Veintiuno de julio…
Viernes por la mañana, mis padres se fueron ayer con mis tíos y Mar ha salido esta mañana temprano. Yo llevo seis horas en la joyería, ocupándome de toda ella (durante la ausencia de Jose), aunque tenga fiesta. Furia no está en la tienda, cosa que me aburre bastante, mi amiga no está en el pueblo, cosa que me aburre el doble, y hoy no hay apenas faena, cosa que me aburre el triple.
Las campanas suenan sonrio en dirección a la entrada. Al verlo mi sonrisa vacila bastante, la suya, ni aparece.
- Podría decir que es una sorpresa verte aquí, pero Mar me lo ha dicho.
- ¿Qué quieres?- pregunto.
- Directo y sin anestesia.- se acerca lentamente, mirando a su alrededor. Da un paso más cerca, pero las campanas llaman nuestra atención. Ambos giramos en dirección a la puerta, donde se asoma una madre con su hija.
- Hola, ¿qué se les ofrece?- pregunto, ignorando al sujeto que ahora inspecciona los collares que hay a la derecha de la tienda.
- Venimos a ver si le podrías arreglar la cadena a mi hija.- me la tiende. Es una cadena de plata preciosa, que tiene en medio una margarita del mismo color. Le falta una parte del cierre.
- Qué bonita.- miro a la niña- Que buen gusto tienes, la margarita también es mi flor preferida.
Erik, detrás de ellas, me mira como diciendo: Qué sorpresa y coincidencia que tengas los mismos gustos que una niña de siete años.
- ¿Crees que se puede solucionar?- pregunta la adulta- Lleva dos horas llorando porque es su colgante preferido.
Me acerco a la pequeña y me agacho.
- Tiene reparo.- aseguró- Este finde está cerrado, pero el martes tendrás tu collar de vuelta, guapísima.
- Gracias.
- No hay de qué.- vuelvo a levantarme- No hace falta que me pagues ahora. Cuando tenga la cadena, mejor.
- Prefecto. Buena tarde.
- Que educada y maja eres cuando te lo propones, mocosa.
- Lo soy siempre.
- Menos conmigo.
- Lo soy con todo el mundo. Contigo también lo intenté.
- No lo recuerdo.
- ¿Qué es lo que quieres, Erik?
- Hablar contigo.
- Seguro que tienes cosas más interesantes que hacer, igual que yo.
- Sí, pero esas cosas no son lo que quiero. ¿A qué hora acabas?- da un paso en mi dirección.
- En una hora.- da otro paso.
- Bien.- otro paso- Te esperaré fuera.- se da la vuelta y sale por la puerta.
- Espera, ¿qué?- ya se ha ido.
¿He estado conteniendo el aire todo este rato? Me quedo mirando la puerta y respirando de nuevo.
Como ha dicho, está sentado delante de la tienda. Cuando me ve se levanta y se acerca.
- Te acompaño a tu casa.
No creo que él sepa el poco recorrido que hay hasta mi casa. Si no empieza a hablar ya, lo tendremos que hacer en mi portal.
- ¿Me vas a decir algo? ¿O solo me harás de escolta?- levanto la comisura de los labios mirándolo.
- Una tregua.- arqueo la ceja- Quiero una tregua, empezamos bastante mal desde el principio.
- Es una broma.
- Lo digo en serio. Intentaré no meterme contigo ni ignorarte.
- Bueno…
- ¿Bueno?
- Lo acepto, pero si lo que quieres es que nos llevemos bien, eso va a ser complicado. Nuestros caracteres son muy distintos.
- ¿Eso cómo lo sabes?- pregunta cuando me paro delante de mi portal.
Me retuerzo los dedos antes de sacar las llaves.
- ¿Quieres subir?- me mira sorprendido- Hace rato pasó la hora de comer, y contando que en tu familia hay un niño pequeño, seguro que no te han esperado.- hablo con rapidez- Aunque si no quieres no pasa nada.
- Está bien.- asiento- Siempre y cuando no me intoxiques.
Quiero seguirle la broma, pero no sé si es broma, ya que cuando me giro hacia él, está serio, como de costumbre.
- Voy a hacer macarrones.- le digo y asiente.
Se ha sentado en una banqueta alrededor de la mesa de la cocina.
- Ahora que nos llevamos bien, podrías contarme algo de ti.- intento mantener la calma mientras busco todo lo que necesito para cocinar, noto su mirada encima de mí todo el rato.
- Nos llevamos bien.- saborea- Eso es un poco precipitado de decir.
Carraspeo y después de unos minutos de silencio vuelvo a hablar.
- Siempre estás muy serio.- digo lo primero que se me viene a la cabeza.
- No es verdad.
- Sí, lo es. Hay veces que sonríes de lado.- admito- Pero después tu cara se torna seria.