Parte III
La melancolía se adueñó de cada rayo de luz tenue que se perdían en las frondosas montañas, despidiendo el día, dejando las cenizas esparcidas en las nubes y la tristeza despedir aquel paisaje que ya no parecía tan maravilloso y agraciado ante los ojos de Adelaine quien lo contemplaba con dolor profundo en la mirada desde la ventana del carruaje en el que viajaba al lado de su tía Nathalia. Ya nada se veía colorido ni encantador, todo le parecía sin color sin presencia alguna, de ahora en adelante ya nada sería lo mismo, ahora todo se tornaría diferente y eso lo comprendía Addy, sin él el mundo perdía un poco de su encanto, de esplendor. Con los ojos acuosos admiro una última vez los rayos del sol perderse dejando un cielo manchado de nubes rosadas y un cielo celeste tenue tras de sí.
Y por un momento en su mente paso el pasajero pensamiento de huir, de huir de toda aquella pesadilla que la dolía, y correr a sus brazos, solo por un momento se dejó llevar por aquel pensamiento que parecía afrodisíaco, pero la realidad la golpeo en un solo parpadeo. Aquella realidad que la llevaba a la lejanía inhóspita e impredecible, fría y desconocida, sin su calor ni su presencia, ante todos aquellos pensamientos la melancolía se instaló en su pecho creando un nudo molesto en sus cuerdas vocales, y con la noche cerniéndose sobre aquel cielo, un recuerdo perduro en su mente, con dolor cerro sus ojos y con lentitud se llevó sus dedos a los labios rozándoles, y el recuerdo de sus labios contra los de ella, aquel recuerdo que permanecía tan latentes en su mente como la pintura fresca en un lienzo, sintiendo aún su suave roce y lo tibio de los mismos, aquellos carnosos labios que le regalaron aquellas sensaciones, que le llenaron el estómago de mariposas, al abrir sus ojos una lagrima resbalo de ellos. Una lagrima de un recuerdo perpetuo.
Y con premura el carruaje se alejó de aquel cálido paisaje, dejando en la soledad y el olvido aquel lugar que la vio nacer, crecer, aquel lugar que le dio tanto, que amo y que ama tanto, desaparecer de sus ojos dejando como despedida el recuerdo de los tiernos amaneceres que le brindaron calma y regocijo y de las noches quietas bañadas en estrellas que le brindaban contemplar el cielo con admiración y perplejidad, pero sobre todo; extrañaría su presencia, su risa, su voz, sus abrazos, su calor, su amor, sobre todo a él. Un suspiro asfixiado escapo de sus labios y sus ojos se volvieron pozos de agua, el dolor en su garganta se volvió insufrible y el miedo se apodero de su ser. ¿Cuándo lo iba a volver a ver? ¿Lo volvería a ver? ¿Regresaría por ella? ¿La echaría de menos igual que ella a él? miles de preguntas se adueñaron de su pensamiento... De su ser, y el sentimiento de angustia se instaló en un rincón apoderándose de su pensamiento, la angustia que ahora en adelante la acompañaría.
El carruaje se perdió dejando atrás el templado clima de Marsella, que muy pronto se tornaría frió, desolador e inhóspito, y con despojo se abrieron paso a las afueras de la cálida y pequeña ciudad. Una pequeña casa de alojamiento las recibiría para pasar la noche en la fría y abarrotada París en donde se abrieron paso entre la multitud de calles grises y atestadas. Al llegar fueron recibidas por Lady Claire, quién las guió a sus debidas habitaciones en donde se hospedarían. Era la primera vez que Adelaine visitaba París y sin lugar a duda no era tan glamurosa y excitante como lo imagino, tal vez era la ciudad o a lo mejor se trataba de ella.
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Este será un camino difícil para nuestra pequeña Adelaine, para ella y para su otra mitad.
Espero y esten disfrutando de su lectura y se encuentren bien ustedes y los que los rodean.
Ya saben que sí les gusta lo que escribo, no hay mejor manera de hacermelo saber que votando.