Llevo tantos días sin dormir que ya no me sorprenden las bolsas oscuras bajo mis ojos en el reflejo del espejo. Termino de lavarme la cara sin mirarme demasiado. El dolor de cabeza se ha vuelto una constante; tan presente en mi día a día como el café negro en la mesa del despacho que casi no abandono. Me paso las mañanas reunido con Carlos, Morgan y Stevens y las tarde enterrado en la documentación que llega de los investigadores privados de Robert.
Los tacones de Kassie resonando en el pasillo me avisan de su llegada antes que el golpe de nudillos sobre la madera de la puerta.
—Adelante —la invito a pasar pinzándome el puente de la nariz.
No hay cosa que me apetezca menos que escuchar los problemas que tengo que resolver antes de volver a meter las narices en la nueva información que hemos recibido. Tomo una amplia bocanada de aire. Preparándome mentalmente para no ser un gilipollas con la rubia de cortas ondas desenfadas que entra al despacho. No quiero pagar con ella mi mal humor.
—Señor tengo lo que me pidió.
Enarco una ceja en su dirección. Es imposible, se lo pedí hace apenas unos cuarenta minutos.
—No contaba con ello hasta el final del día, Kassie.
—Lo sé, pero mi trabajo consiste en adelantarme a sus necesidades, entre otras cosas. Sabía que esto era algo vital. Comprendo la urgencia del caso, por lo que había comenzado con el documento antes de que me lo pidiera. —Abre una copia idéntica a la que tengo en las manos—. Tiene un índice para que sea más sencillo localizar la información que necesite, además, he impreso copias para todos los miembros del equipo, incluida la Señorita Parks. En su nube tiene el documento digital, compartido con todos. A medida que avance el caso iré haciendo las modificaciones oportunas, de forma que se les actualizará a tiempo real. Todos tienen abiertas copias individuales para que puedan subrayar, comentar o añadir lo que necesiten a título personal.
Asiento complacido. Parece que el aire a mi alrededor se vuelve más respirable. Sé que no es sencillo lo que ha hecho, pero me facilita tanto las cosas que estoy tentado de abrazarla. Tenemos un resumen de la información actual del caso, todo lo que sabemos está aquí.
—¿Hay alguna novedad?
—Robert ha llamado hace unos minutos para concertar una cita con usted y el Señor Carlos. Lo tiene actualizado en la agenda. Además, la Señorita Parks ha enviado un documento con todas las propiedades de la Familia Gómez que conoce.
—¿Eso también lo tengo aquí?
Niega rebuscando entre el tocho de papeles que sostiene en la mano junto a la carpeta.
—No, pero aquí está la copia, en media hora lo tendrá actualizado en la nube.
—Perfecto. —La ojeada rápida del papel es impresionante, tienen más propiedades de las que podrían disfrutar en una vida—. En lo relacionado con Isan, ¿qué tenemos?
—Una negativa, el Señor Hernández sigue sin querer solicitar la ayuda de la Señorita Gómez. Le expuse todo lo que me dijo, incluso le ofrecí ser la encargada de contactar con ella en nombre del Bufete.
Me gustaría poder enfadarme con él. Joder, quiero hacerlo, porque con el testimonio de Jen podríamos ganar mucho terreno y lo sabe. Sin embargo, una parte de mí lo comprende. Yo también estoy moviendo cielo, tierra e infierno para mantener a Penélope donde corresponde: junto a su hermana. Yo también protegería a Iris de cualquier mal que la amenazara y trataría de evitarle todo sufrimiento posible.
—Está bien, era lo esperado.
—Puedo seguir intentándolo...
—No será necesario, lo haré yo personalmente.
—Como desee. —Sonríe aliviada, no hace falta que me lo diga para saber que no debió ser una conversación muy agradable—. ¿Necesita algo más?
—Actualice el documento en la nube con las propiedades de los Gómez para antes de la reunión y solicite la presencia de Morgan en mi despacho para antes de medio día. Si está ocupada, desocúpela. Cualquier problema que se ponga en contacto directo conmigo. —Su bolígrafo vuela sobre la hoja de su pequeña libreta casi llena, creo que es la tercera que completa desde que llegué aquí—. Páseme solo las llamadas urgentes o que tengan que ver con este caso.
—¿Y si vuelve a llamar la Señora Cristal? Lleva una semana intentando ponerse en contacto con usted.
El nombre falso me pone en tensión. Le di este número para emergencias y según el centro de rehabilitación, no ha pasado nada fuera de lo normal. Sigue luchando contra la adicción, con días bueno, malos y peores. He ido dos veces a verla, una de ellas para comprobar el parentesco de su hija con Jon Gómez y para decirle todo lo que pensaba. Fue la ira lo que habló por mí, pero no puedo entender cómo dejó que las cosas llegaran tan lejos. No sé cómo permitió que el cuerpo de Iris se vistiera con cicatrices, sus recuerdos se llenaran de golpes y su vida cargara con responsabilidades que no le correspondían. No entiendo cómo no luchó por sus hijas, cómo dejó que la sensación de vacío ganara sobre la plenitud con el que Venus y Penélope podrían haber llenado su corazón.
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Editado: 28.10.2024