El sapo
Tomé el sapo que la bruja había preparado, a sabiendas que era lo único que podía matar a los Acids. No es que nada pudiese hacerles daño, sino que era lo único que podía acabarlos en definitiva. Cualquier clase de arma los hería, pero solamente ese sapo preparado por la bruja podía acabar con sus vidas.
Pero aquellos que leen esto no saben aún de qué les estoy hablando. Debo empezar por contarles que hace... bueno, ni siquiera recuerdo el tiempo que ha pasado con exactitud. Y no es en si que hayan transcurrido muchos años desde aquel día en que los Acids llegaron, sino que aquellos eventos trastornaron un poco mi memoria; no obstante aún puedo recordar la forma que tenían esos tres monstruos: su cuerpo obeso estaba cubierto de pelo erizo, alas transparentes y unos ojos tan grandes como la palma de mi mano así como una especie de trompa similar a la de un cerdo hormiguero, pero de la cual segregaba una sustancia viscosa. Apestaba tal vez peor que el excremento. Aquella sustancia le fue vomitada a una mujer junto con su bebé, deshaciendo sus cuerpos al instante. Los tres Acids mataron a muchas personas en la aldea. Y no sólo acabaron con seres humanos sino también con animales. A mi caballo le vomitó uno de esos monstruos, deshaciendo la parte trasera de su cuerpo y quedando a la vista sus huesos. Mi perro no corrió con mejor suerte, pues a él le vomitaron en la cabeza. Y aquellos que estábamos en pie tomamos las armas. La lanza con la que había matado a un orco tiempo atrás siguió una trayectoria de “U” invertida encajándose en la espalda de uno de esos monstruos, el cual ya volaba cerca de un grupo de niños. El ser cayó a consecuencia del ataque, pero apenas hubo golpeado el suelo, se puso de pie y como si de una simple espina se tratase, se quitó la lanza de su espalda y la partió en dos. Le bastaron apenas unos segundos para recuperarse. Vi como la herida se cerraba casi de inmediato. Ese monstruo y sus dos compañeros continuaron atacando a la gente. Uno de esos seres ya había deshecho a algo que por su aspecto, no supe ya si se trataba de un ser humano o animal. Aquella masa gelatinosa que antes fue un ser vivo fue fácilmente engullida por aquel Acid. Alguien de aquellos que combatía contra los monstruos dio un hachazo al ser que acababa de absorber aquella masa que antes tenía vida. Y fue entonces que el monstruo escupió un brazalete no del todo derretido, proveniente de la masa sin forma que acababa de engullir. El hombre pudo cortar la cabeza del Acid; pero no había caído bien el cuerpo decapitado del monstruo cuando otro de sus compañeros deshizo al hombre con su ácido. Una vez hizo eso, espero un poco a que su amigo se colocara la cabeza en su lugar. La herida en su cuello se cerró tal y como había sido con aquel que mi lanza había alcanzado. Los tres monstruos continuaron matando a personas y animales por igual.
Y cuando por fin cesaron el ataque, los Acids se alejaron volando. Aquellos que sobrevivimos tuvimos que retirar lo que quedó de aquellos cuerpos y levantar masas gelatinosas que antes fueron seres vivos.
Busqué a mi esposa y mi hijo entre todo ese caos. Lo que vi fue como morir en vida. Mi hijo, el cual tenía apenas diez años de edad lloraba ante lo que quedaba del cuerpo de su madre. Sólo la mitad de este. Mi hijo, al sentir que me acercaba volvió el rostro hacia mí y pude ver su cara quemada; pero al menos estaba vivo. Mi esposa, mi caballo e incluso mi perro habían sido asesinados por aquellos tres monstruos. Al rededor de nosotros había carne disuelta y molida así como personas llorando cerca de esas masas gelatinosas que antes fueron sus seres queridos. Y como tal, como simples masas gelatinosas algunos y mutilados otros, tuvimos que enterrar así a nuestros muertos. Además de muerte y llanto, el ambiente se llenó de un hedor insoportable. Pero por el dolor que nos afligía, la peste carecía de importancia.
Vimos entonces a una extraña mujer caminando entre los escombros. Se tapaba la nariz y la boca por causa del insoportable olor. Llegó hasta una de las roca más altas y subió en ella.
Gente de la aldea, habló la mujer. Aquellos monstruos que les han atacado y matado tanto a sus familias como a sus animales son seres creados por el mago Groman, el oscuro. Aquel les ha dotado del don de la casi inmortalidad; aunque las armas comunes pueden herirlos, no pueden matarlos. Lo único que puede acabar en definitiva con ellos es esto-. La mujer mostró a un sapo dentro de un frasco.
¿Un sapo? Dijo mi hijo. Sentí gran tristeza al contemplar su rostro quemado.
Así es, dijo la mujer. Un sapo. Yo misma lo preparé una noche de luna llena. Este sapo ha dejado de comer un mes y ruega por su alimento.
¿Y qué come?, pregunté sin más. La bruja Zahary sonrió y me dijo: Monstruos. Aquellos que mataron a su gente y sus animales mataron también a muchos de los míos. Fue por eso que preparé a este sapo; pero para hacerlo tuve que “donar” la mitad de mi alma y por tal motivo no puedo alejarme mucho de mi cabaña, pues perdería la vida. Es verdad que la distancia que me puedo alejar de mi cabaña es extensa, pero no lo suficiente. Y los Acids se resguardan allá. La bruja Zahary señaló un punto más allá de un pequeño monte. Si quieren acabar con esos tres monstruos, deben llevar hasta ese lugar al sapo - dijo la – bruja -, y este sabrá qué hacer.