El Sacramento

Capítulo VIII

"¿Hacia donde está la salida?
          Hacia adelante."
                                 G. R. R. Martin

       ****

   Donde estaba la salida estaba la entrada y junto había un monstruo

          ~~Luna Midnigth~~

Aléjate de él — fueron las palabras con las que defendí a Edward, fue la frase que casi produce mi asesinato

Corrimos al verle desaparecer, era extraña, no era la misma persona, mientras agitábamos nuestro pulso cardíaco Edward se aferró a mi mano en acto a dejar de correr y sentí nuevamente aquella fuerza.

Era dominante, repulsiva y superior a mí, solamente se producía cuando contactaba con la piel de Edward.

Basta — me zafé de su mano — siento algo oscuro que se transmite por mis venas, se que te daña y no quiero eso para ti

— En realidad no me importa lo que pase conmigo — agregó dramáticamente — solo te quiero a ti

— Edward no es asunto de amor — expresé mientras mis ojos se encariñaban a el — todo fue un error, nunca debimos besarnos, todo fluyó quien sabe por qué, pero no debió pasar, por favor, aléjate de mi por hoy

  Me dolieron las palabras cuando giré mi espalda y comencé a llorar, ahora si sabía cuanto dolía dejar a alguien por conciencia, no era mi decisión, simplemente era algo tenue que acarició mi día convirtiéndolo en lo más placentero que he vivido

  Edward se había desaparecido cuando me giré. Pero no estaba sola, ahí había alguien más, ahí estaba Samuel.

  — Eso que estás pasando, tus ojos, no es lo que parece, no es malo — mi cara estaba inmóvil al verle tan cerca, ya no sentía ese frío intenso cerca de él

  — ¡Entonces qué es? — interrogué furiosa

  — sacramentada, tú, asesina

      ****

  Samuel se desapareció tan rápido como pensé, seguí mi rumbo a casa mientras pensaba en Edward, como se sentiría, tomé un taxi hacia casa y allí estaban mis padres, adoloridos por mi, en silencio.

  Cuando subí a mi habitación decidí ordenar cada mesa hasta sentirme inútil ¿Quién organizaría algo después de perder personas queridad?
  
   Me dormí.

   En la noche de madrugada en mi ventana escuché unos toques, ahí estaba Samuel, nuevamente, buscándome

  — Vamos — habló con un acento neutral mientras decidí seguirle, no me convenía desobedecerlo

   Me guío hacia adelante de la casa de mis padres y me entregó una daga, hermosa y plateada donde reflejaba nuestros rostros.

  — Debes descargar tu fuerza oscura, todo es un proceso de intercambio con el Sacramento, al parecer tu don es muy potente comparado a otros — no entendí nada de lo que habló

  —¿Cómo que intercambio con el Sacramento? — interrumpí — yo no quiero estar en "eso"

  — No queda de otra, sigue o mueres — sus palabras rozaron mi corazón

  — Quiero morir — me asustó la reacción de Samuel, algo raro que nunca me habían dicho

  — No voy a matarte — me quedé en silencio mientras el me enseñaba como apuñalar, la forma correcta de introducir una daga dentro de un cuerpo era mas complicado de lo que creí

  Primero era necesario forjar mi mano, cargar la daga tan fuerte que no se soltara mientras muevo mi brazo. La agilidad y el silencio, nada más importante que evitar que te descubran.

  Otros entrenamientos se basaban en la defensa, ¿Cómo evitar que te ahoguen o evitar golpes que bajan tu guardia?

  Mi entrenamiento fue fácil hasta que pasamos a la segunda prueba, un cuerpo humano.

   Cerca de mi casa había un pequeño banco donde dormía un alcohólico o drogadicto quizás. Tenía que asesinarle, no había vuelta atrás

   Me acerqué y Samuel me entregó un pañuelo con una sustacia psicótica, le dormiría en cuestión de segundos según decía el.

   Tapé su cara con aquel líquido y al parecer se desmayó. Sentí un poco de miedo al enterrar el cuchillo, pero los brazos de Samuel me ayudaron, dirigió mis manos hasta su hígado e introducimos la daga juntos, fue tan romántico que ver toda esa sangre salpicada y dispersa entre nuestras manos me produció un severo miedo aunque ya no veía a Samuel como un "asesino", mas bien le veía como mi compañero, ahora que no tenía escapatoria, mis padres y Edward eran su blanco fijo y después estaba yo, sin saber el por qué de mi destino en el Sacramento, la verdad acerca de mí.

   El segundo asesinato fue más dificil, luché contra un indigente pero supe que Samuel le controló la mente para perder la conciencia, este fue satisfactorio, el cuchillo lo comencé a mover alrededor de toda la cara del indigente, hasta que penetré el cuchillo dentro de su corazón, no había vuelta atrás, perforé y removí la daga hasta formar un enorme agujero, todo iba perfecto hasta que la policía pasó alrededor de nosotros.

   Se estacionó frente al cadáver y lo analizó, habían dos de ellos, uno de piloto y el otro se bajó del auto a analizar.

   Comencé a observar todo de otra forma, mis ojos recayeron y veía todo oscuro, había más personas alrededor de nosotros, caminaban y reían.

  — No te ven — susurró Samuel a mi oído — esto es el Sacramento, todo lo que ves, aunque no es nada. Matemos al policía.

  Ambos nos dirigimos hacia donde estaba el conductor del coche y le degollamos el cuello, su sangre salió tibia y a propulsión.

   Cuando el otro policía intentó pedir refuerzos, presenció la muerte de su compañero y se dirigió hacia allí. Con la cabeza tendida hacia el volante y el parabrisas encharcado en sangre Samuel me dijo una frase:

— Ahora tu sola. Solo hazlo

   Me dirigí hacia donde estaba el otro policía y le atravesé la daga por dentro de sus intestinos, me armé de odio y le apuñalé un ojo, tan fuerte que a mis labios salpicaron unas gotas de sangre. La otra puñalada fue en la mismisima laringe, entre vértebra y vértebra, su cuello tronó y la sangre que cayó en mi muñeca ya estaba fría. Por último abrí el pecho hasta encontrar su columna vertebral e introduje mi mano hasta tocar sus pulmones.



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En el texto hay: misterio y ficcion

Editado: 04.02.2021

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