Narra Olaf.
Mis padres han estado demasiado callados, han pasado dos días desde la última vez que discutimos y no me han dirigido la palabra, en absoluto. Decidieron que la mejor opción es que mi hermano realice la tarea de los dos y mantenerme a mi, fuera de toda mirada curiosa. No me afectaba en absoluto.
Mi tío, Harald, me ha llamado, es embajador en Estados Unidos, está en Minneapolis. Es muy raro que se comunique conmigo, no se que sucede y debo averiguarlo.
-Majestad, su padre lo llama a la sala del trono. -me indican desde la puerta.
-Está bien. -dije y dejé de tomar mi delicioso té para dirigirme a la sala del trono.
Allí estaba mi padre y mi madre, ambos me observaban llegar. Siento que tiene que decirme algo, más no se que pueda llegar a ser.
Incliné mi cabeza, como era la costumbre de anteponerme al rey, suspiré y relajé mis hombros, algo no estaba bien.
-Olaf, todos estos años nos has traído problemas, escandalos, inquietudes y dolor por tu insolencia y rebeldía, después de mucho tiempo de pensar, con tu amada madre, hemos llegado a un acuerdo. -dice mi padre, sin peros. Yo solo escuchaba a los que se refería. Quizá se trataba de que no sería rey y no estaría tan malo.
-Pensamos que si te gusta disfrazarte a ser guardaespaldas, tendrás que trabajar de ellos. -dice mi padre sin más.
-¿qué? -pregunte atónito. Eso no lo esperaba.
-en Estados Unidos, los guardaespaldas son muy necesarios, irás, con Harald, a Minneapolis, trabajarás allá, sin comodidades, sin lujos y sin polémica a tu familia. Ganarás tu propio dinero y no recibirás ayuda, más que el hospedaje de Harald. ¿Entendido? -acotó mi padre, más que un aviso fue una orden.
Mi madre miraba muy confundida a mi padre, pude notar que no le gustaba la idea.
-¿irme a Estados Unidos? -pregunto, entre las millones de preguntas que había, es la única que pudo salir de mi boca.
-si, mañana mismo. -contesta mi padre, sin mirarme siquiera.
-demasiados problemas causaste, hijo.-contesta mi madre con ese don de comprensión. -te amamos pero no podemos tolerar estos comportamiendo, el parlamento está furioso y antes de ser padres, fuimos reyes y tenemos que estar frente a millones de personas, al igual que tu en un futuro. -dice ella con un semblante increible, siempre la caracterizó. La reina más hermosa de todas las reinas.
-No quiero ser rey, nunca quise serlo. No temo ir a Estados Unidos, nada me hará cambiar de opinión. Toda mi vida fue así. -dije con tanta seguridad y sin dudar de mis palabras.
-perfecto. Mañana mismo irás a Estados Unidos, llevaras lo justo y necesario. Puedes retirarte. -acota, mi padre, sin dejar de mirarme.
Salí de la sala con mucha rabia, mi padre estaba acostumbrado a que todas las personas lo obedezcan sin poner peros. No tolera que le diga lo que pienso, la corona siempre ha sido su mayor orgullo.
En el trayecto a mi cuarto, vi que Magnus hablaba con una mujer del parlamento, unos años mayor que nosotros pero muy atractiva. Al verme, ella hace una leve reverencia. Odio eso.
-te llamo, luego. Gracias. -dice mi hermano y se aleja de la bella mujer.
-¿qué quieres? -le pregunto sin vueltas, estoy seguro de que está enterado de la decisión de padre.
-no te vayas. -me contesta sin más. Mis ojos se abrieron grandes y observé su expresión. Estaba preocupado. -no me dejes solo aquí.
-No decidí irme, padre lo hizo por mi. -dije tomando camino hacia mi habitación, tenia que empacar.
-Llevame contigo. -insiste Magnus.
-No, nuestros padres me quieren fuera de aqui, a ti no. -digo sin voltear a verlo, él seguía mis pasos.
-Escucha. -camina con más velocidad y se coloca frente a mi, apoyando sus manos en mi pecho con la intensión de frenarme. -tendré que hacer el doble de tareas, suplantar tu ausencia y necesito que nuestros padres pongan su atención en ti. Asi fue siempre. -dice y me enfurece más.
-callate, siempre fuiste el favorito por excelencia, no te quejes. -digo y me apresuro a entrar en mi habitación y cerré la puerta a mis espaldas.
Hablé con Harald esta tarde, tiene mi pasaporte, mis documentos, en que agencia ingresaré y todo listo para mi partida hace el otro lado del océano. Nunca he salido de Europa, mis padres nos han privado de muchas cosas.
Con las maletas casi listas, me acosté en mi cama con la esperanza de dormir un poco, Harald me habló para decir que busca a las 5 p.m., tomaremos un avión comercial para no levantar sospechas. Una vez, llegados a Estados Unidos, habré dejado atrás a Olaf de Noruega, para ser Olaf Erikson, jamás me acostumbraré a tener apellido.
Narra Génova.
La mañana es fría y muy solitaria. Mis padres fueron a la comisaria por los asuntos del asalta, en mi casa solo está John, uno de los últimos hombres en ingresar aquí. Miraba por mi ventana mientras bebía un sorbo de café, la noche fue dura, al cerrar mis ojos, podía ver a ese desgraciado persiguiendome y a los otros, golpeando a George. Estamos vivos de milagro. Un suave golpeteo me interrumpe.
-Señorita, ¿irá a la secundaria? -preguntó John con su suave voz.
-No, prefiero quedarme, no he dormido bien. -dije sin voltear mi vista del exterior.
-Esta bien, Tomas ha llamado. Le dije que dormiás y que le hablaría al despertar. -dijo con seguridad.
-Oh, gracias. Olvidé por completo hablarle, debe estar preocupado. -digo volteando a buscar mi teléfono móvil.
-Si necesitas algo, búscame. -dice John, cerrando la puerta lentamente.
-Gracias por todo, John. -digo y él termina de cerrar la puerta con una leve sonrisa.
Tomé mi teléfono y marqué el contacto de Tomas, mi novio de hace 6 meses, mi otra mitad. Luego de los sonidos de espera, contesta mi amado.
-¿Estás bien? -pregunta en un tono de voz muy serio.
-Amor, lo siento. Con todo lo que pasó, olvidé llamarte. -dije muy apenada, estaba enfadado y tenía sus razones.
-Lo supuse. ¿puedo verte? -pregunta más calmado.
-Claro, ven a casa. -digo con alegria.
-Esta bien. En 15 minutos estoy en tu puerta. Te amo. -dice y noto en su voz, un deje de alegria.
-Yo a ti. -digo y corto la comunicación. Amo a este hombre.