El sátiro en su engaño : El príncipe y el sátiro

Una anécdota reciente del maestro fanático de la alquimia

La curiosidad es una de las mayores virtudes, y bien administrada puede ser de gran ayuda para hacer de la vida un acontecimiento más interesante. La naturaleza es un lugar hecho para entretenerse, después de todo la vida es un buen momento. Cada animal, cada planta y cada minúscula piedra de este mundo tiene la posibilidad de convertirse en una buena historia que contar.
El Maestro del príncipe, Fosforo, era una persona muy apasionada en todo lo referente a su rango teórico de acción, la curiosidad era una de sus guías junto con la emoción de hacer realidad sus ideas y de ser mejor cada día.

La química era su pasión, todo lo que se asemejara a ella era para él algo emocionante y cautivador. Claro que en su época la conocían como alquimia, pero sería como llamar al niño de una forma diferente al adulto, en realidad serian la misma persona pero en distintas fases de desarrollo.
Lo nuevo era para él algo bueno en tanto fuera suyo. Es por esto que a mitad de su ‘carrera’ como alquimista desecho todos los conceptos y nombres que había adquirido y comenzó a crear los suyos.
Decidirse empezar de cero una acción puede ser algo bueno siempre y cuando tengas buenas ideas y una profunda fe en lo que haces. La fe es algo importante, la convicción sustentada en el conocimiento y el entendimiento es algo que hay que atesorar.
Una de las primeras ideas como alquimista libre fue la de llamar a todos los nuevos compuestos nuevos que hacía con la denominación de ‘nociones’ y como no quería tener nada que ver con los otros alquimistas de los cuales tenía muy mala opinión debido a su orgullo, comenzó a nombrar cada una de sus ‘nociones’ con el nombre que le pareciera conveniente, y en algunas ecuaciones, más deslumbrante.
Los llamaba de mil maneras distintas: Dragón, barcos, velas, paredes, alabardas, cabello. Todas las nociones tenían nombres arboles, frutas, animales o de cualquier otra palabra imaginable. Este era su argot, su idioma, su palabra.
Así como existen animales más grandes que elefantes con escamas que vuelan (cosa muy realista). También estará muy bien decir que tales animales realizan acciones que se apegan totalmente a lo que el mundo material les dicta que pueden hacer, como por ejemplo servir de calderas móviles gigantes cuya garganta no se incinera con ráfagas de fuego que derriten armaduras y otros implementos de combate.
Es por esta correspondencia entre cosas y acciones que a cada ‘noción’ nueva que creaba la sometía a una serie de pruebas con tal de sacar las acciones que generaba al combinarse con otras en distintas condiciones.
Cosas como: flamear, chocar, destrozar, herir, conversar, formar, construir, explotar e, estancar e incluso madrugar. Aparecían en sus novedosas formulas de alquimia.
Todo esto daba como resultado las más elaboradas formulas literarias que poco daban a entender que su verdadero propósito era el manejar las más tangibles materias físicas:
“El dragón al flamear las velas de los barcos, causa que estos choquen con la luna, que brilla con un resplandor de doscientas peras en un tiempo de tres chasquidos de ratón”
Está de más decir que esto lo tenía todo correctamente registrado para evitar confundirse el mismo con sus propios nombres de fantasía.
Una persona que no conociera lo riguroso de sus procedimientos lo compararía más con un brujo que con cualquier otro sabio, ni los alquimistas corrientes llegaban a tal grado de estupefacción a la hora de elegir el nombre de los nuevos brebajes que creaban.
Todo esto por extraño que parezca ayudo al príncipe a entender con facilidad estos temas.
Una vez en uno de sus paseos por la ciudad  el príncipe traía consigo uno de los escritos de fosforo para estudiarlo. Un niño que se acerco pensó que se trataba de un cuento.
Un adulto hubiera confundido estos escritos con una especia de fabula infantil. Y para el que lo detallara más a fondo solo conseguiríacreer que era una especie de “poesía extraña”.
Si alguien quisiera saber que significaban tales escritos se toparía con la desilusionante noticia de que los papeles que explicaban cómo funcionaba su rebuscado sistema de nombres se perdió, sepultado por el tiempo y  la historia.
Y mejor aun si alguien quisiera traer de vuelta un sistema similar no solo para el estudio de la materia, sino para cualquier ciencia. Mi consejo en este caso sería que hiciera una propia y que lo enseñe a sus semejantes. Todo esto hará de la ciencia algo más fácil de digerir.
Un día en uno de sus tantos experimentos, por accidente mezcló una de sus nociones con otra y genero una nueva que cuando se colocaba en la oscuridad brillaba de una manera muy interesante. Esta extraña ‘noción’ a pesar de brillar como el fuego, no quemaba y no consumía el material que lo sustentaba. Lo nombro sin dudar como “fuego frío” y
lo fue a presentar al rey.
El rey dijo: “Esto nos podría ser muy útil en el plan de presentar al príncipe ante nuestros visitantes cercanos.”
Fosforo estaba emocionado por los nuevos resultados y siguió sus experimentos hasta lograr ese mismo brillo con otros colores diferentes al inicial. Esto no le resulto nada difícil de hacer puesto que solo requirió un poco de ensayo y error.




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