Once de julio…
Las siguientes dos semanas transcurren con normalidad. Por las mañanas me hago cargo de mis hermanos mientras mis padres están en la tienda de toldos trabajando, y por la tarde noche salgo con Yago, su, por fin, novia, y las amigas de ella.
No todas.
Es cierto, la mocosa no ha aparecido ni una vez. Mejor así.
A las seis de la tarde salgo de casa y paso a buscar a mi amigo, como cada día. Chocamos las manos y veo a Mar aparecer detrás de él.
- ¿Qué pasa?- pregunto dándome cuenta de que al parecer no vamos a seguir el plan, como las últimas semanas, cuando Yago y yo cogíamos el tren, íbamos a Santa Coloma y pasábamos la tarde y prácticamente la noche con Eva, Raquel y Mar.
- Ha surgido algo.
- Operaron a Ariadna ayer por la noche.- me informa mi amigo, al ver que Mar no va a volver a abrir la boca para hablar del tema- Fue a la fábrica de su madre a recoger unas cuantas cajas que necesitaban. Cuando pasó por la cadena de montaje se tropezó y cayó directa al suelo. En ese momento, notó al caerse algo arañarle por la parte de las costillas, pero no le dio importancia. Al llegar a casa, se percató que corría por su torso un hilo abundante de sangre. Por lo que se ve, la herida se le había abierto más, en cuestión de minutos. La ingresaron, le hicieron pruebas… Con lo que se rasgó la piel fue con un hierro que se encontraba por el suelo, estaba infectado. Le han tenido que limpiar la herida con mucho cuidado, ponerle vacunas y unos cuantos puntos.- explica.
Nos subimos al coche, yo con los pelos de punta. Soy bastante aprensivo.
- Lo siento por no avisar, no te quería meter en un compromiso.- Mar se disculpa desde la parte delantera del coche.
- Tranquila.- respondo, viendo lo preocupada que está por su amiga- He ido a muchos hospitales, tengo cuatro hermanos.
- Ya…- carraspea- El problema es que está en su casa, desde esta mañana.
- Me puedo esperar abajo.
- No.- responde de inmediato- Sus padres creen que está bien que vaya más gente, dicen que si no acabará subiéndose por las paredes. Se aburre mucho.
Apuntó de llegar a lo que creo que es su calle, la rubia vuelve a hablar.
- Solo lo decía porque igual no te hacía gracia, quiero decir, había mucha tensión entre vosotros la última vez.
La miro, pero no contesto, en fin, ¿qué se le contesta a eso?
Sí, oye que tu amiga no me cayó… y hablando de caer, ¿qué tan patosa debe ser como para hacerse una herida, tropezándose, que tienen que coser? Por no hablar de que te has clavado un hierro y no te has enterado, claro.
Pensándolo bien y viendo la mirada que me echa Yago por el espejo retrovisor, mantengo mi boca cerrada.
La cara de Ariadna, al verme entrar por la puerta, me deja claro que tiene las mismas ganas de verme que yo a ella.
Al entrar por la puerta, sus padres, Mila y Vicenç, nos reciben con una sonrisa y un agradecimiento por venir a ver a la insoportable y culo inquieto de su hija, palabras de sus padres, no mías.
- Nosotros nos vamos ya.- Vicenç se despide de su hija con un beso en la cabeza- Lo siento por no poder quedarnos en las circunstancias que estás, cariño.
- No os preocupéis, tenéis reserva en el hotel desde hace meses. Disfrutar.- contesta ella y sus padres asienten.
- Chicos, es un placer conoceros.- Mila se acerca a Yago y a mí a darnos dos besos, Vicenç un apretón de manos.
- Mar, ya sabes. Si quieres quedarte estos cuatro días que estamos fuera a dormir con Ari, eres bienvenida.- gritan ambos desde la entrada.
- Sí. Pasadlo bien.
La puerta de la entrada se cierra y Ariadna hace el ademán de levantarse, por quinta vez desde que estamos aquí.
- Quieres quedarte quieta.- su amiga la empuja del hombro para que vuelva al sofá.
- Tengo hambre.
- Yago, acompáñame a la cocina a buscarle algo. Erik,- me mira y entrecierra los ojos- vigila que no se levante.
Ruedo los ojos, aburrido y me siento al lado de la mocosa. Ella me mira de reojo, pero no abre la boca.
- Estaba pensando, que quizá tengo que cambiar lo de mocosa por torpe.
- Vete al infierno, Erik.- murmura y al instante se pone roja como arrepintiéndose de sus palabras.
La miro sorprendido intentando contener una carcajada.
- Estoy en el infierno desde que nuestros amigos decidieron presentarnos.