Corría el mes de agosto, las clases comenzaron y los Leo's ya podían usar auto, los hermanos platicaban en el estacionamiento de la escuela.
- Ya ha pasado un año y dos meses desde que Emma se fue. - Dijo Leonardo, mirando el edificio de la secundaria con nostalgia.
- Sí, pero no ha tenido la delicadeza, de ni siquiera enviar una postal. - Respondió Leobardo molesto, mientras cerraba la puerta del auto.
- ¿Crees que las cosas hayan cambiado mucho desde que se fue? - Preguntó Leon nostálgico. Se encaminaron al edificio de la preparatoria.
- Por supuesto. - Lo miró. - Gerardo ya está estudiando el segundo año de la universidad. Ricardo y tú, por fin, ya no se hablan. David pasó a la preparatoria. Y yo… - Mostró una amplia sonrisa. - Ya tengo novia. - Dijo emocionado.
- Tenías que resaltar eso. - Comentó molesto. - Presumido. – Le hizo un gesto de hastío.
- Lo siento. - Se empezó a reír. En la entrada del edificio se encontraron con David.
- ¡David! - Gritó Leobardo. El muchacho al escucharlo lo volteó a ver. Su amigo, lucía más alto, había alcanzado los 1.73 cm, su cabello rubio y corto dejaba al descubierto sus ojos color verde, que derretía los corazones de las chicas que lo veían pasar. Leobardo corrió y se encimó en él. - ¿Qué se siente ser un preparatoriano, Sr. David? - Le colocó la mano frente a la boca como si fuera un micrófono.
- Primero bájate. - Le ordenó. Leobardo obedeció risueño. - No lo sé, por el momento bien ¿Qué hacen de diferente los preparatorianos?
- ¿Cómo que qué hacen? - Le preguntó irónico Leonardo -Hacemos fiestas. Nos quedamos con las chicas más lindas de la escuela y tenemos libertad de molestar a los niñitos de secundaria. - Comentó Leon sonriente. - David lo miró con clara molestia.
- Eso no me agrada, Leon.
- Supongo. A ti no te gustan las fiestas. Y sabemos que en eso de las chicas eres un asco. – Añadió Leonardo.
- Cálmate, Leon. - Regañó su hermano.
- ¿Y Ricardo? - Preguntó Leon disimuladamente.
- Creo que se adelantó. - Respondió David con desinterés.
- A él le hubiera divertido mi comentario. – Recalcó Leon con tristeza.
- Ya lo creo. Ese imbécil, sólo sabe aprovecharse de los más chicos. Recuerda que no te puedes acercar a él. - Lo amenazó su hermano.
- Ya lo sé. No me lo tienes que estar recordando a cada rato. - Contestó Leo molesto.
- Parece que se te olvida. - Contestó rápidamente Leobardo. Leonardo hizo una mueca de molestia.
***
Pasado el sermón de apertura, los alumnos se retiraron a sus aulas. A la hora del almuerzo, Leobardo se dirigió al área de los salones de tercero de secundaria. Esperó en el pasillo. Leo se sentía impaciente, él y su novia no pudieron verse mucho durante el verano y esa mañana ella llegó tarde. Pasaron unos minutos y vio como los demás grupos salían y bajaban las escaleras, pero el grupo de su novia no. En su desesperación decidió tocar la puerta.
Tock… Tock…
Del otro lado de la puerta se escuchaban risas.
- ¿Quién? - Respondió una voz grave.
- ¿Disculpe puedo pasar?
- Pase. - Leobardo abrió la puerta.
- Maestro, perdone la interrupción, ¿pero los va a dejar salir? - Leobardo vio a todo el grupo en desorden, formando una rueda alrededor de alguien.
- Yo ya los deje salir, pero ellos insisten en quedarse. Véalos. - Los muchachos seguían platicando.
- ¡Carmen! - Gritó Leobardo. La muchacha al darse cuenta de su presencia corrió a su encuentro. La novia de Leobardo era la mejor amiga de Emma.
- Te tengo una sorpresa. - Dijo alegre, mientras lo jalaba.
- ¿Qué? - Carmen lo acercó a la multitud. - ¡Vamos, mira! - Leobardo se acercó para mirar a la persona que se encontraba en medio de la multitud. Vio a una chica como de 1.65 cm, de cabello negro lacio, largo hasta media espalda. Leobardo al escucharla reír ya no dudó.
- ¿Emma? - Dijo sorprendido. Leo creyó que no la volvería a ver o al menos no, en mucho tiempo. Emma miró a su primo. Leobardo la abrazó. Recordando la manera en cómo se habían despedido. - ¿Cuándo regresaste? - Preguntó dichoso de volver a verla.
- Hola, Leo. - Lo saludó de manera muy formal. - Hace poco. - Dijo en un tono serio.
- Mira. - Leo tomó a Carmen de la mano. – Supe aprovechar los consejos que me diste hace un año. - Emma vio como Carmen se acercaba a abrazar a su primo. Emma sonrío ligeramente.
- Ya veo, que bueno. - Dijo seria, mientras se levantaba. - Felicidades. - Sonrío forzadamente. Emma comenzó alejarse de ellos, dirigiéndose a Carmen. - Tengo hambre, nos vemos después. - Leobardo vio como su prima se alejaba. Algo andaba mal, pensó Leo. Leobardo la tomó de la muñeca.
- Espera prima, ¿Qué pasa? - Emma se soltó de un fuerte tirón y miró a su primo con notable ira. Leobardo quedó atónito ante su reacción. Emma salió del salón seguido por algunos de sus compañeros.