El Secreto De Emma. Tomo Ii. Ricardo

CAPÍTULO 15. DERIVACIONES

Cuando se separaron, ambos sonreían, incrédulos. Emma notó que Ricardo temblaba.

- Lo siento, yo… - Emma le hizo guardar silencio, no dijeron mucho, después de ello, apenados por ser su primer beso; se quedaron ahí, un momento, uno junto al otro, disfrutando de su compañía. Anhelando que ese recuerdo durara para siempre.

 

En el camino hacia la casa de los Méndez. Emma se quedó dormida en su costado. Ricardo la abrazaba, el muchacho no podía con la dicha, de lo que había ocurrido ese día. Al llegar él la despertó con dulzura.

- Vamos, ratón. Ya llegamos. – Emma lo miró y sintió gran felicidad al verlo a su lado al despertar. - ¿Te divertiste? – Ella se acercó a él y lo besó. – Creo que sí. – Dijo sonriente. Emma le devolvió la sonrisa y se besaron nuevamente. No quería irse, pero sabía que ya era tarde y el sueño debía acabar.

 

Mientras, arriba en la habitación de los hermanos, Leon, dormitaba no tenía mucho tiempo que se había acostado.

- Leon, despierta. – Se escuchó en su oído. Era Gera quien lo despertaba. – Ya llegaron. Cuida a Leo. Yo bajaré a recibirla.

- ¿Qué hora es? – Preguntó Leon.

– Las tres de la mañana. – Respondió su hermano mayor mientras se ponía sus tenis y salía del cuarto. <<¿Qué hicieron hasta esta hora?>> Se preguntaba Leonardo mientras se asomaba a la ventana. En eso Leon vio a Ricardo besar a su prima en la boca. – ¡No mames! – Expectó impresionado, haciéndose para atrás tirando una lámpara cercana. Leobardo despertó por el ruido.

- ¿Qué haces? – Preguntó medio molesto.

- Nada. Estaba cerrando la ventana. – Respondió rápido.

- Ah… Ya duérmete. – Dijo molesto.

- Sí. - Leonardo miró hacia la ventana, <<Supongo que era inevitable.>> se dijo con el corazón adolorido. <<Quiero que él sea feliz.>> Se animó.

 

***

 

Ricardo y Emma se abrazaron. Ambos no deseaban separarse. Emma sabía que a partir de ahora se vendría algo difícil.

- Emma. – Se escuchó a Gerardo llamándola en la puerta.

- ¿Hablamos más tarde? – Preguntó ella apresurada.

- Sí. Claro. – Emma lo besó en la mejilla, antes de irse. Rick alzó el brazo en señal de saludo a Gerardo, este le respondió.

 

***

 

Cuando Ricardo volvió al auto, José lo interrumpió antes de abrirle la puerta.

- Perdón mi intromisión señor. Pero… Felicidades. – Ricardo sonrió algo sonrojado.

- Gracias, José. – Este le devolvió la sonrisa y lo dejó entrar al auto.

 

***

 

En eso, en la habitación de los Leo´s, se escuchó como una puerta de auto se cerraba.

- ¿Qué fue eso? – Preguntó Leobardo.

- Nada. – Respondió Leonardo sentándose en la cama, nervioso. Se escuchó la marcha de un motor.

- ¿Cómo no? – Leobardo se paró de un salto y se asomó por la ventana. Alcanzó a ver un auto irse entre la oscuridad. – Leon había un auto en la entrada. – Comentó Leobardo sorprendido. Leonardo se puso nervioso. En eso escuchó murmullos abajo.

 

***

 

Gerardo apresuró a Emma. Ella notó un aire nervioso en él.

- ¿Qué sucede?

- Prima. Acabas de hacer la mayor insensatez de todas. ¿En qué estabas pensando? – Le recriminó.

- Pero dijiste que eligiera. – Respondió desconcertada.

- Sí. Emma, pero debía ser de una manera delicada e inteligente. Pudiste decirme lo que planeabas hacer, te pude haber ayudado, pero ahora… - Se escucharon pasos arriba.

- ¡Espera, Leo! – Se escuchó a Leonardo gritar, seguido de un golpe seco. Leobardo apareció corriendo por la escalera. Al ver a su prima resurgió la ira que había guardado. Emma se sintió temerosa al contemplar su rostro enojado. Gera al notarlo se interpuso entre ellos dos.

- Leo, cálmate. – Dijo Gerardo.

- ¡¿Cómo te atreves a volver aquí?! ¡Zorra descarada!

- ¡Leobardo no le hables así! – La defendió su hermano mayor.

- ¡No Gera! ¡Ustedes no saben la horrible persona que es! ¡Lo fría e inhumana que es! – Y dirigiéndose a Emma. – ¡Eres un asco de persona! ¡No mereces el amor de mi amigo! ¡Él se esforzó tanto por ti, para que tu le pagaras de esta forma! ¡Comportándote como una cualquiera! – Los ojos de Emma se llenaron de lágrimas, pero guardó silencio, sabía que debía afrontar las consecuencias.

- ¡Ya basta Leo! – Gritó Gerardo.

- ¡¿Qué sucede aquí?! – Gritó su padre. Todos miraron a Roberto, quien estaba al principio de la escalera, a lado de Leon. Él miró a su sobrina. Todos guardaron silencio. El hombre miró a Leobardo. – Leobardo, este no es el momento para algo así. Además, es un asunto que no nos concierne. Es algo entre los Canul y los Jiménez. – Comentó mientras bajaba por las escaleras. – Emma mañana personalmente te llevaré a casa de tu abuelo, así que te quiero lista a las ocho de la mañana. – Ordenó Roberto seriamente. La chica asintió. Roberto la animó a pasar a su habitación. Y dirigiéndose a sus hijos. - Su madre está durmiendo. Está muy cansada, así que no quiero que hablen del asunto durante el resto de la noche. ¿Escucharon? No quiero más pleitos. – Ordenó Roberto, mirando a Leobardo.




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