Octava parte
(Parte Final)
La lluvia recia permanecía de fondo, ambas yacían sentadas una sentada frente a la otra. Las delicadas manos de Adelaine permanecían inmóviles en su regazo, su mirada fija en la mujer de rasgos maduros y de vestimenta recatada y fina que bordeaban aquella presencia tan petimetre que le precedía.
Por lo opuesto la mujer mantenía la mirada clavada en la mesa tal como si está le contase la infinidad de secretos ocultos del universo.
Pero en realidad, la realidad era que ella ya no le podía ver a los ojos, no, ya no podía. Qué descaro el suyo a tal impertinencia al osar en llegar así, después de dos años en dónde su pequeña niña quedó a manos del abandono y el olvidó, ella llegaba después de todo con tal osadía a perturbar con su presencia, de seguro ella ni la quería ver, ni mucho menos hablar. Pero no le culpaba, si en todo caso tal era la situación ella lo comprendía, y su pequeña estaba en todo su derecho de ignorarle con toda la displicencia del mundo con eso y más. Ella lo merecía, merecía el rechazo, el odio.
Desdé hacía unos minutos que Nathalia había llegado al internado en Londres, dónde Adelaine permanecía recluida prácticamente, pues en toda su estadía no había salido en ese tiempo. El viaje había sido tormentoso y la mujer llevaba prácticamente dos días en vela, a pesar de las prendas finas y elegantes su rostro dejaba en evidencia los estragos del insomnio y el agotamiento de tal viaje, sin embargo, su llegada fue sorpresiva para el personal de la institución y parecía que su visita hacia su sobrina quien le dio una bienvenida fría, silenciosa, indiferente e inapetente a su presencia no le da una buena sensación de los sentimientos e intenciones de la joven que a primera vista le resultó tan diferente.
Era ella de eso estaba segura, a pesar de grandes y evidentemente cambios físicos, cómo su cabello el cuál lucía más largo y grueso a pesar del peinado recogido esto lo logró notar la mujer, sus facciones ya no eran tan suaves y delicadas ahora lucían mucho más definidas, sus labios más gruesos creando armoniosamente en su rostro una sincronía absoluta de un rostro maduro de expresión neutra que rompía con aquella faceta aniñada por aquéllos ojos verdes y esas cejas espesas.
Además el semblante de Adelaine lucía más sofisticado y torneado su mera presencia expiraba esa elegancia predominante acompañada de una seguridad absoluta en cada movimiento y paso que daba la joven. Para Nathalia parecía fascinante aquel cambio que su pequeña había dado, cómo un cisne abriendo sus alas, sin duda ya no era ni la sombra de lo que ella recordaba, parecía ya no ser una niña, no, ya no lo era. Ahora ante sus ojos era lo que todos anhelaba se convirtiera, en una dama de sociedad, una señorita con la alcurnia y clase necesaria.
Pero... ¿Ella seguía siendo su Addy? Se preguntó.
El silencio que ambas llevaban desde su llegada no le animaba a la mujer, le hacía sentir desconcertada.
- ¿Ninguna hablará? ¿A eso has venido en todo momento? - le cuestionó con toda la seriedad del mundo.
Nathalia fijó su mirada junto a aquella expresión de sorpresa total ante las palabras de la joven. Mantuvo la mirada desorbitada puesta en la muchacha sin saber que responder o pensar.
Culpable bajó la mirada y no supo que decir ¿Qué poder responder en todo caso? ¿No era ya ella un ser despreciable? Decir que la pena absoluta la embargó era quedarse cortos. El pecho se le comprimió de dolor y con la mirada destrozada la miró fijamente a los ojos para decirle:
- Perdóname. No hice lo suficiente. Debí...yo debí haber insistido yo he sido la peor, te he fallado. - exclamó con tal acongojo que en cada palabra hasta el final su voz rota la expuso.
Afectada frunció los labios y su rostro bañado en aflicción total figuró frente a la muchacha de facciones apacibles que le contempló en el silencio de la habitación apaciguado por la lluvia recia. Los ojos deshechos de la mujer descendieron hasta sus manos postradas en la mesa.
Adelaine desvió la mirada de ella por un momento y suspiró profundamente antes de volver a fijar la mirada en la mujer. Con toda la delicadeza del mundo le sirvió té en su taza para acto seguido posar su mano delicadamente en el brazo de Nathalia quién ante el tacto le contempló.
- No hay nada por qué disculparse y tampoco nada que perdonar. En todo caso si de disculpas se trata sería yo la que debería disculparse por causarte tanta pena y aflicción. - aseguró con aquel tono sereno y cauto.
Ante el semblante apacible de la joven Nathalia sintió un gran alivio en el pecho.
- Y me alegra que hayas podido venir a visitarme después de tanto tiempo, realmente lo aprecio mucho. - aseguró honesta.
- Bueno...yo...- decía confusa.
Adelaine le observaba quieta mientras bebía de su taza de té.
- ...si.- concluyó rendida.
- Y con respecto a tu visita y tus intenciones... estoy por enterada. -
Ante sus palabras Nathalia tardó en reaccionar.
- Veo que has leído la carta. - dedujo escueta.
Adelaine asintió con el semblante neutro pero Nathalia sabía perfectamente que aquello era pura apariencia, esto a ella de seguro le afectaba de todas las formas y maneras posibles.
- Lo he hecho. Me fue imposible no leerla en el momento. - confesó.
- ¿Cómo te ha sentado? - cuestionó expectante.
- Honestamente en su momento me ha sentado muy mal. Pero es algo con lo que he tenido que lidiar desde que me supe en el internado. - resaltó afectada.
Nathalia asintió comprensiva.
- Yo sé que no es justamente lo que deseas para ti, pero...- decía.
- Eso ya no importa. - interrumpió bruscamente.
Nathalia le observó fijamente para asentir sin más.
- Te veo muy resignada. - admitió contrariada.