ir a la maldita cárcel.
El corazón se me hace una bolita en el pecho. Tan pequeño que temo perderlo. Es miedo. Crudo y bastante real, igual que la posibilidad de que mi hermana termine encerrada entre rejas. Porque podrá haber hecho lo que fuera que creía mejor, pero es mi hermana, joder. Lo será siempre y eso es algo que ninguna negará nunca. Si nos conocemos tanto que a veces parece que compartimos cerebro. Las lágrimas corren por mis mejillas mientras sigo avanzando por las calles secundarias traseras al Pub de Joan. Con ayuda de la manga de la sudadera, las borro y me centro en mi respiración que parece insuficiente.
No puedo perderla. No puedo. No puedo.
Niego frenética, intentando sacar los pensamientos intrusivos de mi cabeza mientras sigo intentando encontrar el aire que me falta. Siento que las piernas me fallan y mil puntos negros bailan frente a mis ojos. Estoy perdiendo el control y eso no es bueno. No puedo permitírmelo. Mucho menos hoy, que vuelvo al trabajo después de unas semanas de vacaciones que no pedí pero igualmente me dieron.
Puedo con esto. Puedo solucionarlo. Jen no va a tocar la cárcel así tenga que hacer pactos con el mismísimo Diablo. Penélope no se irá de mi lado. Ninguna me abandonará. No pueden hacerlo. No sé si sobreviviría a eso. Mentira. Sé que no lo haría. No querría hacerlo. Puedo con esto. Tengo que hacerlo.
Inspiro profundo, buscando fuerzas en lugares que pensaba que estaban vacíos desde hacía años. Araño las paredes de mi voluntad y tiro de las vigas caídas hasta elevarlas sobre mi cabeza. No me voy a rendir. No van a poder conmigo. Soy como un castillo de naipes luchando contra el viento, pero aún estoy en pie y seguiré estándolo hasta que mis brazos dejen de responder y mi último aliento se mezcle con el sonido del mar. Puedo con esto. Mis hermanas, mi responsabilidad. Siempre.
Las puertas del Pub ceden cuando empujo para adentrarme en el escenario de una de mis pesadillas más recurrentes. Aquí terminó todo. Aquí mi mundo se vino abajo. Y, paradójicamente, de él depende que se vuelva a armar. Tengo que conseguir ese contrato indefinido si quiero mantener a Penélope a mi lado y a Jen fuera de peligro.
Asiento decidida. Tengo que hablar con Hielo.
Tardo unos segundos en acostumbrarme al cambio de luz del interior del local. El sol entra por las ventanas y las luces están encendidas. Algunos neones de la barra han cambiado pero los azules y violetas siguen siendo los colores predominantes de la planta baja del local. Por el contrario, la zona de reservados parece haber adquirido un tinte más frío con las nuevas tonalidades verdes añadidas.
Las manos me sudan y el corazón martillea con fuerza en mi pecho, pero hago todo lo que está en mi mano por ahuyentar los nervios y disimular las sensaciones horribles que este lugar despierta en mí. Aunque confieso que lo que más me aterraba de volver eran las caras de pena y palabras de ánimo vacías que irían cayendo allí por donde pasara.
Desde aquí puedo ver los rizos rubios de Miriam en el piso superior volando de un lado a otro, preparando las mesas y todos los reservados como la profesional que es. Está tarareando una canción que no reconozco pero su voz llega a mis conductos auditivos y no puedo evitar sonreír al verla. André está en lo bajo de las escaleras con un grupo de unos diez hombres a su alrededor, dando órdenes tan claras y concisas que nadie abre la boca para preguntar o discutir nada. Y por último Jordan seca una pila de vasos con un paño mientras conversa con una joven morena que no había visto en mi vida, pero me resulta extrañamente familiar. Este último es el primero en percatarse de mi presencia.
Sus ojos recorren mi cuerpo con tranquilidad, casi como si quisiera asegurarse de que soy real y no un espejismo.
—Joder —sonríe asintiendo en mi dirección—. Sabía que volverías, rubia.
No hay pena ni condescendencia, ni un mísero atisbo de nada de lo que había cruzado mi mente y eso me hace más feliz de lo que me ha hecho nada en las últimas semanas.
—No pensarías que te ibas a librar de mí tan fácilmente, ¿no?
—Ni se me pasó por la cabeza —concede antes de señalar a la morena con la cabeza—. Iris, esta es Analise, una amiga.
Me acerco a la chica de cabello castaño y ojos del color de las almendras florecidas. Es preciosa y sus rasgos me resultan tan familiares que estoy segura de haberla visto en algún momento de mi vida. ¿Analise? ¿Me suena de algo ese nombre?
La chica se levanta con una sonrisa que deslumbraría hasta a un invidente. Es realmente bonita y fresca. Tanto que ni parece seria la mirada fulminante que le lanza al moreno, ahora rapado, de la barra.
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Editado: 28.10.2024