El Regalo de Enero - Temporada 1

PARTE 3

Al parecer, ese hombre con la mitad de la cara quemada obtuvo lo que quería de ese ñoño medieval. Ni siquiera se dio cuenta de cuando escapé.

Debo correr, tengo que avisarle a Humana de lo que se avecina, si este hombre la conoce, es probable que ella sepa qué hacer. Tengo que apurarme y llegar con ella antes de que sea demasiado tarde.

Unas horas más tarde, en los alrededores del albergue y posada Engel.

- A la madre… - exclama Humana, mientras se frota las manos en un intento de calentarlas, a la vez que observa el manto de nieve que ha cubierto el bosque de Ñoñolandia. - Los inviernos aquí son intensos. 

Dado que Humana lleva poco tiempo en Ñoñolandia, no le había tocado presenciar las nevadas invernales que cubren los bosques y las praderas que hay alrededor de la aldea. 

Aun así, sin estar del todo acostumbrada al clima de este nuevo mundo, salió de la posada para ver como los copos de nieve caían desde el cielo y entre los árboles. No había visto una nevada tan hermosa en mucho tiempo, tal vez más de lo que le gustaría admitir. Es entonces cuando un sentimiento cálido y recuerdo nostálgico invaden su mente. 

- Menos mal que siempre estás conmigo. - dice mientras sostiene una reliquia antigua entre sus manos, una pequeña esfera de plata que siempre irradia calor o luz cuándo Humana lo necesita. - Siempre dándome tu calor. 

- Humana… - la llama Gale, la gorgona y su fiel guardián, con la respiración agitada. 

- ¿Qué sucede? - pregunta ella.

- Acaban de llegar personas heridas, parece que están quemadas, como si hubieran sobrevivido a un incendio. - contesta Gale mientras se compone el velo que cubre su rostro y trata de recuperar el aliento. 

- Pues pásalos al albergue, tenemos que curarlos. - dice Humana mientras camina sobre la nieve a paso veloz, tratando de seguir el camino que ha dibujado la gruesa cola reptilian de Gale. 

Cuándo Humana entra en la posada, tal parece que los demás ñoños medievales han visto a un fantasma o la mismísima Vampiresa entrar por la puerta, ya que el barullo que había dentro de la construcción se calmó al momento en que ella puso un pie en el interior.

Mientras ella se quitaba la bufanda y se arremangaba las mangas del suéter, los demás la veían como si quisieran decirle algo, pero no reunían el coraje para decírselo. 

Así fue hasta que ella comenzó a darle instrucciones tanto a Gale como a los demás trabajadores de la posada. 

- Mira, tú pon a uno de los heridos en esa mesa… - dice a la vez que prepara una mesa de curación. - Y tú, pon al otro en el sillón de allá. Gale, necesito que vayas al almacén por vendajes de seda y leche de amapola.  

- Entendido, voy y vengo. - contesta la gorgona, deslizándose entre los heridos y los trabajadores que trataban de acomodar a la gente en las mesas y sillas de la posada. 

Es entonces, cuando Humana jala su mesa de curación y la coloca a un lado de donde estoy sentado. No puedo creerlo, ella ha decidido curarme y atenderme a mi. Jamás había estado tan cerca de ella, esa mendiga gorgona no deja que nadie se le acerque.

- Hola, mi nombre es…  

En cuanto comenzó a hablar, algo en su mirada me hizo recordar los ojos del maldito loco que atacó el grupo en el que iba. ¡Rayos! ¡Ni siquiera sabía si el resto de mis compañeros seguían vivos! ¡Solo puedo recordar…! ¡En mi mente solo hay…!

- Llamas azules, llamas azules… - digo casi gritando, no puedo controlar el miedo que me invade. 

- Oye, ey… ey… mírame. - dice Humana, tratando de llamar mi atención y que me enfoque en ella. - Respira profundo. 

Eso intento, pero solo puedo ver ese fuego azul que surgió de la nada. En cuanto vi que la cabaña en la que ese loco nos tenía secuestrados comenzó a cubrir de llamas azules, salí corriendo… ni siquiera me desamarre de las manos, cuando llegué a este albergue, fue la gorgona la que me desamarró. 

El frío del trapo húmedo que está usando Humana para limpiarme el rostro es lo que me trae de regreso al presente. 

- Eso es. Tranquilo. Respira. - su voz es tan tranquilizadora. Estoy seguro de que tiene ascendencia élfica, de otra forma, no entiendo cómo es que el solo estar cerca de ella tranquiliza tanto. - Adentro… afuera… - respira al mismo tiempo que yo, supongo que tratando de calmar mi ataque de pánico. 

Y, sorprendentemente, funciona. 

- Ahora sí, cuéntame. ¿Qué te pasó? ¿Por qué estás así? - pregunta cortésmente. 

Ni siquiera lo vi bien, no pude ver bien su rostro, pero si recuerdo algo perfectamente. 

- Él preguntó por ti. - contesto con la mirada perdida, ni siquiera le estoy prestando atención. Estoy tan concentrado en ese momento que ni siquiera sentí cuando puso un ungüento sobre la quemadura de mi brazo.  

- ¿Cómo dices?

- Dijo que llevaba mucho tiempo buscándote. - las palabras salen de mi boca por voluntad propia, no puedo controlarlas ni detenerlas. - Dijo que era su cumpleaños… y que tomaría lo que es suyo.

Ella sigue atendiendo mis quemaduras, pero solo puedo verlo a él, su imagen no sale de mi cabeza. 



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En el texto hay: medieval, magos y guerreros, brujasmagia

Editado: 27.01.2023

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