Hace mucho tiempo floreció un reino creado por estrellas y su primer gobernante fue escogido por una de las estrellas mas brillantes. La historia se repetía generación a generación, una estrella encarnada en humano escogía a la persona indicada y regresaba a la noche estrellada tras la ceremonia.
Pero la tradición fue rota por la codicia humana.
Un príncipe codicioso asesino a sangre fría a su padre, el monarca y a su hermano, el escogido por las estrellas. La estrella también fue asesinada y el príncipe fue coronado como soberano.
La noticia no tardo en llegar a oídos de los cielos y las cartas fueron puestas sobre la mesa.
Un retiro pacifico o una guerra contra seres astrales.
Pero el codicioso humano fue cegado por la insolencia y los deseos carnales y no titubeo al entrar al combate, y la gente de su reino se hundió junto a él en la perdición.
La guerra duro una sola noche y los escritos dicen que esa fue la ultima noche estrellada que el reino pudo ver hasta estos días.
Las estrellas ganaron, pero su victoria tenia un sabor agridulce. Se apartaron de la humanidad y se escondieron tras nubes para no presenciar los estragos de aquellos que habían creado.
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Arabela cerro el libro y vio la portada de este e instantaneamente lagrimas rodaron por sus mejillas sonrosadas. No habia sido el mejor dia para leer su cuento favorito.
La pequeña niña sollozo y se acurruco contra la silla acolchonada. En eso, llego un niño ligeramente mas alto que ella, pero considerablemente mas delgado. El niño tomo el libro y lo aparto de la vista de la chiquilla.
La intento cargar pero sus esfuerzos eran en vano, la niña pesaba mas de lo que él podia cargar, pero Arabela volteo a ver a su hermano mellizo y lo abrazo con todas la fuerzas que tenia.
-¿Qué ha pasado, Bela?- el niño acomodo a la niña para que ambos pudieran sentarse en la silla, Arabela por instinto se quedo mirando a su mellizo y toco su cabello carbon. Adel la dejo acariciar su cabello, tambien habia sido un dia pesado y esos ligeros movimientos los hacian recordar las asperas manos de su madre.
Pasando los minutos ambos se tranquilizaron y sus respiraciones estaban sincronizadas, y sus pestañas daban cabida a el sueño.
Pasaron horas hasta que alguien los encontrara, y no fue nadie mas que su hermano, Siro, quien era tres años mayor que ellos. Con cuidado de no despertarlos camino a su lado y se hinco del lado donde se encontraba Arabela durmiendo.
Siro contemplo a la ruda chiquilla que le habia ganado en un combate de espadas ahora tan indefensa y triste. Cada rasgo de Arabela le recordaba a hermosa mujer por la que ese dia estaban de luto.
Tomo la mano de Arabela y la beso, para despues posar su frente sobre el dorso de su mano. Era una promesa. No la dejaria nunca sola.