El silencio que siguió a las palabras de Marcos fue tan pesado que casi podía sentirse en el aire. Mendoza lo miró con una mezcla de desdén y desafío, sus ojos recorriendo el lugar mientras sus hombres se mantenían alerta, listos para cualquier señal. Marcos, por su parte, se mantenía firme, con una calma calculada que solo añadía tensión al ambiente.
"¿Realmente crees que puedes derrotarme con un truco tan barato?" Mendoza rompió el silencio, avanzando un paso hacia Marcos. "He enfrentado a hombres más poderosos que tú, y todos han caído."
"Tal vez subestimas lo que somos capaces de hacer," respondió Marcos, sin moverse de su lugar. "Hoy, las cosas cambiarán."
Adrián y Alejandra, escondidos detrás de una pila de cajas viejas, observaban la escena con los nervios al límite. Sabían que cualquier movimiento en falso podría desatar el caos. Adrián sintió el agarre de Alejandra en su brazo, un gesto silencioso que compartía tanto su miedo como su determinación.
Mendoza dio una señal, y sus hombres comenzaron a moverse, esparciéndose por la fábrica en busca de cualquier trampa o amenaza. Mientras tanto, Marcos continuaba hablando, atrayendo la atención de Mendoza hacia él.
"Sabes, Mendoza," dijo Marcos, "has cometido un gran error al venir aquí hoy. Pensaste que podías controlarlo todo, pero hay cosas que ni siquiera tú puedes prever."
Mendoza frunció el ceño, confundido por las palabras de Marcos. "¿A qué te refieres?"
"Todo este tiempo, has estado siendo vigilado," continuó Marcos, con una sonrisa enigmática. "Cada uno de tus movimientos ha sido registrado, cada una de tus transacciones ilegales documentada. Y ahora, todo eso está en manos de alguien que no puedes comprar ni intimidar."
El rostro de Mendoza se tensó al escuchar eso. "¿Qué clase de juego estás jugando?"
"No es un juego," replicó Marcos. "Es la realidad que has ignorado por demasiado tiempo. Hoy no estás luchando solo contra nosotros. Estás luchando contra la verdad que has intentado ocultar."
Adrián y Alejandra intercambiaron miradas. Marcos estaba jugando con la mente de Mendoza, y parecía estar funcionando. Mendoza, por primera vez, mostró una chispa de duda en su mirada.
"Es una pena," dijo Mendoza finalmente, sacando un arma de su chaqueta. "Porque la verdad es que ustedes son los que no saldrán de aquí vivos."
En ese instante, todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Los hombres de Mendoza se pusieron en posición, mientras los de Marcos hacían lo mismo. El primer disparo rompió el silencio, seguido por una lluvia de balas que llenó el aire de caos y estruendo.
Adrián tiró de Alejandra hacia el suelo, protegiéndola detrás de las cajas mientras el tiroteo se desataba a su alrededor. Las balas silbaban por encima de ellos, y los gritos de los hombres se mezclaban con el eco de los disparos. El plan que habían trazado se estaba desmoronando en un frenesí de violencia.
"Tenemos que salir de aquí," gritó Adrián sobre el ruido, mientras intentaba evaluar la situación.
Alejandra asintió, con los ojos llenos de miedo pero también de una resolución feroz. Sabía que no podían quedarse allí mucho tiempo. Estaban en el corazón de la batalla, y su única opción era encontrar una forma de escapar.
Marcos, mientras tanto, seguía intercambiando disparos con Mendoza y sus hombres, avanzando hacia una posición ventajosa. Sabía que el tiempo se estaba agotando, pero también sabía que tenían una última carta bajo la manga.
"¡Ahora!" gritó, dando la señal a uno de sus hombres.
En ese instante, una explosión resonó en el extremo opuesto de la fábrica. Era un dispositivo de distracción que habían colocado previamente, diseñado para desorientar al enemigo y darles una ventaja crucial. La explosión llenó el lugar de humo y escombros, y por un momento, todo quedó envuelto en una densa neblina.
"¡Vámonos!" exclamó Marcos, corriendo hacia Adrián y Alejandra. "Este es nuestro momento."
Aprovechando la confusión, los tres se levantaron y comenzaron a correr hacia la salida trasera de la fábrica. A su alrededor, los hombres de Mendoza, desorientados por la explosión, intentaban reagruparse, pero el caos era demasiado grande.
Alcanzaron la puerta trasera justo cuando otro disparo resonó, impactando en la pared junto a ellos. Sin detenerse, Adrián empujó la puerta con fuerza, y los tres salieron a la oscuridad de la noche.
Corrieron sin mirar atrás, con el sonido de los disparos y los gritos desvaneciéndose a medida que se alejaban. La adrenalina los impulsaba, y el miedo a lo que podría venir les daba la velocidad que necesitaban.
Finalmente, se detuvieron en un callejón, lejos de la fábrica y del peligro inmediato. Los tres respiraban con dificultad, tratando de recuperar el aliento mientras procesaban lo que acababa de suceder.
"¿Están bien?" preguntó Marcos, su voz todavía llena de tensión.
Alejandra asintió, aunque su corazón seguía latiendo con fuerza. "Sí… pero ¿qué vamos a hacer ahora?"
Marcos miró a su alrededor, como si evaluara sus opciones. "Tenemos que reagruparnos. Esto no ha terminado. Mendoza no se detendrá hasta que nos encuentre, y ahora que sabe que estamos tras él, será aún más peligroso."
Adrián asintió, sabiendo que tenían que mantenerse un paso adelante si querían sobrevivir. "Necesitamos un nuevo plan."
"Lo sé," respondió Marcos, con una mirada determinada. "Y lo encontraremos. Pero por ahora, necesitamos desaparecer."
Alejandra miró a Adrián, y en sus ojos vio el reflejo del miedo que ambos compartían. Sabían que lo que había comenzado como una misión para desenmascarar a Mendoza se había convertido en una lucha por sus propias vidas. Y que lo peor estaba aún por venir.