El Reflejo de tu Mirada

Temporada 2: Capítulo 13

El sol se alzaba en el horizonte cuando Alejandra y Adrián salieron del apartamento. La noche había sido larga, pero sus mentes estaban más claras que nunca. Tenían un plan, aunque sabían que cualquier error podía ser fatal. Con la información en mano y un objetivo claro, estaban listos para enfrentarse a Eduardo Mendoza.

Condujeron en silencio hacia el primer punto de su plan. Según los documentos que habían revisado, Eduardo Mendoza tenía varias propiedades ocultas en la ciudad, cada una más discreta que la anterior. La primera en la lista era un almacén abandonado en una zona industrial, un lugar ideal para alguien que prefería operar desde las sombras.

Cuando llegaron, estacionaron el coche a una distancia prudente y continuaron a pie, manteniéndose fuera de la vista. El almacén era un edificio gris y deteriorado, con ventanas rotas y paredes cubiertas de grafitis. A simple vista, parecía un lugar olvidado, pero Alejandra sabía que las apariencias podían ser engañosas.

“¿Estás lista?” susurró Adrián, mirando a Alejandra con seriedad.

“Más que nunca,” respondió ella, ajustando su chaqueta y asegurándose de que su teléfono estuviera en silencio.

Se acercaron a la entrada lateral del almacén, donde una puerta de metal estaba apenas entreabierta. Adrián la empujó con cautela, y ambos entraron en silencio. El interior estaba tan abandonado como el exterior, con cajas apiladas por doquier y maquinaria oxidada que ya no servía para nada. Sin embargo, el lugar tenía una atmósfera opresiva, como si algo peligroso acechara en las sombras.

“Vamos a revisar el lugar,” dijo Adrián en voz baja, señalando que se separaran para cubrir más terreno.

Alejandra asintió y comenzó a caminar hacia el fondo del almacén, con los sentidos alertas. Cada paso resonaba en el suelo de concreto, y el eco hacía que el silencio fuera aún más inquietante. De repente, escuchó un ruido sordo, como si algo pesado hubiera caído. Se detuvo en seco, conteniendo la respiración.

Adrián apareció a su lado, con la mano en el bolsillo, listo para lo que pudiera venir. “¿Lo escuchaste?” preguntó en voz baja.

Alejandra asintió, señalando hacia una esquina oscura del almacén. Se acercaron con cautela, y cuando estuvieron lo suficientemente cerca, vieron lo que había causado el ruido: una caja se había caído de una pila, esparciendo su contenido por el suelo.

“Parece que estamos solos,” susurró Adrián, pero su tono indicaba que seguía en alerta.

Alejandra se agachó para recoger uno de los objetos que se había caído de la caja. Era un pequeño cuaderno, con las páginas amarillentas por el tiempo. Lo abrió y comenzó a leer, sus ojos se abrieron en sorpresa al ver lo que contenía.

“Adrián, mira esto,” dijo, pasándole el cuaderno.

Él lo tomó y rápidamente leyó las primeras páginas. “Estos son registros de transacciones,” dijo con asombro. “Este lugar no es solo un almacén abandonado. Era uno de los centros de operaciones de Mendoza.”

Las notas detallaban movimientos de dinero, nombres de personas implicadas, y fechas que coincidían con algunos de los eventos recientes. Era una pieza clave en el rompecabezas que estaban tratando de armar.

“Esto es lo que necesitamos para exponerlo,” dijo Alejandra, sintiendo una oleada de emoción. “Con esto, podemos probar su conexión con todo lo que ha pasado.”

“Sí, pero también significa que estamos mucho más cerca de él de lo que pensábamos,” advirtió Adrián. “Y si lo hemos encontrado, él podría encontrarnos a nosotros.”

Alejandra lo miró con determinación. “No podemos echarnos atrás ahora, Adrián. Este es nuestro boleto para detenerlo.”

“Lo sé,” dijo él, guardando el cuaderno en su chaqueta. “Vamos a llevar esto a un lugar seguro y planear nuestro próximo movimiento.”

Mientras se dirigían de regreso a la salida, Alejandra no podía evitar sentir que algo no estaba bien. Era como si el almacén mismo los estuviera observando, como si hubieran entrado en la guarida de un depredador y ahora fueran el objetivo.

Justo cuando estaban a punto de salir, un sonido metálico resonó en el aire, seguido por el eco de pasos rápidos. Alejandra y Adrián se miraron con pánico; sabían lo que significaba. No estaban solos.

“¡Corre!” gritó Adrián, empujando a Alejandra hacia la puerta.

Ambos salieron corriendo del almacén, con el sonido de los pasos acercándose rápidamente. No se detuvieron hasta que llegaron al coche, donde se lanzaron dentro y arrancaron a toda velocidad.

El corazón de Alejandra latía con fuerza mientras miraba por la ventana, esperando ver si alguien los seguía. Pero el camino detrás de ellos estaba vacío. Aun así, el peligro no había desaparecido.

“Tenemos que movernos rápido,” dijo Adrián, su voz llena de urgencia. “Si saben que tenemos el cuaderno, van a ir tras nosotros.”

Alejandra asintió, sintiendo que la adrenalina la mantenía alerta. Sabía que el tiempo estaba en su contra, pero también sabía que no podía detenerse. Estaban más cerca que nunca de la verdad, y no podían permitir que el miedo los frenara.



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Editado: 15.08.2024

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