Como cada día, cuando mi Laura volvía, solo me bastaba con mirarla fijamente con ojitos tiernos, para hacer que se rindiera y acabara dándome mimos en la barriga. Ese podía considerarse mi momento favorito del día desde que me adoptó.
Como cada día, al volver del trabajo, solía tumbarme en el sofá, cansada por la rutina pero sabía que en unos segundos, Luna aparecía delante de mí ladrándome alegremente y poniéndome esa carita. La dejo subirse y la comienzo a acariciar, sintiéndome más acompañada que nunca. Y sin saberlo, ambas compartían el mismo pensamiento.
<<¿Qué sería de mí sin ella?>>