-Entonces será por las malas. -sin previo aviso, cinco cazadores me rodearon.
Y atacaron. No esperé. Manipulé el agua de las ramas de los arboles que estaban ahí para que crecieran y cogieran por los tobillos a los dos cazadores que me querían atacar. Había sobrevivido por diez años completamente sola. No dejaría que me capturaran para que me ejecutaran ante el rey. Y mucho menos vería aquella sonrisa petulante deslizándose por su rostro al saber que se desharía, por fin, de una potencial enemiga. Por el rabillo del ojo vi como Cecilia quemaba "accidentalmente" los pantalones de los otros dos cazadores que la querían atrapar.
Un cuchillo pasó al lado mío y se incrustó en el tronco del árbol atrás mío. Con un sonido seco, se quedó en el tronco. Cuando me giré vi a mi atacante. Era el que parecía ser el líder. No dudé y extraje agua de las plantas que habían allí para lanzársela en modo de estacas de hielo. Pero no fui lo suficientemente rápida.
Él, con gran agilidad, las esquivó todas. Se notaban sus años de experiencia. Pero yo también llevaba años de experiencia en mis hombros. Fui extrayendo agua de las plantas y atacándolo. Al final, después de un rato, me harté y le mande una ola de agua que lo expulso hacia un tronco cercano.
Cuando lo vi desmayado, no me alegré ya que aun quedaban cazadores. Pero eran pocos. Sentí orgullo al ver a Cecilia deshaciéndose de varios cazadores a la vez. Aprendía rápido y eso que no le había enseñado nada. Tenia un gran talento escondido en su interior.
Con agua, la ayudé a deshacerse de los que quedaban. Tras unos minutos, teníamos a una docena de cazadores desmayados a nuestros pies. Nos miramos y salimos disparadas hacia la mansión. Menos mal que no teníamos sangre en nuestras ropas. Porque sino, tendríamos que explicar demasiadas cosas. Asuntos que no estaba dispuesta a dar ninguna explicación.
Cuando llegamos, subimos directamente hacia la habitación de Cecilia. Cerramos con llave la habitación. Tras unos minutos, Cecilia suspira. La miro detenidamente. Sus rubios mechones caen rebeldemente por su trenza hecha antes del entrenamiento. Una pequeña gota de sudor resbala por su frente. Rápidamente, se la quita y va recuperando la tranquilidad.
-¿Quienes eran?
Esta vez, fui yo la que suspiré.
-Cazadores.
Me miró con la duda implantada en su fino rostro.
-Son personas que cazan a los que tienen magia a cambio de dinero. Están a los servicios del rey. Y no tienen corazón. Dicen que, por mas que supliques, ruegues o llores; te entregan al rey para ser ejecutado sin un solo remordimiento.
-¿Y porque dijeron algo de la princesa perdida?
Me tensé. Pero rápidamente me relajé porque tenia que parecer natural.
- Ni idea.
Ella suspiró de nuevo.
-Espero que no nos pillen.
-Si, yo también.
Cuando observé a Cecilia, la vi nerviosa, muy nerviosa. Me recordaba a cuando tenia 5 años y la familia real de un reino vecino vino. Estaba igual de nerviosa como lo está ahora mi amiga.
Unos toques a la puerta me sacaron de mis recuerdos.
-Cecilia, querida, podrías bajar un momento? Que Selene te acompañe.
Nos miramos. ¿Qué podía querer la madre de Cecilia? ¿Nos habrían descubierto acaso?
Bajé las escaleras con todas esas preguntas en mi mente. Cuando estuvimos a bajo, nos dirigimos al vestíbulo. Al entrar, el pánico me invadió. Pero no dejé que se reflejara en mi rostro. Mantuve una cara neutra, indiferente. No podía dejar que viesen mi pánico, me convertiría inmediatamente en una sospechosa. Y eso no lo quería. La madre de Cecilia estuvo hablando con tres de los guardias reales apostados allí en medio. Estuvieron unos 10 minutos discutiendo. Al final, se marcharon sin resistencia alguna.
La madre de Cecilia se volvió, no tenia buena cara. Se notaba que estaba indignada.
-¿Que pasa, mamá?
-Soldados, hija. Están buscando a unas brujas. Dicen que las han visto practicando magia en el bosque.
-¿Enserio?- intentaba sonar inocente. Cosa que le salió muy bien. Yo misma me sorprendí ante la naturalidad con la que había mentido mi amiga.
Pero su madre la conocía muy bien. Demasiado bien, de hecho.
-Cecilia... ¿Sabes algo sobre esto?
-No, claro que no, madre!
La miró sospechosamente para luego suspirar. Relajé mis hombros. Ni había notado que los tenía tensados.
-Sabes que te apoyaré en lo que sea hija. Si no quieres hablarlo ahora... Espero que me lo puedas contar en un futuro cercano.
Mi amiga asintió.
-Bueno, vamos a cenar! Estoy segura de que Marlea ha cocinado algo exquisito.
Asentimos y entramos al comedor. Allí sobre la mesa habían varios platos con exquisiteces. Cecilia y su madre se sentaron. Me hicieron una señal y me senté al lado de Cecilia. Menos mal que no había ningún sirviente mas.