El rey de las nubes

Cantemos nuestro sentimientos

En solo un mes después de que me confesó que viajaríamos, puse todos mis papeles en regla. Fabián me llevaba casi todas las semanas a la ciudad para realizar los trámites que necesitábamos. Ya faltaba poco para el gran viaje; una y otra vez me lo recordaba entre apapachos.

Luego de que él comprara los boletos, ya teníamos todo preparado para el gran día. Algo que nos preocupaba era que el hotel al que mi novio tenía estimado que nos alojaríamos, no tenía disponibilidad durante los días en que nos encontraríamos allí. Se decepcionó mucho ya que tenía muchas ilusiones con ese hotel en específico. Personalmente no me importaba, solo quería una cama para tumbarme una vez que llegáramos.

En Internet revisamos varias posadas en las afueras de la ciudad, y hubo una asequible y cómoda que nos convenció. Fabián se encargó de llamar y preparar nuestra llegada y yo no dejaba de temblar para que llegara el día finalmente.

Por supuesto, en el trabajo notifiqué que me gustaría adelantar mis vacaciones ya que no estaría en el país unos días. Mi jefe lució extrañado y dijo que mi padre no le había dicho que iríamos de vacaciones. «No me voy con mi familia», le dije, con una ceja levantada. Él se cruzó de brazos y lo tomó como que me iría con mis amigos, no le quise explicar más allá y eso mismo le di a entender.

Replicó que mis vacaciones permitidas legalmente son de solo dos semanas, que no podría irme un mes o más porque sería motivo de despido. Y pensé «¿Me importa?», no. Lo único que me importaba era Fabián. Mi mente solo giraba en que quería aprovechar cada segundo con él, explorar el mundo a su lado, vivir las mejores experiencias de mi vida junto a él; por eso renuncié.

Mi jefe me pidió ser sensato o algo así, no lo escuché, solo le pedí que me diera mi último pago y sin rechistar, lo hizo. Salí de su oficina sin el equipo de protección que siempre se debe usar, ya que los dejé en su escritorio, y el señor Edgar me llamó un par de veces intentando indagar en qué había sucedido. Grité que había renunciado, enfrente de todos, y les deseé un buen día.

Llamé a Teo y a Susana y les dije que fuéramos a la noche de karaoke que ofrecía el bar del centro. Teo accedió pero que no se subiría a cantar. Susana me impuso la condición de que iría solo si cantaba con ella, a lo que le dije que sí, entre risas.

Horas después, mi novio y yo estábamos listos para salir, era nuestra última salida antes del gran viaje, solo que mis amigos no lo sabían, y tenía pensado decirles allí mismo.

Pasamos recogiéndoles en el auto y nos dirigimos enseguida al bar. Habían bastantes vehículos aparcados alrededor, y nos encontramos con unos conocidos de la universidad, entre ellos, Mónica, que estaba con su grupo de amistades. Nos sentamos en mesas aproximadas y el novio de Susana pidió cervezas para todos, pero ella le pidió al camarero que a mí me trajera vodka, ya que sabía que no me gusta la cerveza. Le lancé un beso al aire por el gesto.

Durante la noche, muchas personas se subieron a mostrar su talento en el canto; en solitario, pareja o en grupo, y otros simplemente cantaban tan desafinado como les fuera posible, causando risas entre el público y el propio cantante. Aproveché un momento para acercarme a mis amigos y decirles que me iría de viaje con Fabián, al país del castillo en el lago.

—¿¡Cuándo!? —preguntó exaltada Susana.

—Mañana en la noche —respondí. 

Ella y Teo gritaron de emoción y me abrazaron, deseándome un feliz viaje y que aprovechara todos los días al máximo. Además, Susana se acercó y me dijo que si no rompíamos la cama del hotel, el viaje sería un fracaso. Teo me miró pasmado y yo solo me reí a carcajadas.

No había notado que Mónica estaba lo suficientemente cerca como para escuchar y volteó enseguida a preguntar si era cierto eso. Le respondí que sí, y su rostro fue como de sorpresa fingida, a lo que yo fruncí mi ceño en respuesta.

—Es que... las inscripciones para este semestre están próximas, y nuestra suspensión ya acabó, ¿qué pasará con la universidad?

—No me mudaré, Mónica, es solo un viaje. Además, la universidad es lo último que me importa en estos momentos.

Ella se encogió de hombros sin estar muy de acuerdo y volvió con su grupo.

Susana restándole importancia a lo que acababa de suceder con Mónica, nos dijo a mi novio y a mí que nuestras bebidas las pagaría ella para celebrar. Teo la miró sobre el hombro e hizo un puchero, ella luego de un resoplido, también dijo que invitaría a Teo. Todos alzamos nuestras bebidas y brindamos.

La noche transcurrió entre risas, tragos y besos entre mi novio y yo. Todo marchaba excelentemente. Me di cuenta que Susana corrió a hablar con los muchachos que manejaban el karaoke y luego se subía al escenario. Temí lo peor en ese momento.

—¡Y ahora, cantando a dueto, subirán al escenario Susana y Elvis! —anunciaron por el micrófono. De inmediato, un reflector apuntó hacia mí.

Todos aplaudían, Susana saltaba una y otra vez cantando mi nombre, y mi novio me besó la mano y me dio el pequeño empujón que necesitaba para caminar. Intentaba que no se notara los tragos que ya llevaba en mi organismo. Subí al escenario y mi amiga me abrazó y levantó mi mano en el aire.

Le pregunté qué cantaríamos y me dijo que era una de nuestras favoritas: «Además, la escogí pensando en ti y en Fabián», soltó con cierto brillo de emoción en sus ojitos. Indagué en mi mente repetidas veces para adivinar cuál sería, hasta que comenzó la tonada.

«Sus ojos eran como el mar, misteriosos, fascinantes..

Comencé algo desincronizado, totalmente inesperado que sonara esa canción, pero rápidamente sonamos a una misma voz. Era una canción relajada, pero me parecía excelente, no podía con una tan acelerada o que implicara moverse mucho. Me mantenía estático en mi lugar mientras Susana daba vueltas sobre mí. La luz encandilante del reflector me ponía nervioso y no me podía concentrar como quería.



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En el texto hay: juvenil, romance, lgbt

Editado: 22.05.2024

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