- No puedes privarme de información tan relevante. - discutió enfurecida la mujer.
James bebió de su copa de coñac mientras le observaba sentado en su silla.
- Mucho cuidado como te diriges a mí. - determinado severo.
- ¿Qué te piensas? Qué porque padre te dejo el negocio familiar puedes hacer y deshacer a gusto de el sin disponer de autorización requerida. - aseveró la mujer.
- ¿De qué hablas mujer? Pon los pies en tierra ocúpate de tus deberes, ve a cócteles y se una casamentera. Tus obligaciones con la empresa han expirado hace más de veinte años. - zanjó el hombre.
Nathalia, indignada le contempló con apatía y descontento ante sus palabras.
- ¿Qué grandezas te vienes a dar? No sabes ni dominar a tus propios demonios y tus bajas pasiones. - expuso cruda.
Él hombre la observó impactado y serio ante sus declaraciones.
- ¿Qué injurias dices? - cuestionó renuente.
- De injurias nada, verdades absolutas. No podrás negar de tú actitud adultera con ésa ramera. - dispuso.
Y James figuró de colores hasta la palidez fúnebre ante la estrepitosa declaración de Nathalia.
- Sandeces ¿A dónde te propones? ¿Qué buscas? -
Nathalia le contempló seria u orgullosa mientras se contoneaba dominante por toda la habitación con gesto estoico.
- Déjame recoger a Adelaine en Inglaterra y ocuparme de ella de ahora en adelante. - pidió.
El hombre aguardó silencio.
- Jamás. - dictaminó.
Nathalia le observó fijamente con molestia ante su rotunda negativa.
- Deja que me encargué yo de ahora en adelante. Dame la tutela. Tú no la quieres.- explicó.
- Le quiero, es mi hija. - difirió.
- No lo es. - bramó fuera de sí.
James desinteresado caminó cerca de su estante repleto de libros mientras rodeaba su escritorio.
- Déjalo así, Nathalia. Ya no interfieras, encárgate de tus asuntos que te lo encomiendo yo y mis buenas intenciones. - aconsejó.
- Sí es verdad que las tienes, devuélvemela. - rogó.
- Y... ¿Qué es lo que planeas? ¿Qué le dirás? ¿Qué le amas y por ello ahora serás su encargada? ¿Qué ya no le queríamos? ¿O le dirás la verdad? En todo caso te odiará.- asumió.
Nathalia devastada desvió la mirada de la soberbia de su hermano menor.
- ¿Recuerdas cuándo nació? ¿Qué fue lo primero que dije y lo que tú dijiste? - cuestionó sopesando.
- Eso ya no importa. - atajó serio.
- Dije; ‘‘es la muñeca más bella y preciosa con ojos tan verdes cómo esmeraldas’’ y tú respondiste ‘‘Qué desgracia la nuestra, que aberración’’- recordó vacilante.
- Para ti ella fue una desgracia pero para mí fue el comienzo de una luz pérdida. Ahora tú eres la aberración y la desgracia de ella. - determinó.
James displicente de sus palabras con completa indolencia sonrió.
- ¿Y qué es lo que realmente te preocupa? ¿Su futuro? No querrás que termine como sus padres ¿No? - cuestionó.
- No hagas mi desgracia más grande. - pidió.
Él ante la aflicción tan grande que padecía su hermana, sopesó sus palabras en un largo silencio en el que reflexionó y decidió le contempló.
- Ve por ella a Inglaterra. - dictó.
Nathalia impresionada ante lo que sus oídos escuchaban permaneció unos segundos absorta e incrédula.
- ¿Entonces es un sí? - inquirió desconcertada.
- No perezcas de avaricia. Tráela y aquí se cuestionaran las posibilidades. - sentenció.
- Así que nada es certero. - vaciló con un tono de amargura
- En efecto. - coincidió.
La mujer con un suspiro y un semblante de decepción total decidió salir de la habitación y sin pensarlo dos veces ésa tarde tomó un barco rumbo a Inglaterra, pensó que algo era mejor que no obtener nada. Pero aquello no quedaría así, no para Nathalia Bélanger, decidida en ir por ella y recuperarle de una vez por todas.
Aunque eso le costará todo.
Eso no importaba sí al menos se aseguraba de que ella estuviera bien, de que encontrase la felicidad.
De que al menos ella sí fuera feliz.