El romance perfecto

VIII

Veinticuatro de julio…

 

¿Que me aborrecía? Cómo coño fui capaz de decir eso, si hacía tiempo que no me quedaba mirando a una tía hablar de algo que le gustase.

Me voy por las ramas, recapitulemos. Hoy es lunes. Hace unos días, fui a ver a Ariadna a la tienda donde trabajaba. El motivo principal: Todos los de mi grupo estaban fuera, igual que Raquel y Eva. Mis dos oportunidades de lío se habían ido hasta septiembre.

Como soy incapaz de convivir un día entero con mis hermanos, decidí ir a ver a la única persona conocida, cerca de mi ubicación. ¿La excusa? Una tregua.

Si tenía que ser de las pocas personas con las que me iba a relacionar durante el verano, aparte de Yago y Mar, mejor llevarnos bien.

Una cosa llevó a la otra y acabamos delante de su portal con ella ofreciéndome entrar. Me enseñó la casa, su habitación (mucho más grande que la mía) y nos sentamos a comer unos macarrones deliciosos que había hecho en cuestión de minutos. En ningún momento me pasó desapercibido la manía de retorcerse los dedos o aguantar la respiración que tenía. ¿El motivo? No tengo ni la menor idea.

A lo que iba, comiendo, se puso a divagar sobre sus libros, especialmente Orgullo y Prejuicio. Me quedé mirando la manera que tenía de arrugar la nariz y fruncir los labios, como miraba a cualquier sitio que no fuese yo… Era gracioso verla tan nerviosa.  Al levantar la mirada, debió percatarse de la manera en que yo la miraba (que no sé exactamente cuál es) porque se le tiñeron las mejillas, se apartó un mechón de pelo de la cara y me preguntó: ¿Qué pasa?

¿Mi respuesta? Pues lo que decía al principio, que me aborrecía. Quise retirar lo que dije al instante, a pesar de ello, me callé y volví a mi expresión, según ella, seria.

Esta noche salimos los cuatro al pub de siempre. Salgo de casa avisando a mi madre que llegaré tarde y paso con la furgoneta por casa de Yago.

- ¿Cómo ha ido la luna de miel?- le pregunto en tono de burla haciendo referencia la salida familiar con Mar.

- No mejor que la nuestra, princesa.

Soltamos una carcajada y le pregunto por su familia. Me cuenta cómo está su hermana, su tío Jim, la tía Julia…

 

- Allí están.- señala unos sillones cerca de la barra.

Cuando nos acercamos, Ariadna se levanta y se dirige a la barra sin vernos. Mis ojos recorren su cuerpo una vez estamos sentados con Mar. Ella se acerca con bebidas en la mano, lleva unos tejanos de tiro alto negros que se ciñen a sus curvas, y una banda blanca, fruncida, que se ajusta a sus pechos. 

- Hola.- le sonríe a Yago.

- Hola Ari, ¿cómo va todo?

Ariadna asiente con la cabeza en su dirección y sus gafas se le resbalan unos milímetros por su nariz. Me tomo un momento para mirarla, no lleva nada en la cara, ni tan solo pintalabios.

- ¿Qué miras?- pregunta grotesca, sentándose a mi lado, dejando a la pareja besucona a nuestra derecha.

- A ti. ¿No puedes ser como las demás?, ponerte vestidos y maquillarte.

- No voy a perder el tiempo diciéndote que me parece un comentario un tanto machista por tu parte.

- No tiene nada de machista, eres rara.

- Opto por la comodidad, si eso te parece raro,- se encoge de hombros- es lo que hay.

- Me voy a bailar.- pega un trago de su vaso- Mar…- llama a su amiga, pero esta está demasiado ocupada con mi amigo.

Me levanto delante de ella y se me queda mirando.

- ¿Qué sucede, mocosa? Yo también voy a bailar.

- Vale. 

- No voy a bailar contigo.- informo, acercándome por detrás.

Abre y cierra la boca sin saber qué decir.

- Tampoco es que lo quisiese.- responde, al fin.

Al mezclarnos con la gente, nos separamos lo suficiente como para que ella no me vea, pero viceversa sí. Brinca y baila al ritmo de la música tecno que se escucha de la misma manera que yo. 

Tal vez sois parecidos.

En este aspecto, puede ser, pero en el resto de cosas no. Todo lo que yo tengo de amargo, ella lo tiene de dulce, todo lo que yo tengo de atractivo, ella lo tiene de guapa natural (que por cierto son cosas muy distintas), todo lo que yo tengo de mujeriego, ella lo tiene de reservada.

Los polos opuestos se atraen.

¿No era que nos parecíamos?

¿No era que en ese aspecto sí, pero en lo otro no?




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