— ¡Es la piedra! — exclamó Ethan, con un tono de sorpresa, mientras sacaba la piedra de su bolsillo. La piedra brillaba con una luz azul pálida, la misma luz que emanaba del libro y de las letras.
— ¿De dónde la has sacado? — preguntó Amelia, con un tono de confusión. — No recuerdo haberla visto antes.
— No sé. — respondió Ethan, con un tono de incertidumbre. — Pero tal vez la tenía en el bolsillo sin darme cuenta.
— Pero eso no importa ahora. — dijo Amelia, con un tono de esperanza. — Tal vez esta es la clave para romper el hechizo.
Ethan y Amelia se quedaron mirando la piedra. La piedra parecía pulsar con una energía mágica, como si estuviera viva.
— Tenemos que hacer algo. — dijo Amelia, con un tono de urgencia. — La oscuridad se está intensificando.
Ethan asintió con la cabeza.
— Tienes razón.
Ethan tomó la piedra y la sostuvo sobre el libro. La luz azul pálida de la piedra se extendió por el libro. Las letras en el libro comenzaron a brillar con más fuerza, y las sombras en la pared se movían con más rapidez.
— ¡Está funcionando! — exclamó Amelia, con un tono de esperanza.
De repente, la luz azul pálida se intensificó. La luz se extendió por la habitación, iluminando las paredes y las sombras. Las letras en el libro comenzaron a brillar con una luz cegadora.
— ¡Cúbrete los ojos! — gritó Ethan, con un tono de alarma.
Ethan y Amelia se cubrieron los ojos con las manos. El brillo de la luz era insoportable.
Cuando la luz comenzó a disminuir, Ethan y Amelia abri
eron los ojos con cuidado. La habitación estaba llena de una luz blanca cegadora. Las letras en el libro habían desaparecido. Las sombras en la pared se habían disuelto. El latido lento y profundo que provenía del corazón de la mansión había desaparecido.
— ¡Lo hemos hecho! — exclamó Amelia, con un tono de alegría. — Hemos roto el hechizo.
Ethan asintió con la cabeza.
— Sí, lo hemos hecho.
Ethan y Amelia se miraron con una mezcla de alivio y sorpresa. Sabían que habían superado un gran obstáculo. Pero no sabían qué les esperaba ahora.
— ¿Qué ha pasado? — preguntó Amelia, con un tono de confusión.
— No lo sé. — respondió Ethan, con un tono de incertidumbre. — Pero algo ha cambiado.
La luz cegadora que había llenado la habitación se había disipado, dejando un resplandor suave y cálido. El aire ya no se sentía frío y húmedo, sino ligero y refrescante. Las paredes de la habitación ya no temblaban, y las sombras habían desaparecido. La oscuridad que había envuelto Blackwood Manor durante tanto tiempo parecía haber disminuido.
— ¿Crees que la maldición se ha roto? — preguntó Amelia, con un tono de esperanza.
Ethan se quedó pensando por un momento.
— No lo sé. — respondió Ethan, con un tono de preocupación. — Pero algo ha cambiado.
Ethan y Amelia se miraron con una mezcla de alivio y incertidumbre. Sabían que habían superado un gran obstáculo, pero no sabían qué les esperaba ahora.
— ¿Qué debemos hacer? — preguntó Amelia, con un tono inseguro.
— Tenemos que encontrar al guardián. — dijo Ethan, con un tono resuelto. — Él nos puede decir qué ha pasado y qué debemos hacer ahora.
— Pero ¿cómo lo encontramos? — preguntó Amelia, con un tono de desesperación.
— No lo sé, pero no podemos rendirnos. — dijo Ethan, con un tono firme. — Tenemos que encontrar una manera de comunicarnos con él.
Ethan y Amelia salieron de la habitación secreta. La puerta ya no estaba bloqueada, y se abrió con facilidad.
El pasillo que habían atravesado antes se sentía diferente. La oscuridad ya no era tan densa, y el aire ya no se sentía tan frío.
— ¿Ves? — dijo Amelia, con un tono de esperanza. — La oscuridad se está retirando.
— Sí, pero no bajemos la guardia. — dijo Ethan, con un tono de precaución. — Todavía no estamos a salvo.
Ethan y Amelia caminaron por el pasillo hasta que llegaron a la biblioteca. La biblioteca se sentía más cálida y acogedora que antes. La luz del sol entraba por las ventanas, iluminando las estanterías de madera oscura.
— ¿Qué ha pasado con esta casa? — preguntó Amelia, con un tono de confusión.
— No lo sé. — respondió Ethan, con un tono de incertidumbre. — Pero algo ha cambiado.
Ethan y Amelia se quedaron mirándose con una mezcla de alivio y sorpresa. Sabían que habían experimentado algo extraordinario.
— Tenemos que encontrar al guardián. — dijo Amelia, con un tono resuelto. — Él puede darnos las respuestas que necesitamos.
Ethan asintió con la cabeza, aunque una sombra de duda aún se deslizaba en sus ojos. — ¿Pero cómo lo encontramos?
— ¿Qué pasaría si le pidiéramos ayuda a la gente del pueblo? — propuso Amelia, con un gesto pensativo. — Tal vez ellos sepan algo sobre el guardián.
— Puede que tengas razón. — dijo Ethan, con un tono de esperanza. — Después de todo, Blackwood Manor ha sido parte de la vida de este pueblo durante siglos.
Ethan y Amelia salieron de la biblioteca y caminaron hacia el pueblo cercano. El cielo estaba despejado y el sol brillaba con fuerza. La sensación de oscuridad que habían sentido en Blackwood Manor parecía haber desaparecido.
— Espero que todo haya terminado. — dijo Amelia, con un gesto de relieve.
— Yo también. — dijo Ethan, con un tono de acuerdo. — Pero no podemos estar seguros hasta que no hablemos con el guardián.
Ethan y Amelia entraron en el pueblo. Las casas eran de madera y piedra, con jardines bien cuidados. La gente del pueblo los saludó con una sonrisa amable.
— ¿Podríamos preguntarles sobre el guardián? — dijo Ethan, con un tono de incertidumbre.
— Sí, pero tenemos que tener cuidado. — dijo Amelia, con un tono de precaución. — No sabemos quién puede estar de su lado.
Ethan y Amelia se acercaron a un anciano que estaba sentado en un banco del parque. El anciano tenía el pelo blanco y la cara arrugada, pero sus ojos eran brillantes y penetrantes.
— Buenos días. — dijo Ethan, con un tono amable. — ¿Podríamos hacerle una pregunta?
— Claro que sí. — dijo el anciano, con una sonrisa amable. — ¿Qué quieren saber?
— ¿Sabe algo sobre el guardián de Blackwood Manor? — preguntó Ethan, con un tono de incertidumbre.
El anciano se quedó mirando a Ethan y a Amelia con un brillo extraño en los ojos.
— El guardián ... — dijo el anciano, con un tono misterioso. — Él es una leyenda.
— ¿Una leyenda? — preguntó Amelia, con un tono de confusión.
— Sí, una leyenda. — dijo el anciano, con un tono de misterio. — Se dice que el guardián protege a Blackwood Manor de la oscuridad. Pero nadie ha visto nunca al guardián con sus propios ojos.
— ¿Qué quiere decir? — preguntó Ethan, con un tono de incertidumbre.
— No lo sé, pero algo me dice que estamos más cerca de la verdad de lo que creemos. — dijo el anciano, con un gesto misterioso.
Ethan y Amelia se miraron con incertidumbre.
Editado: 01.09.2024