PARTE II
Sus ojos celestes se desviaron levemente de su padre solo para apreciar de nuevo a su bella Adelaine, quien recibía una brisa de aire que revolvía sus cabellos sueltos negros, y disfrutaba una copa de agua, con la mirada distraída en el horizonte. Jacob la admiro una última vez antes de regresar su atención a su padre quien se encontraba a una distancia prudente sentado encabezando el comedor en donde su madre se encontraba a su derecha y a su lado su hermosa Adelaine quien estaba perdida en sus pensamientos, pensamientos que parecían tener un solo propietario.
-Este otoño te marcharas con tu tía Elizé.- interfirió su madre en los pensamientos de Adelaine.
Sus ojos verdes se posaron en su madre quien se encontraba a su izquierda, disfrutando su postre, notando la piel tenue en sus rasgos, y sus ojos celestes toparon con los de su primogénita, para observarla en espera de una respuesta afirmativa. Los ojos verdes de Adelaine se mantuvieron fijos en los de su madre y noto que toda la atención estaba posada en ella, pues los ojos negros de su padre la veían fijamente mientras saborea su postre y los ojos celestes de su hermano la veían con cautela y calma, la mirada de Adelaine se volvió de nuevo a su madre y con la asedia que sentía presa del nerviosismo bajo su mira a sus largos y finísimos dedos.
-Si madre.- afirmo, con aflicción en la voz.
Y con satisfacción su madre se dio bien servida con la respuesta, luego de ello de nuevo el silencio se instaló en aquel comedor gigantesco de ventanales grandes y de pisos de mármol rodeado de paredes con tapices floreados de tonalidad celeste tenue, y cuadros de oleo que adornaban, su centro principal era conformado por una mesa cuadrada larga de madera de roble tapada con un mantel blanco de tela fina y sedosa, en su centro yacía un tazón gigante con variedad de fruta y a sus costados candelabros. Toda una ostentad que degustaba la señora Bélanger o un capricho como lo llamaba el señor James, a cada capricho que él consentía a su mimada esposa.
Y en ese silencio imperturbable se chocaron amabas miradas, el cielo de sus ojos admiraron las esmeraldas de ella, y con sus miradas perdiéndose la una con la otra, ella le expreso la aflicción que sentía, y él le transmitió aquella calma que buscaban los ojos de ella.
Pronto ambos se alejarían con dolor el uno del otro y parecía que pronto la primavera terminaría, y con ello la unió de ambos, Pues el otoño les deparaba una separación dura, que ambos sufrirían en silencio. Y aquel sauce, se deshojaría quedando así marchito y muerto a la vista, sin un ápice de vida en alguna rama, solo el tronco duro y reseco con aspecto fúnebre, pero resistente, esperanzador. Le quedaba un largo camino que recorrer, luego el invierno lo vestiría de blanco y de frió, un frió desolador, pero la recompensa sería un amanecer con esperanza.