El reino del pasado

Capítulo 20

Alexia se apresuró a levantarse y a interponerse entre Jerome y Adam. No tenía claro a cuál de los dos estaba queriendo proteger o si lo hacía por lo dos, pero no era el momento de ponerse a aclaras cuáles eran sus verdaderos sentimientos.

—Bien, yo os acompañaré fuera de Palacio —dijo tratando de salir lo antes posible de esa incómoda situación.

Entonces, Jerome la apartó con su brazo y la colocó tras él con actitud protectora. Algo que molestó a Adam.

—No, yo los acompañaré —respondió mirando a la protegida del rey—. Sin mi no saldrán de aquí con vida.

"Y si vas con ellos serás tú el que no salga con vida", pensó ella.

—No necesito tu ayuda para salir de aquí principito —espetó el hechicero con todo su odio.

Sus palabras ibas cargadas de rencor y de odio.

—¿Por qué no nos vamos a casa? —interrumpió Cristina algo cansada.

—Ya nos vamos, pequeña —respondió Adam con dulzura, mientras la cargaba.

Y Jerome aprovechó ese instante en el que el joven bajó la guardia, para aupar a la pequeña, y lo desarmó de un golpe con su espada. 

—¡Jer! ¿Qué haces? —exclamó Alexia horrorizada mientras veía como el príncipe colocaba su espada en el pecho de Adam.

—Ella será una niña, y puedo dejarla marchar. Pero está claro que él es uno de ellos y con él no haré ninguna excepción —explicó serio.

Si el príncipe hubiese sabido de quien se trataba... Por un instante por la mente de Alexia se pasó el contarle que ese joven al que estaba amenazando en verdad era su medio hermano, pero eso ¿ayudaría o complicaría más las cosas? No lo tenía del todo claro y no podía arriesgarse.

—Jer, no —le pidió—. Eso no era en lo que habíamos quedado.

—Lexi, yo dije que la protegería a ella, de él no dije nada —respondió subiendo la espada hasta el cuello del chico.

Alexia miraba la escena conteniendo la respiración, pero Adam no parecía inmutarse. No daba la impresión de tener miedo por esa espada que amenazaba su vida.

—No lo hagas —suplicó ella.

—¿Por qué lo defiendes? —preguntó él algo dolido.

No entendía ese interés de Lexi por ese chico. ¿Es que acaso se conocerían?, ¿habría algo entre ellos dos? No, eso no podía ser. Se lo hubiese contado. O quizá, no. Quizá él era la razón de que ellos dos no estuviesen juntos. Quizá Lexi no le había contado de su existencia para no herir sus sentimientos.

Cogió aire. Debía dejar de imaginarse tantas cosas.

—Nosotros no somos así. No asesinamos a sangre fría. No matamos a gente que ayuda a los niños —dijo Lexi agarrando el fijo de la espada con su mano y tratando de apartarla del cuello de Adam.

La sangre comenzó a brotar de la mano de Lexi y a manchar la espada. Entonces Jer cesó en su intento y la apartó.

—¿Qué haces? —preguntó él alarmado mientras se acercaba a la joven y miraba la herida que se había causado.

Lexi desvió la mirada hacia Adam, quien la miraba de forma desaprovadora. Estaba claro que al chico tampoco le había gustado su actuación.

—Déjalos marchar —pidió ella.

—No entiendo ese interés tuyo por ayudarlos, ¿por qué? —preguntó él frustrado—. ¿por qué los defiendes a ellos por encima de los tuyos?

Se notaba que estaba alterado y que aun así luchaba por no perder los papeles.

—Porque una vez alguien me dijo que un buen monarca protege a todos sus súbditos y no hace distinciones. Lucha por todos y busca siempre el bien de su pueblo, aunque eso signifique saltarse la ley —respondió ella mirándole a los ojos.

Jerome apretó el puño. Que rabia le daba cuando ella usaba sus palabras en su contra.

—Podéis iros —dijo de forma seca.

No hizo falta más. Adam desapareció por los pasillos con la pequeña Cristina en brazos.

Alexia suspiró aliviada. Había conseguido salvar la situación, pero habían estado demasiado cerca esta vez. Si en vez de Jerome hubiese sido Lucas no hubiesen tenido ni la más ínfima oportunidad.

—Jer —llamó ella una vez los hechiceros se hubieron ido.

—No, ahora no —pidió él.

—Escúchame —pidió ella.

—No, Alexia. No puedo seguir haciendo esto, ¿es que no te das cuenta? 

La protegida del rey veía como Jerome se estaba conteniendo. Tenía los puños cerrados, las venas del cuello hinchadas y de vez en cuando paraba para soltar aire, como si la tensión se fuese con el.

—¿El qué? —preguntó ella de forma inocente.

—Anteponerte siempre a todos y todo. Joder, Lexi, acabo de cometer traición. ¡Tres veces en un día! ¿Es que no te das cuenta? Hago lo que sea por ti, incluso cuando sé que está mal. Siempre lo he hecho. Pero vez tras ves tu me prometes que es la última, y una y otra vez vuelve a ocurrir. Nos hemos metido en un circulo tóxico y vicioso del que ni podemos ni queremos salir, pero ya basta. Esta ha sido la última vez, Lexi. A partir de ahora...

No pudo terminar la frase y ella se quedó en silencio. No sabía qué decirle.

—No puedo seguir haciendo esto —repitió él—. Esto no está bien.

Entonces comenzó a caminar hacia la puerta y Alexia le cogió la mano con su mano ensangrentada.

—Siempre juntos, ¿no? —preguntó ella en un susurro desesperado, pero esa vez no obtuvo respuesta.

El príncipe se soltó de la ensangrentada mano y abandonó la habitación dejándola a ella allí desolada.

 




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