El Retorno del Emperador

38.- Esta vez, todo sería diferente

[.HENREY.]

La vela parpadeaba sobre mi escritorio, proyectando sombras en las paredes de mi habitación. Me incliné sobre el pergamino con sumo cuidado, sosteniendo la pluma con firmeza mientras trazaba con precisión la caligrafía elegante y fluida que imitaría la de un escriba oficial.

La carta estaba casi terminada.

"En un esfuerzo por fortalecer los lazos académicos entre nuestras naciones, el Reino de Occidente desea proponer un programa de intercambio entre jóvenes nobles con aptitudes mágicas..."

Mis labios se curvaron en una leve sonrisa de satisfacción. La idea era simple: si nadie me permitía estudiar en la academia de magia de Wilwol, entonces yo mismo forzaría la oportunidad.

El Imperio de Oriente era famoso por la calidad de sus magos, y yo... yo quería aprender de los mejores.

Hundí la pluma en la tinta para agregar los últimos detalles cuando, de repente, un golpe en la puerta interrumpió mi concentración.

Mi corazón se detuvo por un instante.

¡Maldita sea!

Rápidamente, doblé la carta y la deslicé bajo un montón de documentos antes de recomponerme.

—Adelante —concedí, asegurándome de que mi tono sonara despreocupado.

La puerta se abrió, y al ver quién estaba allí, mi expresión se tornó en una mezcla de sorpresa y confusión.

—¿Warton?

Mi hermano mayor, el heredero al trono, se apoyó en el umbral con los brazos cruzados sobre su pecho

Mi hermano mayor, el heredero al trono, se apoyó en el umbral con los brazos cruzados sobre su pecho. Llevaba su típico uniforme oscuro con detalles dorados, la tela ajustada a su figura delgada pero firme. Siempre tenía ese aire de nobleza que le era natural, pero hoy... hoy su mirada estaba más seria de lo usual.

No tardé en notar que no venía en son de paz.

—¿Qué quieres? —interrogué, ladeando la cabeza con desconfianza.

Warton avanzó un par de pasos dentro de la habitación, cerrando la puerta tras él.

—Me enteré de que estuviste con el hijo del rey de Bluhovan —soltó sin rodeos.

Un suspiro de fastidio escapó de mis labios.

—Sí, estuve con Ergi —admití sin vacilar—. ¿Y? No veo qué tiene de malo.

La mandíbula de Warton se tensó.

—Te prohibí acercarte a él.

Arqueé una ceja y me crucé de brazos, mirándolo directamente a los ojos.

—Ergi es mi amigo —rebatí con firmeza—. Además, tú no eres quién para darme órdenes.

Lo vi apretar los puños.

—Ese tipo no es una buena persona, Henrey —afirmó con severidad.

Solté una risa seca.

—¿Y tú qué sabes? Ni siquiera lo conoces bien.

—Tú tampoco —retrucó sin perder la compostura.

Incliné ligeramente la cabeza, evaluándolo con curiosidad.

—Te equivocas —repliqué con una media sonrisa—. Él es el único que me entiende.

Warton frunció el ceño, como si mis palabras le resultaran incomprensibles.

—¿A qué te refieres con eso?

Desvié la mirada por un instante antes de negar con la cabeza.

—A nada.

No era mentira, pero tampoco era toda la verdad. En realidad, Ergi no me caía bien del todo. Tenía un carácter difícil de descifrar, pero su manera de ver la vida me resultaba atractiva. Como él, yo tampoco era el heredero al trono. Éramos segundones. No teníamos el peso del reino sobre nuestros hombros, pero tampoco la libertad absoluta. Él lo entendía mejor que nadie.

Warton exhaló pesadamente y se pasó una mano por el rostro, como si intentara contener su frustración.

—Quiero que hablemos.

Eso sí que me desconcertó.

—¿Hablar? —repetí, entornando los ojos—. ¿Ahora quieres forzar una relación de hermanos?

Su expresión se tornó más sombría.

—No es eso... —susurró, y por primera vez, su voz no sonó autoritaria, sino... cansada.

Algo en su tono me inquietó.

—Entonces, ¿qué es? —insistí, cruzándome de brazos.

Warton me observó con una seriedad que no me gustó nada.

—Si muero joven... tú tomaras el trono. ¿Lo sabes verdad?

Mi cuerpo se tensó.

Su afirmación no era una suposición sin fundamento. Sabía que estaba enfermo. Desde hace tiempo, su salud no era la mejor, aunque siempre intentaba disimularlo.

Pero escucharlo decirlo con tanta tranquilidad me estremeció.

—No quiero el trono —repuse sin dudarlo—. Tengo otras prioridades.

Mi hermano me analizó en silencio por un momento, y luego, para mi sorpresa, sonrió.

—¿Prioridades?

Mi boca se entreabrió, y por un instante, dudé en responder.

Si se lo decía, tal vez podría ayudarme.

Inspiré hondo antes de confesar:

—Quiero estudiar en la academia de magia de Wilwol.

Warton parpadeó, genuinamente sorprendido.

—¿Wilwol?

Asentí con determinación.

—Quiero manejar mejor mi don.

No tenía que especificar a qué me refería. Sabía que él lo entendía.

El don de poder transformarme en un águila dorada... era parte de mí, pero aún no lo controlaba por completo.

Warton se quedó en silencio por unos segundos, procesando la información. Luego, asintió lentamente.

—Invitamos a la familia imperial de Oriente a tu cumpleaños —mencionó con calma—. Intentaré hablar con el emperador Osis III para pedírselo formalmente.

Mi corazón dio un vuelco.

—¿De verdad lo harías? —indagué con cierta incredulidad.

Mi hermano sonrió con un deje de complicidad.

—Claro —afirmó—. No veo por qué no debería ayudarte.

Por un momento, no supe qué decir.

Nunca imaginé que Warton, de todas las personas, apoyaría mi idea.




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