Adelaine, se mantuvo perpleja admirando lo que ante sus ojos resultó ser un lugar atestado de personas y que de entre ellos destacaban los soldados del ejército, los cuales se encontraban dispersos por todo el lugar, el ruido, las risas, los olores, todo se representaba como algo... extrañamente ajeno ante la pelinegra. Al notar la perplejidad de su acompañante, Marisol, tomó del brazo a Addy y la adentró a la multitud. Con dificultad y muchos empujones y miradas cargadas de segundas intenciones por parte de muchos de los soldados, por fin lograron llegar al centro y encontrar un lugar donde situarse, libres de empujones y miradas.
- ¡Cielo santo, sí qué está lleno! - exclamó acalorada la rubia.
Adelaine, no sé lo tomó con la misma gracia. Para ella estar en aquel lugar tan primitivo era estar en contra de sus propios principios y valores. No sólo por haber roto las reglas del internado sino por sus propios principios que a ella la regían.
Con gesto preocupado y semblante desesperado Adelaine, comenzó a mover su pierna con impaciencia y nerviosismo.
- Marisol, esto...me hace sentir cu...-
- Detente. No, no señor. No vendrás con sentimiento de culpa. ¡Por Dios! ¡Reacciona, Addy! - expresó incrédula mientras negaba inconforme.
Para Marisol la actitud que estaba comenzando a mostrar su compañera la estaba hastiando. Se le hacía un comportamiento tan ambiguo y aniñado por parte de, Adelaine.
- Sólo... cálmate ¿bien?- pidió en desesperó.
Adelaine, la contempló un tanto desconfiada y contrariada, pero al final lo terminó por aceptar. Después de todo sería sólo esa noche, y jamás volvería a sentir aquella contradicción. Indecisa asintió y mientras observaba de soslayo cómo las jóvenes alrededor reían y convivían tan desinhibidas. No logró no preguntase cómo era eso posible. Ella no era capaz.
Al poco tiempo un soldado muy alegre se acercó a ellas y camino directamente a su compañera, a quien observó con una sonrisa floja que enchinaron sus ojos verdes, este le saludó con galantería para rápidamente invitarle a caminar. Y Marisol sin rechistar le concedió, alejándose de ella y dejándola sola en el proceso, de ahí cuándo el arrepentimiento se apropió de ella.
¿Qué le sucedía? Se sentía tan fuera de lugar. Todo frente a ella lucía como un cuadro, una obra plasmada, tan ajena a ella. Pero con diferencia de que ahora ella formaba parte de el.
La música, las risas, las personas moviéndose, bebiendo sin cuidado alguno, girando, riendo, bebiendo, risas y más risas, estruendo, todo a su alrededor sólo la hacía sentir mareada, todo le parecía borroso, bizarro. De repente el aire le empezó a faltar y por más que intentará respirar y tomar aire, esté no llegaba a sus pulmones.
Ahí estaba de nuevo esa horrible sensación. Eso era todo. Era el fin, sintió morir.
- ¿Señorita disculpe usted ¿Se encuentra bien? - escuchó.
Adelaine, mareada, sofocada por la insuficiencia de aire en sus pulmones y al borde del colapso, lejano, escuchó el sonido de aquella voz gruesa y lejana, se giró y observó al joven frente a ella quién empezaba a tornarse borroso.
El joven rápidamente se percató del estado en el que se encontraba la joven y con delicadeza le tomó del brazo.
- Venga, la llevaré a qué le refresque la noche, acompáñeme. - sugirió guiándola fuera.
Adelaine, en su estado no atinó siquiera a reprochar o declinar su propuesta, lejano parecía su entorno.
Al salir de aquel espacio cerrado y atestado la frescura de la noche le pegó en el rostro.
- Tranquilícese. Respiré profundamente y relájese. - pidió.
Adelaine, empezó a recobrar el semblante al sentir como su ritmo cardíaco desaceleraba y como sus pulmones daban paso al aire. Luego de unos minutos tratando de recuperarse, se estabilizó.
Y fue ahí en qué fue consciente de su entorno. Las personas caminaban frente a ella alegres, todos disfrutando de la jovial noche y también sintió el cálido toque de una mano contra su brazo, fue entonces que al levantar la mirada está chocó con aquel par de ojos ámbar.
Y entonces el aire volvió a escapar de sus pulmones.
Eso y cualquier pensamiento.
Permaneció inmóvil y completamente atrapada en aquéllos ojos que le dejaron bailando en el aire, cómo una hoja danzante.
Y aquél joven, tras el silencio de la muchacha, optó por sonreír sin saber que decir, se podría decir que avergonzado ¿De qué? Bueno, eso ni él lo sabía. Tal vez por la situación, o simplemente por...
- Veo que ya se encuentra usted en mejor condición. - expuso tras un largo silencio.
Aletargada despertó de su ensoñación al escucharle. Apenada se alejó unos metros del joven. Y luego de un corto silencio logró formular alguna palabra.
- Ah, sí. Le agradezco. Disculpe sí le he causado alguna molestia. - se disculpó completamente avergonzada.
Él joven no pudo evitar sonreír ante el bochorno de la joven quién con su delicado tono de voz, tan suave y dulce, dejó evidenciando su vergüenza.
- No, descuidé. Me preocupé al notar cómo pasaba de un estado tan vivaz a uno tan... decaído. Lo importante es que usted se encuentre bien. - confesó.
Ella sonrió ante el tono tan vehemente con el cuál él se expresaba.
- Se lo agradezco. Ya me encuentro en mejor estado, no sé preocupe. - pidió.
Él muchacho sonrió aliviado y al momento asintió, convencido. Preso de los nervios se aclaró la garganta y sonrió a la muchacha de mirada acaramelada quedando prendado de sus bellos ojos esos que hacían juego con su bello rostro de facciones finas y tersas, le pareció tan delicada, su belleza, era encantadora y delicada. Parecía muy propia de su personalidad.
- No le parece que hace muy linda noche. - comentó.
Ella sonrió y observó el cielo despejado y limpio bañado en estrellas brillantes y su sonrisa se amplió más.
- Sí, me lo parece. - concordó.