El Reino de los Mercenarios: La princesa Violeta

Capítulo 23

—Ya se tardó —dijo Xandros, que estaba de brazos cruzados mirando hacia la fortaleza desde la distancia.

—Dale tiempo, que no es fácil para ella —argumentó Ray con una gota de sudor corriendo por su mejilla, estaba preocupado.

—¿Enserio tienes esperanzas? Ella es una princesa, de seguro les acaba de advertir de que nosotros estamos aquí vigilando.

Ray lo miró enojado, pues a diferencia de Xandros, que se mostraba frío y negativo, él confiaba bastante en Violeta y sabía que no los traicionaría.

Había pasado una hora desde que Violeta entró a la fortaleza y después de eso no habían notado nada desde el lugar donde estaban vigilando. Ellos no sabían lo que había pasado dentro de la fortaleza.

—¿Qué tal si nos acercamos? —sugirió Rubí.

—Es muy arriesgado —se quejó Xandros de nuevo.

—¿Y que sugieres, que nos quedemos aquí esperando a que nos encuentren?

—No, que nos volvamos al reino, esa princesa ya está feliz de volver a su nación y nuestra misión principal era ver qué decidía.

—Por eso debemos quedarnos por más tiempo —replicó Ray—, ella definitivamente lanzará el disparo.

—¡Oigan! —gritó Bors detrás de ellos, se estaba acercando con el caballo y parecía nervioso—. Vi una pequeña luz dentro del palacio.

—¿Violeta? —Ray preguntó nervioso.

—No, era marrón, pero se veía muy tenue, quizás sucedió algo.

—No lo sabremos si no lo averiguamos —dijo Rubí frunciendo las cejas—. Debemos acercarnos para estar seguros de qué es lo que pasa.

—Tienes razón —asintió Ray—, debemos ir.

Ambos comenzaron a caminar en vistas de bajar del montículo en el que se encontraban, pero Xandros los detuvo.

—Esperen, si tanta fe tienen, es mejor que nos quedemos esperando aquí por un tiempo más. Pues no sabemos si nos tienden una trampa.

—No me pienso quedar de brazos cruzados por más tiempo —repuso Rubí molesta—. Tenemos que movilizarnos.

—¡Que no! —subió la voz el mercenario de la armadura blanca—. Entiendo que confíen tanto en la princesa, pero no es prudente acercarse, alertarán a los guardias.

—Si nos tienden una trampa como dices —se unió Ray a la discusión—, ya ellos sabrán que estamos aquí, así que no tiene sentido quedarnos por tanto tiempo.

—Hey —interrumpió Bors alzando su escudo—. Ya dejen de discutir, que así no llegaremos a ningún lado.

—¿Entonces qué sugieres Bors? —preguntó Rubí—. Si decides que vayamos, seremos mayoría y Xandros deberá seguirnos aunque no quiera, así que decide tú qué debemos hacer.

—Mmm... bueno —dudó Bors poniéndose la mano en la barbilla—. Le dijimos a Violeta que debe de hacer una señal para que nosotros vayamos, y tú misma le dijiste que esa será la única forma en que ella cumpliría su misión. Así que pienso que debemos esperar a que haga la señal de humo. Sin movernos mucho.

Rubí suspiró al escuchar esa respuesta, devolvió sus pasos y se sentó en una roca.

—Pues esperaremos por más tiempo.

Ray se quedó en el lugar en el que estaba y miró hacia la fortaleza. «Violeta, espero estés bien, debes de crear la señal rápido», pensó para sus adentros, moviendo su rodilla de un lado a otro de los nervios.

Violeta, por el otro lado, estaba inconsciente y dentro de una carroza. Nubar Nolasco estaba a su lado, viéndola con una sonrisa en su rostro. «Ahora, a llevarla al campamento», pensó el anciano con satisfacción. La carroza comenzó a moverse y los caballos se dirigieron fuera de la fortaleza, salieron por una puerta trasera y comenzaron a ir hacia el desierto, que no estaba tan lejos.

La princesa no supo cuánto tiempo pasó, pero cuando despertó, ya la carroza estaba adentrada en el desierto. Ella se sentía confundida y con un dolor de cabeza fuerte, y al abrir los ojos vio a Nubar peinándose la barba.

—Oh, ya has despertado princesita.

—¿Ha-hacia dónde me llevas? —preguntó.

—Hacia alguien que te conoce muy bien. Él te ayudará a sentirte mejor.

—¿Mejor? —la muchacha se levantó lentamente y se puso la mano en la cabeza quejándose del dolor. Luego miró nuevamente al anciano con odio—. Me sentiré mejor cuando esté lejos de aquí y no te vuelva a ver nunca más.

—Oh, por favor, no digas eso. ¿Recuerdas todo el tiempo que la pasé contigo? Se puede decir que yo te crié. Así que al menos ten paciencia, que no te haré más daño.

—Jaja —se rió con la voz quebrada—. ¿O sea que ahora seré tu princesita nuevamente? Discúlpame por ser tan desobediente, anciano Nuno, pero esta princesita ya creció y abrió los ojos.

De repente comenzó a emitir aura de color violeta por todo su cuerpo, el anciano se sorprendió y emitió aura también. La carroza se llenó de presión y los caballos, por el susto, comenzaron a andar más rápido.

—¿¡Acaso quieres morir!? —preguntó el anciano gritando con una cara de enojo.

—Prefiero eso que volver —aseveró la muchacha. Inmediatamente después creó una onda expansiva que hizo que el anciano no se pudiera acercar y ella se dirigió hacia la puerta. No perdió tiempo en abrirla, sino que la golpeó con su cuerpo creando otra onda expansiva, la rompió y salió disparada hacia afuera.

—¡No! —gritó Nubar mientras estiraba la mano para agarrarla, sin poder hacerlo.

Ella cayó en el suelo rodando y la arena del desierto cubrió su cuerpo completo. Violeta estaba herida, malgastada y desesperada.

La carroza se detuvo y el anciano salió expulsando mucha aura y en estado FAR. La princesa sabía que no podría combatir contra él, así que hizo el único movimiento con el que podría tener esperanzas.

Alzó ambas manos y con la poca energía que le quedaba, creó una esfera de luz y disparó. El disparo hizo un recorrido hacia arriba dejando una estela lumínica y tras llegar muy alto se esfumó.

Nubar llegó al lado de Violeta. Ella, al sentir la presión que él emitía, se tiró al suelo, exhausta y sabiendo que no podría hacer nada más.

El anciano creó una esfera de luz, y la muchacha sonrió.



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Editado: 31.01.2023

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