CAPÍTULO III

Parte IV

Aquella mañana todos se encontraban en el comedor desayunando, excepto Adelaine y Jacob quienes aún permanecían en la planta alta, con molestia Merida mando a llamar a sus hijos con la ama de llaves, quien decidió subir a llamar a esos dos niños tan apartados, como ella les llamaba, ya que para ella Adelaine era muy reservada pero alegre y dulce y Jacob, bueno a ese niño no había quien lo entendiera, parecía una piedra, cuando pequeño siempre que se caía no botaba ni una sola lagrima, ni siquiera cuando Ruffus, -su perro, -lo había mordido, más bien ella jamás lo había escuchado ni visto llorar, algunas veces se preguntaba que andaba mal con ese niño, con cautela se acercó a la habitación de Jacob y toco repetidas veces mencionando su nombre, frunzo el ceño al notar una cobija blanca tirada cerca de la puerta de Adelaine, se acercó y la tomo entre sus manos despacio, admiro la puerta de Adelaine y con cautela acerco su oído para escuchar y al pegarlo a la puerta logro escuchar unas risitas calladas, frunzo el ceño aún más se alejó y toco suavemente.

-¿Señorita Adelaine?-menciono.

Las risas cesaron y el silencio se instaló, la ama de llaves aguardo por unos segundos en silencio y por su mente divagaron pensamientos confusos; ¿Quien se encontraba en aquella habitación? si todos se encontraban en el comedor desayunando, todos excepto...

La puerta se abrió abruptamente dejando ver el rostro sonrojado y alegre de Adelaine quien solo dejaba a la intemperie su cabeza salida a media puerta, la ama de llaves retrocedió sorprendida ante tal acto tan impredecible, con curiosidad trato de ver detrás de la muchacha de cabellos enmarañados y rostro sonrojado.

-¿Que sucede?- Adelaine llamo la atención de la Ama de llaves.

-Su madre la espera para el desayuno señorita es mejor que baje-solicito la señora con un deje de curiosidad en la mirada.

-Muy bien bajare enseguida-Adelaine la observo a la espera, expectante.

-¿Se le ofrece algo más?-pregunto Adelaine, a la observadora ama de llaves.

-Aaah no, solo eso-dijo insegura.

Adelaine estaba por cerrar la puerta hasta que escucho.

-Aaah, señorita ¿Acaso usted no sabe dónde está su hermano?-Adelaine la observo fijamente con sus brillantes esmeraldas y aguardo silencio por unos segundos.

-En su habitación-dictamino muy segura Adelaine, la señora la observo y bajo la vista a sus manos donde permanecían todas las llaves de la casa.

-Pues no está ahí. Por eso se lo pregunto-levanto la vista y la fijo en la joven muchacha.

-Pues si no está ahí, no tengo idea-finalizo Adelaine cerrándole la puerta en las narices.

La señora Margarita observo como le era cerrada la puerta, y con indignación y molestia se marchó de allí.

-No tengo idea, ¡Si claro!- murmuraba con molestia mientras regresaba a la planta baja.

Adelaine recostó su cabeza en la puerta con el corazón a mil por hora, se estremeció al sentir unas manos frías posarse en sus hombros y con delicadeza girar de ella, con los ojos cerrados se dejó llevar por sus movimientos y su aroma, hasta quedar quieta frente a él, abrió sus ojos y admiro con quietud el mismísimo cielo, y todo en ella empezó a florecer, como un campo de tulipanes en un día soleado, así sentía, así la hacía sentir aquel bello cielo. Jacob toco aquellas mejillas color durazno de piel suave, y con delicadeza peino los cabellos rebeldes de su hermana mientras ella lo observaba fijamente dejándose llevar por las caricias delicadas que él repartía desde su cabello hasta sus hombros, y al finalizar al llegar a sus hombros paro y la observo con admiración y resplandor en la mirada y dejo reposar su frente en la de ella, ambos cerraron sus ojos dejándose llevar por la melodía de sus corazones y el compás de sus respiraciones, en la absoluta calma. Porque ninguno necesitaba nada más, que aquello.