El Rey De Los Dioses

Capítulo 10 Nuevo hogar

—Necesito encontrar a alguien para que me ayude a sobrevivir en este oscuro lugar, sobre todo en las zonas oscuras, lugares peligrosos o de amenazas que puedan dañarme. —Dijo Justin con un poco de miedo de que algo pudiera aparecer en ese sitio.

 

 

Era de noche las estrellas se reflejaban en todo el cielo, era como estar en casa, como estar en nuestro planeta, la tierra.

 

 

 

 

 

 

 

La oscuridad llegaba a cada rincón de ahí, no había luna, solo estrellas. De repente a lo lejos se vio un destello, como una explosión sin ruido; los árboles taparon el lugar donde provenía el destello. ¿Qué era eso? ¿Quién lo hizo? Era lo que se le venía a la mente a Justin en ese momento.

 

 

 

Justin encontró una pequeña cueva en esa parte, así que se quedó por el resto de la noche ahí, descansando para mañana buscar a alguien que lo pudiera ayudar.

 

 

 

 

 

 

 

Justin se quedó dormido, las horas pasaban, pero cuando Justin despertó era de noche todavía.

 

 

 

Él fue hacia donde vio aquel destello, fue así cuando vio un lugar lleno de distintas personas.

 

 

 

El lugar era como una ciudad, pero distinta, más mágica, más colorida, era como estar en un sueño, había montañas y lugares parecidos a la tierra, llanuras, montañas, volcanes y demás cosas, pero todo era mucho más grande, más arreglado y acomodado para que el lugar fuera natural pero a la vez hecho artificialmente.

 

 

 

Fue así cuando vio la montaña del dios de las maldiciones, imponente y grande como la última vez. Él subió a la montaña para buscarlo, al llegar a la cima él puso su mano en el pilar en el cual había puesto su mano Osco antes.

 

 

 

Pero esta vez no funcionó y de una pequeña radio de piedra se escuchó la voz del dios de las maldiciones diciendo:

 

 

 

—¿Quién se atreve a subir a mi gran montaña?

 

 

 

—Soy yo Justin, el sobrino de Osco —Dijo él confundido por el aparato por el que le habló.

 

 

 

El dios de las maldiciones reconoció la voz de él y le abrió las puertas de su casa.

 

 

 

El niño entró y, el señor le dijo que se sentara en sus sillones y que estuviera cómodo.

 

 

 

La cueva por dentro era acogedora, tenía antorchas que iluminaban, una fogata y demás cosas.

 

 

 

—¿Dónde están los demás? ¿Se perdieron en el camino? —Dijo el dios de las maldiciones confundido.

 

 

 

—Es difícil decir esto… Pero, el rey los mató, borró a Kyta, a Osco y mandó a Leonard a la tierra. —Dijo Justin triste en el fondo por haber mentido sobre lo de Osco.

 

 

 

—¿¡Que!? Eso no es posible, otra vez…

 

 

 

—¿Otra vez?

 

 

 

—Sí, ya ha matado a 7 dioses sin razón aparente, ohh que descanse en paz, por lo menos ya no lo va a atormentar el dios del fuego.

 

 

 

—Pero necesito algo… —Dijo Justin para intentar empezar su plan.

 

 

 

—Dímelo, yo te ayudo.

 

 

 

—¿Cuántos dioses conoces?

 

 

 

—Ohh, a todos los veintitrés mil, también conozco a los doscientos treinta millones de ángeles y a los seis dioses supremos.

 

 

 

—Amm… ¿Está bien, eres popular o algo?

 

 

 

—Sí, todos me conocen y yo los conozco, desde pequeños, nuestros ángeles nos llevaban a conocernos y eso, jugábamos juntos siempre, todos reunidos.

 

 

 

—Ahh, he visto en el periódico una historieta parecida a este lugar, así que ¿los ángeles son sus entrenadores o algo así?

 

 

 

—Ohh no, ellos son primero nuestros cuidadores y luego son nuestros servidores, para hacer misiones, conseguir cosas y demás cosas, pero yo no soy de explotarlos, yo soy más de dejarlos libres y luego si necesito algo les pido.

 

 

 

—Entiendo, necesito que me lleves a conocer a los demás dioses por favor.

 

 

 

—Está bien, pero, ¿qué quieres hacer con ellos?

 

 

 

—Ya lo verás, por favor llévame.

 

 

 

El dios de las maldiciones llevó a Justin al centro de la ciudad donde estaban muchos de sus amigos dioses, fue así cuando en el cielo se vio algo que caía, como un meteorito.

 

 

 

Cuando estaba a punto de caer se vio a alguien gris y, también, a alguien rojo, no parecían personas, eran como animales.

 

 

 

Cuando cayeron estaba la señoreta Mene y un gato rojo al lado.

 

 

 

—¡Atrás! ¿Quiénes son ustedes y qué hacen aquí? —Dijo el dios de las maldiciones.

 

 

 

—¡Mene viniste!

 

 

 

—¿La conoces?

 

 

 

—Sí ella es…

 

 

 

—¡Ayuda! ¡Mi madre me va a matar! —Dijo Mene asustada y agitada.

 

 

 

—¡Ven aquí jovencita!

 

 

 

—¿Cómo? ¿Es tu madre? —Dijo Justin confundido

 

 

 

—Deja a la niña y vete, este es nuestro mundo, no puedes hacer nad…

 

 

 

Una ráfaga de viento muy fuerte se hizo presente y, se vio a alguien que se posicionó en frente del dios de las maldiciones, alguien imponente, aquella gata blanca que estaba en la tierra buscando a Mene, esa era Blanqueta, su hermana.



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En el texto hay: poder, magia, medieval

Editado: 25.06.2023

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