El cielo nocturno tenía dos gigantescas esferas blancas que predominaban, alrededor el panorama estaba decorado por incontables puntos de luz que se esparcían a lo ancho y largo. La mujer que apreciaba lo que estaba más allá de su planeta tenía la sensación de que el cielo era mucho más oscuro en el Aphelion que en otras épocas del año.
La Resplandeciente Reina se encontraba de pie sobre un escenario de tablones de madera hecho apresuradamente, en frente y a pocos metros de distancia decenas de cadáveres ardían con un fuego blanco y amarillo. De a poco los cuerpos se transformaban en un brillante humo verde que iba a acompañar a las estrellas y de fondo los aldeanos de pie rezaban con los ojos cerrados.
Luego de que Teresa sintió que apreció el cielo por demasiado tiempo dejó salir un suspiro para darse media vuelta y bajar del escenario, mientras lo hacia una fría briza de viento recorrió a su alrededor, pero su vestimenta de Sumo Sacerdotisa la protegía de esa condición climática.
Cuando sus pies tocaron la tierra fue recibida por un grupo de cuatro personas: dos Sacerdotes Radiantes y dos Clérigas Lunares. Aunque a esas filas se le sumaron inesperadamente dos personas más, los hermanos que ostentaban títulos de Virtudes Cardinales también se acercaron a ella; pero le llamó la atención como uno cargaba entre sus brazos lo que parecía ser una botella de vino.
–Diste una excelente misa –comentó Rosario.
–Gracias –contestó vagamente su Reina–. Ahora creo que me iré a dormir –agregó con su mirada analizando la botella.
–¿Estás segura de eso? –le preguntó retóricamente Eliseo, sacudiendo sus brazos y por ende la botella–. Nosotros la conocemos un poco señora Lionheart.
–Y por lo tanto deberían saber que el vino me da mucho sueño.
–¿No le parece eso mejor a no poder dormir en la noche por sus pensamientos? –insistió el Paladín solo que esta vez también movió sus dos cejas de arriba a abajo de forma chistosa.
La Virtud Teológica de la Fe se tapó la boca con una mano mientras sacaba una pequeña carcajada. –¿Pero dónde está Luna?
Aquella Paladina con un gran sombrero de bruja blanco hizo un movimiento para tomarla del brazo, por un segundo su guardia casi reacciona en respuesta, pero se detuvieron casi al instante. –Eso es lo que menos debe importarnos esta noche. –Y sin previo avisa Teresa empezó a ser arrastrada hacia su carpa.
Ella no es tonta, llevaba demasiado tiempo en este juego y el hecho de que sus dos amigos quisieran alejarla de Luna solo podía deberse a una razón. Era fácil suponer lo que la Líder de los Paladines estaría haciendo, y con quien, asi que luego de una pequeña mueca Teresa llegó a la conclusión de que no quería hacerse sufrir más por una noche y aceptó esa propuesta.
Todos fueron directo hasta la carpa personal de su Majestad, su guardia personal se quedó afuera mientras los otros tres ingresaban. El trio se acostó en la enorme cama con suaves sabanas que combinaban con su color de cabello fresa, Rosario sacó tres vasos y Eliseo abrió la botella para empezar a servir su contenido.
El tiempo pasó un poco más rápido a la par que los tres charlaban entre si. –No creo que nos quedemos mucho tiempo más, regresaremos pronto y sin nada en la agenda ¿ustedes que piensan hacer?
Ambos hermanos conectaron sus miradas, como si se leyeran la mente, sabían lo que el otro quería hacer y por suerte sus orbitas se alineaban. –En ese caso, de seguro iremos a la casa de nuestros padres. Hace un tiempo que no vamos y queremos visitar a nuestro hermano menor –respondió la chica.
–Con el comienzo de Dielach falta poco para que dé inicio su segundo semestre de clases en la Academia Palatinus, y antes de que eso suceda queremos verlo una vez más.
A la dueña de la carpa se le escapó un hipo y su cuerpo se tambaleaba ligeramente de un lado a otro. –Que lindo que vayan a ver a su hijo, deben ser grandes padres. –Con su vista perdida a Teresa se le salió otro hipo, se tambaleó un poco más y observó su copa vacía–. Mi vaso está vacío, sírvanme más.
–¿Estás segura? –quiso asegurarse Rosario no tan firme de la situación.
–¡Sí! –insistió su Reina.
Eliseo miró a su hermana. –Bueno, sabíamos que algo asi pasaría. Es lo mejor. –Y procedió a llenarle otra vez su vaso.
El cuerpo de la joven Nacida del Sol reposaba sobre las sábanas de la cama, a pesar de la estación del año las telas de su ropa y la carpa le permitan no taparse y aun así no sufrir del frio. Sin embargo, dos fuertes sonidos provocaron que se despertara, se oyó como si dos costales de papas cayeran al suelo de golpe uno después de otro.
Cuando sus oídos se percataron su cerebro rápidamente envió una señal eléctrica para que los ojos se abrieran lentamente, al hacerlo Teresa se percató de un par de cosas. Su tienda estaba totalmente a oscuras. –¿Qué? ¿Cuándo me dormí? Me duele la cabeza. –Primero se frotó los parpados para terminar de levantarse y seguido se llevó una mano a la frente.
El ligero dolor de cabeza la distrajo por un segundo antes de volver a concentrarse en la realidad. –¿Y Rosario y Eliseo? –se preguntó a sí misma. Pero eso dejo de ser importante cuando sus oídos terminaron de despertarse y le proporcionaron información extraña.
En plena noche con las dos lunas en la cima podía escuchar ruidos extraños, el sonido de una hoguera, del fuego alimentándose de algún material. Aunque no parecía tratarse de carbón sino de tela y madera, en una perfecta armonía también se le sumaban los ruidos de gritos de personas afuera de la tienda y el impacto de armas.
La Virtud Teológica empezó a unir los hilos, a pesar de la oscuridad de la noche, fuentes de luz podían verse fuera de la carpa. –¿Fuego? –concluyó al instante–. ¿Qué está pasando? ¡Guardia! –A pesar del grito los y las Szenienses encargados de protegerla no aparecieron, algo realmente extraño cuando no suelen tardar más de cinco segundos en aparecer cuando ella los llama.
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Editado: 27.06.2024