Esta era la ultima vez que ese demonio le ponía una mano encima a otra mujer inocente, estaba tan enojada, que no sentí miedo, no se como me olvidé del terror que le tenía a ese ente demoniaco, pero mi furia y mi sentimiento de indignación me llevaron ante él para enfrentarlo cara a cara, esta vez no me temblarían los huesos, estaba dispuesta amenazarlo, decirle que ya no estaba asustada y que dejara en paz a Frida a menos que quisiera conocer de lo que era capaz.
Ahora entiendo que fue una completa locura, ya era demasiado tarde cuando recordé que no tenía ningún super poder o habilidad como para impedir que nos cazara, aun así no quería que esa noche se llevara a Frida, así que una vez que estuve frente a la mansión, respiré profundo y entré.
Cabe resaltar que a estas alturas, las visitas a la casona estaban suspendidas de manera indefinida, había letreros de advertencia, mucha tinta amarilla, esto con la intención de que el romeo de sangre no tuviera manera alguna de conseguir nuevas víctimas, lo cual era bastante inútil conocido que ahora tenía el poder de manifestarse en cualquier parte de san Isidro, pero aun seguía limitado a ese perímetro, si el romeo de sangre conseguía más poder, sería capaz de abarcar más territorio donde podría atraer a todo tipo de mujeres a su lecho demoniaco, solo para alimentare de ellas.
—Muy bien, ya estoy aquí, no me iré sin escupirte a la cara maldito bastardo…
En un abrir y cerrar de ojos, Ángela fue transportada de la entrada de la casona hasta el interior de la alcoba donde el romeo de sangre cometía todas sus atrocidades, el susto siempre era el mismo, era inexplicable la manera en la que el demonio las movía a cualquier parte de la habitación, era como si fuese arde de él una extensión de su cuerpo o algo así.
—¿Por que estás tan enojada conmigo amada mía?—le preguntó el súcubo mientras la tomaba de la cintura y le mordía la oreja, él estaba detrás de ella.
—¡Quítame las manos de encima! Maldito demonio…como pudiste hacerle eso a mi amiga ¡no puede ni levantarse del sofá! Desgraciado ¡no vuelvas a ponerle una mano encima! ¿Me escuchaste?—le advirtió Ángela enardecida y abofeteó al súcubo dejándolo con una sonrisa en el rostro.
Esto desconcertó mucho a Ángela, pues pensó que esta acción le costaría la vida.
—¿Por que sonríes? No te burles de mí…
—No lo hago, jamás me reiría de mi primer amor.—le dijo el hermoso demonio mientras sonreía de lado.
—¿Qué? ¿De que estás hablando?
—Fuiste tu quien me despertó nuevamente, con tu corazón roto, tu frustración, tu deseo ferviente de ser amada y complacida por un verdadero amante, querías ser la protagonista de un cuento de horror, donde la muerte y la desesperación fueran los guiones principales, tu eres la responsable de que haya despertado de nuevo, fuiste mi primer amante después de mucho tiempo, mi favorita, la única que a pesar de temerme me visita con el coraje de defender aquello que no puede, de detener algo inevitable.
—Yo no te desperté, fue esa mujer que te invocó hace más de seiscientos años, ella fue la responsable de maldecir a todo un pueblo por su desesperación de ser amada.
—No tienes por que sentir vergüenza, ni debes estar celosa por que busque a otras mujeres, fuiste y siempre serás la primera para mí, aun por encima de la que me invocó por primera vez.
—No te equivoques, yo no quiero tu falso amor, mentiroso, embustero, maldito…
El Romeo de sangre la jaló hacia él de al cintura y la besó apasionadamente mientras le iba quitando la ropa lentamente.
—No, no quiero que me robes la vida miserable garrapata…—era intuí resistirse, la atracción hacia el demonio era incontrolable, el deseo la llamaba, la manera en al que la seducía, era una batalla perdida, así que tenía que ser más inteligente que él y pensar como lo haría ele Teseo en persona.
—No lo haré, ya te lo dije, eres mi amante, la única que me importa, déjame satisfacer tus fantasías, quiero que te olvides de una vez por todas de ese santo que no te merece.
—Eso se lo dices a todas ¿no es así? Que las amas, que son las únicas para ti, pero yo no te creo, si fuera así no buscarías a más mujeres, te bastaría conmigo solamente.
—Solo quiero hacerme más fuerte, para poder estar contigo por la eternidad.
—¿A sí? ¿No eres suficientemente fuerte ya? Puedes usar la mansión a tu conveniencia, ya has consumido la vida de muchas mujeres, puedes salir de la mansión ahora ¿que más quieres?
—Poder ir a donde tu vayas, manifestarme en cualquier lugar, a cualquier hora, pasar la eternidad contigo.
—Mentiroso, solo quieres asesinar a más mujeres, satisfacer tu lujuria con todas las virgenes posibles, yo no duro una eternidad y lo sabes, soy humana.
—Entonces te haré como yo, así vivirás para siempre, recolectare más poder y te lo daré, vendrás conmigo al infierno y vagaremos en busca de libertad hasta que encontremos descanso, tu y yo.
—¿como harás eso?—le preguntó Ángela aterrada.
—Ya lo veras.
—Si lo que dices es cierto…entonces tengo una condición para irme contigo y ser igual que tu…
—Que valiente ¿Y cual es tu condición? Deja en paz a las mujeres de este pueblo, deja a Frida ya, si le haces daño te odiare y no te amaré genuinamente, aceptare irme contigo a donde quieras si aceptas dejar a mi pueblo y mi gente en paz.
—Lo pensaré después de hacerte el amor.
El Romeo de sangre disfrutó de Ángela hasta muy entrada la noche, todos estaban muy preocupados por ella, buscándola por todas partes, incluso entraron a la mansión y no encontraron nada.
Ángela apareció en su cama, desanuda sin moretones y con una sonrisa en el rostro.
—Dijo la verdad…esa bestia realmente me quiere para él…el demonio tiene una debilidad y soy yo jajaja…—se dijo Ángela en sus adentros.