El día siguiente llegó con un cielo grisáceo que reflejaba el estado de ánimo de Alejandra. La noticia sobre el problema financiero del proveedor se había esparcido rápidamente, y la incertidumbre se había apoderado de todos en la oficina. Alejandra sabía que debía actuar con rapidez, pero las opciones disponibles eran limitadas y las consecuencias potencialmente devastadoras.
Marcos estaba en su escritorio, revisando una lista de posibles proveedores alternativos. El teléfono sonó, interrumpiendo el silencio tenso. Era un mensaje de Adrián, solicitando una actualización sobre el estado de la empresa. Alejandra tomó una respiración profunda y se preparó para la llamada.
“Hola, Adrián. ¿Cómo estás?” saludó con una voz que intentaba sonar relajada.
“Hola, Alejandra. Estoy bien, gracias. Quería saber cómo van las cosas después de nuestra última reunión,” respondió Adrián, su tono neutral pero atento.
Alejandra le explicó brevemente la situación con el proveedor y cómo estaban buscando alternativas. “Entiendo que esto puede afectar nuestras proyecciones, pero estamos haciendo todo lo posible para encontrar una solución.”
Adrián hizo una pausa antes de responder. “Aprecio tu honestidad. Consideraré esto en mi evaluación, pero creo que sería útil si pudiéramos programar una reunión adicional para revisar en detalle las estrategias que están implementando para superar esta crisis.”
Alejandra asintió, aunque Adrián no podía verlo. “Claro, estaré encantada de organizar eso. ¿Qué te parece mañana por la mañana?”
“Perfecto. Estaré esperando tu confirmación. Hablamos pronto,” dijo Adrián antes de colgar.
La conversación dejó a Alejandra con una mezcla de alivio y preocupación. Sabía que debía demostrarle a Adrián que la empresa aún tenía valor a pesar de los problemas actuales. Mientras se dirigía a una reunión de equipo para discutir los próximos pasos, recibió una llamada de un número desconocido.
“¿Hola?” respondió con cautela.
“¿Alejandra Torres?” preguntó una voz masculina al otro lado de la línea.
“Sí, soy yo. ¿Quién habla?”
“Mi nombre es Ricardo Gómez. Soy abogado especializado en reestructuración empresarial. Me enteré de la situación de tu empresa y creo que podría ayudarte.”
Alejandra se sorprendió. “¿Cómo encontraste mi información?”
“Soy parte de una red de contactos que trabaja con empresarios en crisis. Me gustaría discutir algunas opciones contigo si estás interesada.”
Intrigada pero cautelosa, Alejandra aceptó una reunión con Ricardo. La perspectiva de recibir asesoramiento legal podía ser crucial para manejar la crisis. Cuando llegó el momento de la reunión, Ricardo se presentó en una oficina cercana con una actitud profesional y segura.
Durante la conversación, Ricardo le ofreció una serie de estrategias legales para proteger a la empresa y mejorar su posición ante los proveedores y posibles inversores. “Tu situación es complicada, pero no es insuperable,” le aseguró. “Podemos negociar con los proveedores y, si es necesario, considerar una reestructuración para mejorar la viabilidad financiera de la empresa.”
Alejandra se sintió aliviada al escuchar estas opciones, pero sabía que no era el final de sus problemas. La reunión con Adrián al día siguiente sería una prueba decisiva. Si no lograba presentar una estrategia sólida, todo podría desmoronarse.
A medida que el día avanzaba, la presión y el estrés continuaban aumentando. Alejandra se encontraba en un mar de decisiones difíciles y acciones rápidas. El tiempo se sentía cada vez más escaso, y la necesidad de encontrar soluciones efectivas se volvía más urgente.
Al caer la noche, Alejandra revisó por última vez los documentos y la estrategia que Ricardo había sugerido. Mientras trabajaba, una sensación de determinación y nerviosismo la envolvía. Sabía que el futuro de su empresa dependía de la reunión con Adrián y de las decisiones que tomaría en las próximas horas.