La mañana empieza muy ajetreada. Y bulliciosa. Todos los sirvientes retocando cosas, detalles...
Al mediodía, cuando el sol apuntaba en lo mas alto, un carruaje se detuvo delante de la mansión. De él, se bajo un joven de nuestra edad. Me resultaba conocido de algún lugar... Fruncí el ceño cuando Cecilia salió a su encuentro y lo abrazó con ganas. Mi mirada fue sombría cuando él se lo devolvió igual. La verdad, parecía hacerlo sinceramente. Pero, en mi vida había conocido a personas que sabían fingir demasiado bien. Y eso me olía mal. Estuvieron hablando unos minutos mientras los observaba desde aquella ventana en el segundo piso. Finalmente, me aparto cuando dejaron de hablar y me voy directa a mi habitación.
Cuando cierro la puerta detrás mio, me dirijo a mi cama y me siento en ella. Cierro los ojos y dejo que mi magia fluya. Demasiados nervios. Mi magia flota por todo el lugar. Arqueé mi ceja al percibir una aura ajena. Una aura lo suficientemente poderosa para ocultarse de la mayoría de hechiceros. Pero no de mi. Una aura de un mago. Me levanto de golpe y voy hacia la puerta. A unos centímetros, me detengo. Debo ser cauta. ¿Y si el novio de mi amiga me percibe a mi también? Estaría en graves problemas. Frunzo de nuevo los labios y vuelvo a la cama. Lo haré por la noche. Cuando nadie pueda descubrirme.
Lentamente, salgo de mi habitación. La luna está en lo alto del cielo estrellado. Su tenue brillo traspasa los ventanales del pasillo. Tras tres pasillos, llego a la zona de invitados. Unos pasos suenan por el corredor. Como una serpiente, me escondo en la esquina. Camuflándome en las sombras que me proporciona el sitio. Una criada me pasa de largo sin notar mi presencia. Segura de que es seguro, salgo de allí y sigo mi camino. Al llegar a la zona de se hospeda el prometido de Cecilia, escucho voces. Escondo mi presencia para no ser detectada entre mis iguales, y pego mi oreja a la puerta. Oigo como las voces hablan.
-...es algo improbable. Me he asegurado de que no lo haga. -la voz de un hombre.
-¿Que estas ocultando?- siseó la voz de una mujer. -¿Que tal vez tú también seas un traidor?
-Yo no he dicho eso. Tal vez, deseas confundirnos y seas tú la traidora. -le devolvió él.
-¡Basta! -me llegó la voz de un chico. No había que ser muy inteligente para saber a quien pertenecía. -No pienso dejar que arruinéis mi plan. Y si queréis discutir, que no sea en este lugar. -gruñó. -Mientras vosotros discutíais, alguien ha escuchado esto. Y no pienso que ese alguien, me fastidie todos mis planes. -palidezco cuando oigo esto último. El pánico empieza a calarme los huesos. Inspiro temblorosamente y salgo corriendo hacia mi habitación sigilosamente. La sensación de que alguien me sigue y observa no desaparece hasta la mañana siguiente. Se que la excusa de no encontrarme bien no me servirá hoy. Así que, sin mas opción, me levanto de la cama y me hago una trenza.
Mientras bajo las amplias escaleras, oigo las risas desde el comedor. Me tenso al oír la voz del chico de la noche anterior. Aún sigue dándome escalofríos.
-Cada día te ves mas hermosa, querida. -una mueca de enfado cruza en mi rostro ante ese tono antes de desaparecer de inmediato. Si quiero que mi plan salga bien, debo aparentar la mas absoluta indiferencia hacia eso. Una máscara de indiferencia se forma en mi rostro mientras entro allí. Me inclino levemente ante la señora Dorothea, que muy amablemente me indica que me siente delante de Cecilia.
-Menos mal que no he tenido que ir a tu habitación a levantarte. Créeme Lene, que no lo haría amablemente. -me dice con una cara burlona. Le dirijo una sonrisa algo socarrona. Dorothea se inclina levemente hacia la mesa para presenciar el espectáculo.
-Oh,Ceci, que bien que no tengas que tomarte las molestias. Aunque, -recurro a un tono inocente - no creo que lo hubieras hecho igualmente. Te veo muy ocupada con tu boda, y lo que viene después. -digo lo último con intención de sonsacar algo de información al chico. Pero lejos de lograr mi propósito, los dos ríen. Dorothea se tapa la boca algo indignada. Aunque, la sonrisa que se forma en sus labios que intenta ocultar, la delata.
-Créame cuando le digo que Cecilia estará muy ocupada. -me dice mirando a su prometida con los ojos brillando. Mi amiga tiene las mejillas algo sonrojadas. Aquella mirada, hace que replantee si es cierto o no que quiere a Cecilia. Mi mano se cierra cuando recuerdo lo que he oído la noche anterior. Cuando el chico se gira hacia mi, dejo de apretar mi mano para prestarle atención. -Señorita, me temo que no nos han presentado. Mi nombre es Mattew. -se presenta finalmente. Frunzo el ceño cuando escucho el nombre. Es el mismo que el segundo nombre de mi hermano. Que extraña coincidencia.
-Un gusto. Me podéis llamar Selene. -doy mi segundo nombre también. El que he estado utilizando todo estos años de incógnito. Un relámpago de duda cruza por sus ojos. Solo han sido unos instantes, pero lo he visto. Mi mejor amiga parece no haberlo notado y nos sigue mirando con los ojos brillando. Su madre, en cambio, se va a su habitación dándonos la excusa de tener que hacer unos asuntos pendientes que resolver.
-El gusto es mio. Y dime, Selene, Celia me ha contado muchas cosas muy interesantes sobre usted. -dice educadamente. Le muestro una sonrisa falsa antes de responder. Yo también se jugar a estos juegos.
-Primero de todo, no me trate de usted. Al fin y al cabo, no soy nadie. Y segundo, que desea el señor saber de mi? - le pregunto con un tono curioso. Curiosidad que no siento en lo mas mínimo. Él me mira para después responderme.
-Oh querida, no me trates de usted y yo haré lo mismo. -yo asiento conforme. -Bueno, me gustaría saber de dónde proviene la mejor amiga de mi amada. -me quedo muda durante unos instantes. Nadie antes me había preguntado de donde venía. Sentí la curiosa mirada de Cecilia en mi.
-Vengo del este del reino. De un pueblo costero. Vietthe. Tal vez lo conozcas. -mentí con naturalidad. -¿Y tú?-le devolví la pregunta.