El Reino del Fuego

Quinto Recuerdo: Marchito

Al ver aquel monstruo vegetal, desenvaino mi espada y le grito a todo pulmón: «¡A pelear!».

Las grandes flores que crecieron a su alrededor me lanzan una especie de bolas hechas de esporas rojas, mientras que los brotes del techo revelan campanas florales que escupen un proyectil similar, pero en color amarillo.

Con mucho esfuerzo, y evadiendo ágilmente cada uno de los extraños ataques de polen de las múltiples flores, consigo hacer que el ojo de la planta se revele ante mí al regresar sus agresiones con mi espada. Rápido le disparo dos flechas al mismo tiempo con una puntería inigualable.

Ambos proyectiles lo atraviesan por completo. Las flores del techo dejan de arrojar polen amarillo al pasar eso, a la par que las plantas se secan a gran velocidad, incluyendo la principal. El ojo de la flor se retuerce y emite un horrido sonido, parecido a un grito de dolor, como una especie de chillido.

Así como creció, la planta se desintegró. Sólo deja detrás una poderosa fragancia dulce muy concentrada en la habitación al desvanecerse.  Al final, el ojo cae al suelo y se quiebra por el impacto, como si estuviera hecho de cristal.

Desde dentro de él salen disparados unos lentes de color verde de laboratorio. Los recojo y noto que detrás de estos viene el nombre del científico de nuestra organización: Maynard.

«Así que esta planta es el resultado de los experimentos de Maynard con la ayuda de Marcia. No sólo eso», recuerdo al momento. He visto mucha vida vegetal en la torre. Eso significa que Marcia está cerca, posiblemente se encuentre subiendo. Debo darme prisa, Marcia puede estar en peligro.

Pronto se abre un vórtice en medio de la habitación, el cual me lleva más arriba de la torre, tan alto que ya este lugar me parece ridículo. Todo lo que se distingue a esta altura es oscuridad, puedo apreciar perfectamente las estrellas. Es como sí ya casi estuviera en el espacio exterior.

«¿A dónde llegará esta torre?». Me siento desconcertada por los eventos dentro del baluarte, mas el ambiente se percibe tranquilo y aún puedo respirar, que es lo importante.

El escalado no ha cambiado mucho, ahora el problema es mi vértigo gracias a lo poco que se observa del mundo desde acá arriba. Caer ya suena descabellado y espantoso.

Ahora llego a una parte donde, de algún lugar desconocido, brotan lo que parecen ser meteoritos. Estos chocan contra la torre bruscamente, se hacen añicos y la estructura no parece recibir algún daño de ello, aunque sé que contra mi cuerpo no será el mismo caso.

Así que salgo, corro a la par que me cuido de los meteoros y de no caer, hasta poder alcanzar el portal luminoso que se encuentra fuera de la construcción. El esquivar las piedras no fue mucho problema al principio; sin embargo, aquellos con sólo rosarme me desbalanceaban gracias a la presión que provocan al moverse a tanta velocidad, me mareaban y causaban que resbale al tocar un lugar firme.

Una vez a salvo decido darme un respiro. Fue muy peligroso, pero la adrenalina terminó por darme energía, ya que me sentía algo fatigada, aunque igual sigo cansada. Tengo casi dos días sin dormir y sólo he comido un par de frutas. Me parece que me voy a desmoronar en cualquier momento si no me apresuro.

Ahora me encuentro en la letra eta. Sólo faltan seis más para llegar a la cima. Consigo atravesar una fisura oscura para regresar al mundo común justo después de subir un poco y evitar algunos obstáculos.

Arribo a un pequeño balcón, por lo que miro hacia abajo por ansiedad y noto algo sorprendente: la vista desde aquí hace ver a la tierra increíblemente bella. Veo el planeta desde el espacio, con una facilidad impresionante.

Lo extraño es que, entre más me acerco a la letra alfa, encuentro menos fuego púrpura y más rastros de Marcia: plantas u hojas en el suelo y las paredes están a la vista, lo que indica que por aquí pasó. Mi amiga debe encontrarse en la cima.

El camino hacia la cima está lleno de hiedra venenosa, meteoros y tubos que despiden fuego pegados a las paredes que se hallan en el interior del baluarte. Después de mucho esfuerzo, llego a otro cuarto dentro de la torre, estando éste en épsilon. Aún faltan tres letras para alfa, lo que me preocupa un poco.

La puerta de la habitación se encuentra cubierta por hiedras y algunas flores que brotan de éstas se abren al acercarme a ellas. «Marcia posiblemente esté dentro del cuarto», concluyo un tanto segura al ver lo anterior. No me doy a esperar un segundo más y entro.

Para mi sorpresa, mi colega está aquí. Me da la espalda con su hermoso cabello trenzado de color verde menta. Ella porta una lanza de punta esmeralda, botas negras con dorado que parecen estar algo manchadas de tierra, al igual que sus guantes. Lleva puesta una cofia y una falda a las rodillas que tanto le gusta.

—¡Marcia! —grito su nombre con la esperanza de oír respuesta y cuando me escucha, voltea y observo sus ojos de color azul. Esa no es mi amiga, no la que yo conozco.

La vida se había puesto aún más difícil para la naturaleza. En nuestra época las condiciones en las que vivían los animales y las plantas eran deplorables. La humanidad acabó con la gran mayoría de los ecosistemas, los convirtió en infinitos mares negros de concreto; sin embargo, animales como ratas, gatos y palomas se habían adaptado y logrado sobrevivir a esto. Las plantas llegan a crecer de la grieta más pequeña del pavimento. La naturaleza se resiste a ser consumida, pero la pelea contra el humano seguía en pie.

Marcia era partícipe por parte de la naturaleza. Ella era su voz.

Cuando Marcia nació obtuvo el don de comunicarse con la naturaleza, por consecuente, con las plantas. Ella las escucha y hace su voluntad. La mujer destruyó ciudades enteras, convirtiéndolas en paraísos llenos de hermosa vegetación. Los edificios y casas son cubiertos por numerosas plantas y grandes árboles que tapizaban la vista. Toda esta magnificencia fue creada por una sola mujer.



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En el texto hay: fantasia, aventura, magia

Editado: 03.07.2021

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