El romance perfecto

XIII

 

Seis de septiembre… 

 

Las campanas de la tienda suenan, sobre mí, al abrir la puerta. Los ojos de la morena me recorren de arriba abajo. Hago lo mismo con ella, tiene el pelo atado en un moño, de parte de arriba lleva una prenda ajustada de hombros descubiertos, y abajo unos pantalones de chándal. 

- Hoy me tocaba trabajar en la trastienda, no de cara al público. Por eso las pintas.- ladea la cabeza, soltando la goma que tiene en el pelo y dejando su larga cabellera caer por su espalda- Mi tío se ha tenido que ir a recoger a mi prima del aeropuerto.- se encoge de hombros- Estoy sola.

 - Ahora estoy yo.- repiqueteo mis dedos sobre el mostrador.

- ¿Qué haces aquí?

- He dejado a mi hermano en el colegio, hoy era su primer día.- deja escapar una exclamación, sonriendo- Luego he ido a mi casa, he llamado a Yago para ver si estaba haciendo algo, pero estaba ocupado con tu queridísima amiga. Eres la última opción.- admito.

- Qué considerado. Acabo en media hora, si quieres puedes esperar aquí dentro. No creo que venga más gente a estas horas.

 

Los siguientes treinta minutos la veo arreglar colgantes, limpiar moldes, colocar joyas… Se mueve con mucha facilidad por toda la tienda, podría decir que incluso de manera monótona. 

- ¿Tienes algo que hacer?- pregunto saliendo de la tienda.

- No, mis padres están en la fábrica y mi hermano en la universidad.

- ¿Qué estudia?

- Administración empresarial.

- ¿Tú no trabajabas en la fábrica?

- Hablé con mis padres. Hasta que no acabe el año que me queda del ciclo de diseño de joyas, no me meteré, de nuevo, ahí.- algo en su forma de decirlo, me hace creer que no quiere volver ni cuando acabe el curso.

- Vamos a ir a un sitio. De camino pararemos a comer.

 

- ¿Cómo has descubierto este sitio?

- Es una hamburguesería normal. No lo digas como si fuese el mayor descubrimiento.

- Para mí lo es. No sabes cuánto hacía que no comía una tan buena.- Yo no respondo. Mi lado mal pensante está a punto- Vamos a hacer algo. Cada vez que alguno de nosotros dé un bocado de la comida, tendrá que responder una pregunta del otro.- mastica una patata.

- Respóndeme.- señalo- Comida preferida.

- Tortilla de patatas.- pongo una mueca.

- Voy a ignorar eso.- baja su mirada a mi boca, que ahora le da un mordisco a la hamburguesa- Si pudieses escoger un superpoder, ¿cuál sería?

- ¿Es que no puedes hacer preguntas normales?

- No. No conoces a alguien preguntándole su color preferido. Contesta.- demanda.

- Ser invisible.

- ¿Por qué?

- Me toca a mí. Color preferido.

- No tienes gracia.- ríe bajo la nariz.

- Parece ser que sí.

- Azul.- responde a mi pregunta.

- ¿Te has enamorado alguna vez?

- Mocosa, deja de ser tan compleja.

- Yo he respondido, te toca.

- Me he enamorado, sí.

- No pareces esa clase de chico. ¿De quién? ¿Cuándo? 

- Eso son dos preguntas. Y ya no me queda nada más que comerme.- la miro- ¿No?

Sus mejillas se tiñen de rojo intenso, sonrío con satisfacción.

 

- Es raro que de repente nos llevemos tan bien, en comparación a antes.- murmura. 

Estamos dentro del coche subiendo, por las curvas que conozco tan bien. La miro de reojo.

- No lo es, Ariadna. La vida es así, sencilla. Un día odias a una persona, y al siguiente ya no tanto.

- Hablas poco.

- Es porque no tengo nada que decir. 

- ¿A dónde vamos?

- Por lo que se ve, tú hablas por los dos. Ahora lo verás, baja del coche. Vamos.

- Esto es un hospital.

- Correcto, pero no tengo especial ganas en enseñarte un hospital.

Me sigue de muy cerca. Subimos unos escalones, nos adentramos entre unos arbustos y seguimos caminando. Estamos a unos metros de llegar cuando la mano de Ariadna se adhiere a la mía.




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