—¿Qué va a pasar? —preguntó Cassandra con evidente nerviosismo.
—No lo sé —se limitó a responder Alexia.
—¿Quién va a venir a por la niña? —insistió la sirviente mientras miraba el desastre que la pequeña estaba haciendo al jugar con los ungüentos de la protegida del rey.
—No lo sé —respondió de nuevo.
Era la verdad. Alexia desconocía qué pasaría y quién vendría a por Cristina, ella ya había dado el mensaje. Solo esperaba que no fuese Aaron quien viene en busca de su hermana. Conocía a ese chico y sabía a la perfección que dejaría un reguero de muertos a su paso.
De pronto la puerta se abrió y las chicas se levantaron inquietas.
—Perdón, no quería asustaros —se disculpó el príncipe de Camelot.
—Cassie, ¿podrías mirar si la niña está bien?
La sirvienta asintió con la cabeza, hizo una reverencia a Jerome y los dejó para que pudiesen hablar medio solos.
—Gracias —se limitó a decir Alexia cuando él se sentó a su lado.
—No debí haberlo hecho.
—¿En verdad sientes eso?
Jerome miró a la niña. Parecía tan inocente jugando en una esquina de la habitación, pero no podía olvidar lo que había hecho. Esa criatura con magia entre sus venas había asesinado a tres de sus hombres.
—Lexi, es una hechicera —trató de explicarle.
—Es una niña, solo eso —insistió ella.
—No, Lexi. Ellos no son como nosotros, como tú y como yo.
"Como nosotros"; "como tú y como yo", pensó Alexia. Si él supiese toda la verdad...
—Yo quiero creer que en el fondo todos somos iguales. No importa qué sangre corra por nuestras venas.
Jerome le cogió de los hombros y le obligó a mirarlo.
—No. Esos seres no tienen alma ni corazón. Son malos por naturaleza. No te fíes de su inocente y amigable aspecto. Son seres perversos que no conocen nada más que la muerte y la destrucción.
Cada palabra que el príncipe iba pronunciando se iba clavando más y más en el pecho de la chica como un puñal que se atascaba y no le dejaba respirar.
Lexi entendía que Jer había sido criado por Lucas con esas ideas. Que era lo que había escuchado desde niño, pero aún así, en su corazón siempre había creído que en fondo el joven no pensaba como su padre. Que había alguna posibilidad de que se uniese a ellos.
—Yo no estoy de acuerdo —dijo armándose de valor.
Jerome le miró incrédulo. Si su padre le escuchase hablando así no quería ni imaginarse que sería capaz de hacerle.
—Lexi, debes entender que no todo el mundo merece tu corazón —Hizo una pausa—. Y lo que estás diciendo es peligroso. Es mejor que no vuelvas a repetirlo —advirtió.
Alexia fue a responder, pero entonces decidió que era mejor morderse la legua. No era momento de pelear. Mejor guardarse las fuerzas para otra ocasión y centrarse en salvar a la pequeña Cristina.
—Bueno, ¿qué vamos a hacer? —preguntó el príncipe.
—¿Cómo? —preguntó ella confusa.
—Habrá que sacarla de aquí para que vuelva con —Se quedo en silencio pensativo—. ¿su familia, quizá? —añadió no del todo convencido.
La protegida del rey sonrió. Sabía que en el fondo Jer era diferente a Lucas. Aún con todo, quería salvar a la pequeña.
—No te preocupes, ya está solucionado. Puedes irte tranquilo —respondió sin perder la sonrisa, pero esa respuesta no gustó a Jerome.
—No te voy a dejar a solas con ella —advirtió—. Además, necesitará mi ayuda para salir de aquí.
—Voy a estar bien. Además, no estoy sola, estoy con Cassie —dijo tratando de convencerlo.
La verdad era que Lexi no quería que Jer estuviese presente cuando quien fuese de Monmouth apareciese en su habitación. Sería una situación incómoda, complicada y, sobre todo, muy peligrosa para el príncipe.
—¿A caso estás intentando librarte de mí? —preguntó él arqueando una ceja.
—¿Tanto se nota? —preguntó ella a modo de broma y ambos comenzaron a reír.
—Parece ser que aún no has comprendido que te va a ser imposible librarte de mí. Que pase lo que pase yo siempre estaré a tu lado. Siempre juntos, ¿vale? —le recordó él.
Esa frase le dio un vuelco al corazón de Alexia. Durante toda su vida lo había significado todo. Era esa roca a la que se aferraba cuando todo iba mal, pero pronto debería dejarla pasar. Debería soltarla. Mejor dicho, aplastarla.
Sin embargo, el momento no había llegado y Lexi prefería fingir que no pasaba nada. No pensar en lo que sucedería y dejarse llevar por el momento. Así que se recostó en el hombro de Jerome a la vez que este le abrazaba para reconfortarla.
—Jer, necesito que me prometas algo.
—Dime.
—Prométeme que pase lo que pase nunca me odiarás.
Su voz sonaba resignada, como si supiese que eso era imposible.
La pregunta pilló por sorpresa al heredero al trono de Camelot. Entonces le cogió de los hombros y le obligó a que lo mirase a los ojos.
—Eh, ¿qué dices? ¿Odiarte a ti? ¡Eso es imposible! No hay nada que puedas hacer que consiga eso, creeme —le dijo con ternura mientras le volvía a abrazar con fuerza—. ¿Por qué dices eso?
Ella se quedó en silencio disfrutando del abrazo.