Las luces parpadeantes del pequeño local creaban un ambiente cargado de tensión. Alejandra miró a los tres individuos sentados frente a ella, intentando leer sus expresiones en la penumbra. Uno de ellos, un hombre de mediana edad con una cicatriz que cruzaba su mejilla, tomó la palabra.
“Nos han arrinconado,” comenzó, su voz ronca y llena de amargura. “Lo que ustedes buscan es más peligroso de lo que imaginan. No es solo un caso de corrupción, es una red que se extiende mucho más allá de lo que cualquier gobierno puede controlar.”
Alejandra sintió cómo se le erizaba la piel. No había esperado que las cosas fueran tan profundas. Carla, sentada a su lado, permanecía en silencio, dejando que el hombre continuara.
“Hace años que estoy en esto,” siguió el hombre. “Vi cómo el poder corrompía a personas decentes, cómo las vidas se destruían por dinero y ambición. Pero esto… esto es diferente. Aquí no se trata solo de poder, sino de control total. Las personas que manejan los hilos desde las sombras no tienen piedad.”
“¿Quiénes son?” preguntó Alejandra, su voz apenas un susurro. Sabía que la respuesta podía cambiarlo todo, pero necesitaba saberlo.
El hombre intercambió una mirada con los otros dos antes de responder. “No puedo decir nombres. No todavía. Si lo hago, nuestras vidas no valdrán nada. Pero puedo darte algo más importante: pruebas. Documentos que muestran cómo han manipulado todo a su favor, cómo han creado una ilusión de legalidad mientras destruyen a quienes se les oponen.”
Carla intervino por primera vez. “¿Por qué ahora? ¿Por qué no antes? Si sabían todo esto, ¿por qué no lo sacaron a la luz?”
“Porque no éramos suficientes,” respondió el hombre. “Porque sabíamos que al primer intento de exponerlos, seríamos eliminados sin dejar rastro. Pero ahora las cosas han cambiado. Hay más personas dispuestas a luchar, y sabemos que ustedes también están en peligro. Si trabajamos juntos, podemos hacer que la verdad salga a la luz.”
Alejandra asintió lentamente. Sentía el peso de lo que estaba a punto de hacer, pero también sabía que no podía retroceder. “¿Cómo conseguimos esas pruebas?”
El hombre se inclinó hacia adelante, su voz baja y urgente. “Hay un lugar donde guardan registros. No todo está digitalizado, y lo que está allí podría destruirlos. Es un edificio en las afueras, bajo estricta vigilancia. Entrar será casi imposible, pero si lo logramos, podremos poner fin a esto.”
“Casi imposible no es lo mismo que imposible,” dijo Carla, mirando a Alejandra con una chispa de determinación en sus ojos. “Si conseguimos esos documentos, podremos desenmascararlos.”
El hombre asintió. “Tienen una oportunidad, pero deben ser rápidas y silenciosas. Si los descubren, no habrá segundas oportunidades.”
Alejandra sintió que su corazón se aceleraba. Estaban a punto de emprender una misión que podría costarles la vida, pero la idea de exponer a aquellos que habían arruinado tantas vidas le daba fuerzas. “Lo haremos,” dijo con firmeza. “Conseguiremos esas pruebas.”
La reunión terminó en silencio, con un acuerdo tácito entre todos. Alejandra y Carla salieron del local bajo la lluvia, sus mentes llenas de preguntas y planes. Sabían que lo que se avecinaba sería lo más peligroso que habían enfrentado, pero no podían permitirse el lujo de fallar.
De regreso a la casa, Martín les entregó un plano del edificio que debían infiltrar. “No es fácil, pero he visto cosas peores,” dijo mientras señalaba las entradas y salidas posibles. “Debemos planificar cada paso con cuidado. Una vez dentro, no habrá vuelta atrás.”
Alejandra y Carla estudiaron el plano con detenimiento, calculando tiempos y rutas. Cada detalle debía ser perfecto, cada movimiento preciso. No había margen para errores.
La noche avanzó y la tensión en la casa creció. Alejandra apenas podía contener la mezcla de miedo y determinación que la invadía. Sabía que el día siguiente sería crucial, que su vida cambiaría para siempre, pero no tenía otra opción. Estaba decidida a luchar, a enfrentarse a las sombras que la habían perseguido durante tanto tiempo.
Finalmente, cuando el primer rayo de sol asomó por el horizonte, estaban listas. Habían trazado un plan, un camino hacia la verdad. Y aunque el peligro acechaba en cada esquina, Alejandra sintió por primera vez en mucho tiempo que estaba tomando el control de su destino.