El Reflejo de tu Mirada

Temporada 2: Capítulo 7

La noche avanzaba lentamente, y el pequeño apartamento donde Alejandra, Martín, y Carla se refugiaban estaba sumido en un tenso silencio. Cada uno estaba atrapado en sus pensamientos, conscientes del peligro que los rodeaba. La situación era delicada, y sabían que cualquier movimiento en falso podría ser el último.

Alejandra no podía dejar de pensar en Adrián. Desde que habían decidido cortar toda comunicación, su mente se llenaba de preguntas sin respuesta. ¿Estaría bien? ¿Habría notado su ausencia? La incertidumbre la carcomía, pero sabía que cualquier intento de contactarlo podría ser fatal.

Mientras tanto, Martín revisaba una y otra vez los documentos que habían conseguido. “Estas pruebas son suficientes para derribar toda la operación,” murmuró, casi para sí mismo. “Pero necesitamos un plan sólido para entregarlas a la prensa o a alguien de confianza que pueda hacerlas públicas sin poner en riesgo sus vidas.”

Carla, que estaba sentada en una silla junto a la ventana, observaba las calles con atención. “No podemos quedarnos aquí mucho tiempo,” dijo con la voz baja. “Si lograron rastrear nuestro último escondite, podrían hacerlo de nuevo.”

Martín asintió. “Mañana por la mañana nos moveremos a otro lugar. Tengo un contacto que podría ayudarnos, alguien fuera del radar de las autoridades locales.”

Alejandra levantó la vista, curiosa. “¿Es alguien en quien podemos confiar?”

“Es de lo poco que nos queda,” respondió Martín, con una sombra de duda en su voz. “Pero no tenemos muchas opciones. Si queremos mantenernos un paso adelante, necesitamos aliados.”

El cansancio finalmente comenzó a ganar terreno, y decidieron turnarse para dormir. Alejandra, incapaz de encontrar paz en sus pensamientos, se ofreció para tomar la primera guardia. Se sentó en el sofá, con la mirada fija en la puerta, pero su mente seguía divagando hacia Adrián.

Las horas pasaron lentamente, y cuando llegó el turno de Carla para vigilar, Alejandra finalmente se recostó en un colchón improvisado. Cerró los ojos, pero el sueño se le escapaba. Todo lo que había ocurrido en las últimas semanas se agolpaba en su mente, y la sensación de que algo estaba por suceder no la dejaba en paz.

Al amanecer, Martín los despertó con la noticia de que debían partir. Había hecho los arreglos necesarios para reunirse con su contacto en un lugar apartado, lejos de la ciudad. Empacaron sus pocas pertenencias rápidamente y salieron del apartamento en silencio, conscientes de que cada minuto contaba.

El viaje en auto fue tenso, con cada uno perdido en sus propios pensamientos. Alejandra miraba por la ventana, observando cómo el paisaje urbano daba paso a carreteras más desoladas. No podía evitar sentirse vulnerable, como si en cualquier momento alguien los pudiera encontrar.

Finalmente, llegaron a una cabaña en medio de un bosque, donde el contacto de Martín los esperaba. Era un hombre de mediana edad, con una expresión endurecida por los años y una mirada que dejaba claro que había visto más de lo que estaba dispuesto a contar.

“Martín,” dijo el hombre en cuanto los vio. “No pensé que volvería a verte.”

“Los tiempos han cambiado, Luis,” respondió Martín, dándole la mano. “Necesitamos tu ayuda. Es una situación complicada.”

Luis asintió, estudiando a Alejandra y Carla con detenimiento. “Si estás metido en esto, debe ser serio. Vamos adentro, podemos hablar con más calma.”

Una vez dentro de la cabaña, Luis los llevó a una habitación oculta, donde podían discutir sin miedo a ser escuchados. Martín le mostró las pruebas que habían reunido, y Luis las examinó con cuidado.

“Esto es dinamita,” dijo finalmente. “Pero no será fácil encontrar a alguien que esté dispuesto a sacarlo a la luz. La gente que está detrás de esto tiene mucho poder, y no se detendrán ante nada para proteger sus intereses.”

“¿Tienes algún contacto en la prensa?” preguntó Carla, con esperanza en su voz.

“Conozco a alguien,” respondió Luis, aunque su tono era cauteloso. “Pero necesitamos asegurarnos de que esto llegue a las manos correctas, de lo contrario, podríamos empeorar las cosas.”

Alejandra, que había estado en silencio hasta entonces, finalmente intervino. “No podemos dejar que sigan saliéndose con la suya. Estas pruebas podrían cambiar todo, pero debemos ser cuidadosos.”

Luis asintió, impresionado por la determinación en su voz. “Tienes razón. Haremos esto bien, pero debemos movernos con rapidez. Si sospechan que estamos detrás de esto, no nos darán tregua.”

Martín estuvo de acuerdo y comenzaron a elaborar un plan detallado para entregar las pruebas de manera segura. Sabían que estaban jugando con fuego, pero también sabían que la única forma de ganar era arriesgándose.

Mientras avanzaban con los preparativos, Alejandra no podía dejar de pensar en lo que estaba en juego. Sabía que cada decisión que tomaran a partir de ese momento podría significar la diferencia entre la vida y la muerte. Y aunque el peligro la acechaba, también sabía que había llegado demasiado lejos para dar marcha atrás.



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Editado: 15.08.2024

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