El renacer de las tinieblas - parte uno (elemental School 4)

Capítulo 12: El clamor de la noche

La noticia de un estudiante que terminó en el hospital tras una clase de educación física fué extendida entre los alumnos en menos de lo que los profesores hubiesen querido, aunque aquellos que hicieron correr la voz, tal vez por los que apenas y se estaban adentrando al mundo elemental, limitaron la información hasta el punto en que los de primer y segundo año creían que había sido por un hueso fracturado o un fuerte golpe, desconociendo la ceguera del individuo que estaba en el centro médico desde hacía casi una semana.

 

Tanto el director como los profesores llegaron a tener problemas con los habitantes de Enemeia, pues no concebían que un alumno había caído bajo un ataque de la maldición penumbras durante una clase y el repudio por parte de ellos era notable, incluso llegándoles a cuestionar si los padres del chico ya eran conocedores de la situación.

 

Azariel, al ser el que traducía los exámenes por su capacidad políglota, había ido al sitio en Noruega donde Aaren vivía con sus padres, quienes en un principio querían desquitar sus frustraciones y emociones contra el peliazul al escuchar la noticia, pero al final terminaron aceptando y velando ante la posible solución de que el agresor le devuelva la vista a su hijo por las buenas o por las malas.

 

El día sábado, en esas horas que los estudiantes aprovechaban para dormir lo que en días de clase no podían, un chico pálido y alto se hallaba a las puertas de un cuarto de hospital, donde sabía que del otro lado se hallaba su amigo internado.

 

Respiró hondo, debido a las clases no había podido ir antes y desconocía en lo absoluto cómo se hallaba Aaren ante su situación, y temía encontrarlo llorando o lamentándose, aunque de ser así, él sabía que iba a estar ahí para apoyarlo tantas veces hiciera falta.

 

Tomó el pomo de la puerta, y girandolo hacia la derecha, el umbral dejó ver una habitación algo espaciosa, donde unida a la pared que unía los otros dos muros se hallaba Aaren recostado en una cama de sábanas color nieve, quien tenía un semblante sereno.

 

—¿Hay alguien allí? —preguntó este volteando sus ojos, ahora de un fuerte color morado oscuro, hacia la puerta donde Alexandre se encontraba.

 

—Soy yo —respondió este tratando de tranquilizarse, pues la imagen de Aaren buscándolo sin éxito con la mirada lo había puesto algo sensible.

 

—¡Alex! —se alegró este, ubicando a su amigo por su voz que intentaba imitar la serenidad que Aaren presentaba ante aquella situación.

 

—Sí, soy yo… ¿Estás… bien? No, que estúpida pregunta —susurró este por lo bajo.

 

—Pues he estado mejor —respondió Aaren sonriendo—, aunque desde aquello sí es algo molesto pues… esto, aunque vamos acostumbrándonos.

 

—¡No te acostumbres¡ ¡Pronto van a encontrar al que te hizo eso y va a pagar¡

 

—¿Y si no? —inquirió Aaren sin perder una inocente sonrisa— Sí, me dijeron que se están esforzando en ayudarme, pero tambíen tengo clara la probabilidad de no volver a ver de nuevo, y creeme que aunque es duro, al final lo terminas asimilando, es como si te avisaran que vas a morir.

 

—¡Pero tú no vas a morir! —gritó Alexandre— ¡Tú vas a recuperar tu vista, ¿me entiendes?!

 

—Haz silencio por favor, desde que quedé casi sin visión siento que ha mejorado mi sentido del oído y me duele que levanten tan fuerte la voz.

 

Alexandre se llevó la mano a la boca.

 

—Perdón… ¿Puedo sentarme? —preguntó mirando una silla a la par de la cama.

 

—Emm… claro, ¿Por qué no?

 

Cuando Aaren se acercaba a la silla, la cual parecía era de mimbre, notó un movimiento raro por parte de Aaren, y al ver que había dejado un espacio en la cama, comprendió que este no sabía de la existencia de aquella butaca y le estaba abriendo espacio para sentarse a la par suya. Alexandre, quien sintió que sus ojos se aguaban un poco, dejó el mueble y se sentó a la par de Aaren en el hueco que le había dejado en su lecho.

 

—¿Y cómo van en la Ee? —preguntó el noruego de pronto al sentir el peso a su izquierda, y Alexandre pudo ver más de cerca la nueva tonalidad de las iris de Aaren.

 

—Te extrañamos —suspiró—, las clases de la profesora Hanna no son lo mismo sin tí tratando de evitar que me duerma.

 

—Veo que no viste venir eso, ¿eh? —sonrió, provocando que Alexandre también esbozara también una sonrisa.

 

—¿Chistosito sobre esas cosas?

 

—Hombre, para no ponerme a llorar por mi situación mejor veo cómo reírme de ello, ¿no?

 

Alexandre suspiró de nuevo, ya no con algún tipo de tristeza, sino un tanto más relajado.

 

—Ya veo que desde que te empezaste a juntar con ese tal Wyatt has estado aprendiendo del carisma que cuentan que tiene, los de tercero dicen que le iría bien escribiendo chistes o de animador.

 

—Pues su humor es mi forma de sobrellevar esto, las tonterías que me decía me dan ideas para ello, ¿o no lo ves de esa forma?

 

Alexandre no pudo más que reírse junto a su amigo, al que de pronto le asaltó una duda de la que Alexandre podría aclararle.

 

—Hablando de los de tercero y de Wyatt, ¿Cómo vas con Cha? Dijiste que lo intentarías con ella a ver qué ocurría.

 

—Oh… —A Alexandre se le borró la sonrisa en ese momento, y sintió un dolor repentino entre sus piernas— Pues ahí vamos, lentos pero seguros —sonrió falsamente, y en ese momento agradeció que Aaren no pudiera ver aquella expresión. ¿Acaba de agradecer que a su amigo le pasó algo de esa magnitud?

 

—Yo no sé por qué te fijaste en ella si sabes que tiene a Sebástian —comentó—, hay varias solteras de nuestro curso que estoy seguro que harían lo que fuera por tener una cita contigo, pero el señorito se interesó en la que ya está apartada.



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En el texto hay: elementos, juvenil, ficcion

Editado: 07.07.2023

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