El resurgir de los titanes [en edición]

Capítulo 3 - La persecución

El todoterreno tronó con fuerza en el arranque, mientras que Henry se dedicaba a quitar una espesa capa de hielo, que se había formado en los cristales delanteros. La noche había sido dura y muy fría, iban a tener que vigilar los tramos con hielo durante todo el descenso hasta el pueblo, estaba pensando Henry cuando Jack llegó al auto.

―Luna ya está encerrada – dijo después de subir al coche ―su tío se afanaba a rascar con un CD viejo el cristal del parabrisas cuidadosamente, su coche era algo que apreciaba mucho, si lo hubiese sabido, lo habría encerrado en el cobertizo, pero llegó tarde y no le apetecía demasiado tener que abrir a esas horas los pesados portones y volver a cerrarlos.

Iba a subir al coche cuando se quedó parado, pensando, con la mirada perdida en el horizonte y con su gesto típico de la mano rascándose la cabeza, algo debía habérsele olvidado, seguro.

Fueron solo unos instantes. Luego, sin mirar siquiera a su sobrino se dirigió a la casa distraído y volvió al momento con otro abrigo y una bufanda, diciendo para si, "ahora mejor".

Jack sonrió para si, mientras su tío entraba en el coche.

¡CLANK, CLANK!, algo golpeó la puerta y el suelo antes de que esta se cerrase.

―Ya podemos irnos – comentó Henry mirándole de forma intensa.

El auto se deslizó con rapidez por todo el camino de salida hasta encarar el tortuoso camino de tierra que llegaba hasta una pequeña ermita, que cuidaba una pareja de ancianos con mimo, allí tenían un pequeño bar que hacía de negocio y de casa. En alguna ocasión habían parado a desayunar antes de seguir bajando la montaña. Hoy no era uno de esos días.

Por el rabillo del ojo le pareció ver algo veloz cruzar su campo de visión. Giró la cabeza pero ya no pudo ver nada. No le dio mucha importancia, aunque ya estuvo más atento, con una pequeña punzada de inquietud rondándole.

Enfilaron ya hacia la carretera asfaltada al final de la recta, que les llevaría a una pequeña urbanización llamada "Casa Medina" que solía estar prácticamente vacía en invierno.

Mientras conducía, se le subió la manga a Henry y Jack observó que en su muñeca, ni en sus guantes de cuero parecía haber rastro del reloj plateado que solía llevar siempre su tío, no se había desprendido nunca de él.

―¿Será lo que se le ha caído al subir al coche? – pensó el chico mientras continuaba atento observando el paisaje, que pasaba más lentamente ante sus ojos, en cada curva cerrada que cogían.

A pesar de estar tan alejados de la ciudad, Utiel, no cambiaría por nada ese paisaje, esos bosques y la posibilidad de sentirlos como suyos cada noche, en la cual terminaba en su piedra preferida, mirando las estrellas, eso era algo único.

―Estás muy callado – dijo Henry sin apartar la vista de la carretera ―¿Qué piensas?

Su tío no era muy bueno en esto de las charlas intrascendentales, pero le agradecía el esfuerzo.

Pensaba en Carlos – mintió Jack – es un buen amigo, siempre sabe animar a alguien cuando está deprimido – hizo una pausa para coger aire, mientras realmente seguía alerta por esa mancha blanca que había cruzado la carretera de forma tan... veloz.

―Por cierto tío, ayer llegaste muy tarde, ¿No?

―Sí, estamos en una etapa algo delicada del experimento, hay que preparar todo con cuidado para el siguiente reinicio. Los cálculos, en su mayor parte, lo hacen los ordenadores, pero hay que revisarlo todo con cuidado – paró un momento antes de seguir ―¿Te apañaste bien para llegar a casa ayer?

―Bueno, la cuesta para subir con la bici es dura.

―Jajajajaja, empeñaste tú en bajar al pueblo después de que te recogiera del instituto, ya te dije que llegaría tarde.

―¡Ya! ―dijo secamente el chico – de aquí voy a ganar la vuelta ciclista a España.

―Un poco de ejercicio no te vendrá mal ―se encogió de hombros Henry. 

    




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