A regañadientes Diana comenzó a entrenar a Miranda, cada mañana paseaban por la aldea, exploraban la vida de cada persona, sus costumbres, sus tradiciones, sus sueños, sus mas anhelados deseos y sus peores miedos.
Con el pasar del tiempo, aunque el orgullo de Diana nunca la dejaría admitirlo, Miranda había logrado entrar a lo mas profundo de su corazón, su modo de ver el mundo, el esfuerzo de encajar, la ternura de su mirada y la pureza de su alma, había hecho que no solo Diana, sino que toda la aldea ya la consideraba una de ellos.
Oculta entre los árboles, una muchacha espera su presa, pero algo sale mal, pudo ser la culpa del viento, una mala puntería o simplemente la suerte, el caso es que aquella muchacha se se frustra y empieza a maldecir
- Tranquila mocosa, esta claro que tu no eres cazadora, ahora devuelve me mi arco y mis flechas antes de que los pierdas
- Lo siento, es solo que en dos días es mi iniciación y aun no tengo claro cual es mi lugar
- Sabes princesa, no has pensado en ser una campesina
- No te voy a negar que me gusta la idea, es solo que, bueno..
- Oye niña, no te preocupes por nosotros, si tu eres campesina no seras tratada de manera diferente, al contrarió, creo que sera un honor que haya una en la familia
- Gracias, estoy muy nerviosa
- Lo harás muy bien, bueno ya ve a la aldea, voy a cazar la cena
Dos días después, justo en su cumpleaños numero 16, Miranda fue presentada como la hija del jefe y como una campesina.
Editado: 20.04.2020