Santiago no podía dejar de pensar en Calipso, su falta de conocimiento sobre lo moderno del mundo. Aún recordaba que cuando se encontraron, ella le había preguntado cómo era posible un mundo dentro de una caja, Santiago tomó la decisión de encontrar computadoras y explicarle todo lo posible, agradecía que los Underwood lo ayudaran con el dinero.
Santiago miraba el techo aún en busca de una respuesta a su última misión, tomó la computadora que recién había comprado y se puso a investigar sobre mitología griega, y sobre las Grayas, encontró una historia donde se hacía referencia de ellas, su descripción le recordó mucho a las parcas, aunque la descripción de carencia de ojos y dientes le hizo pensar en viejas mucho más desagradables.
Santiago leyó casi toda la noche sobre mitos griegos, sintió fascinación por cada uno de los roles de antaño, cuando buscó sobre Calipso descubrió cuan injusta fue la condena de Calipso, poco a poco y entre más leía, notaba como los dioses solían ser injustos. Uno de los mitos llamó su atención, la caja de Pandora.
Santiago leyó esta historia con detenimiento, una joven creada por órdenes de Zeus, quien encomendó a Hefestos, el dios del fuego y herrero de los dioses, el construirla con atributos de belleza e inteligencia, con dotes especiales y una curiosidad insaciable. Una vez terminada la creación de Hefestos, se la dejó en la tierra de los mortales para que enamore a Epimeteo, un titán hermano de Prometeo. Pandora enamoró al titán, y se casaron recibiendo un regalo de Zeus, una urna la cual no se debía abrir, pero la curiosidad implantada en la joven hizo que la abriera desatando todos los males y desgracias humanas, haciendo que Pandora sea la culpable de todo lo malo en el mundo.
Santiago sabía que los humanos no merecían este castigo, por lo que entendía, fue Prometeo quien enojó a Zeus, y aun cuando él recibió un castigo, Zeus se vengó de la humanidad que no tenía culpa alguna en el conflicto de estos inmortales.
Santiago sintió una tristeza enorme dentro de él, su mirada se apartó del computador dirigiéndose hacia la ventana del cuarto, el cielo estaba lleno de estrellas como si la noche quisiera decirle algo, como si el mundo se hubiera llenado de compasión por él, dejó todo lo que hacía con la decisión de dormir para en la mañana salir en busca de las Grayas.
El día había comenzado con Calipso gritando de sorpresa por el desayuno, Santiago le explicaba que la tecnología no era magia, solo ciencia, pero cada vez que Calipso veía algo tecnológico gritaba de asombro. Santiago miraba el rostro de Calipso, maravillado por su belleza, lo cual hacía que se notara mas la extraña forma de actuar, luego del desayuno se dirigieron para la playa donde Santiago creía que nadie escucharía su conversación.
El reflejo del sol en el mar tan apacible daba la impresión de ser otro sol ovalado, la arena blanca estaba caliente y la brisa era fresca, Calipso veía la playa con cierta melancolía que a Santiago le producía admiración, luego de pasear callados por un momento Calipso dijo.
-Santiago, debemos ir donde mi padre, él sabrá donde encontrar a las Grayas y a Hécate.
Santiago la miró entendiendo el porqué de su petición, y recordando que debía decirle Maga preguntó dónde estaba su padre, Calipso lanzó una mirada de ira que junto a la sonrisa de alegría le daba un aspecto hermoso.
-Puedo sentir a mi padre, tomemos a Pegaso y vámonos.
Santiago sabia que Pegaso era el nombre del caballo alado que se liberó cuando Perseo, un héroe griego, mató a la Gorgona Medusa, por lo cual le pareció correcto llamarlo asi.
Cuando Pegaso llegó donde ellos Calipso lo acarició y subió con delicadeza, mientras que Santiago, aún torpe en el arte de la equitación subió de forma brusca, para que despegue el caballo alado.
La playa se alejaba rápidamente mientras Pegaso surcaba el cielo con gran majestuosidad siguiendo las direcciones que Calipso le indicaba con el dedo índice, para Santiago las indicaciones que daba eran al azar, el océano se veía de forma gigantesca, y no parecía que Pegaso llegara a algún sitio.
Santiago aprovechó el tiempo para preguntarle a Calipso sobre su castigo y lo que sentía por Zeus, a lo cual ella respondía de forma sencilla, Santiago ahora admiraba más a Calipso porque en vez de odiar a Zeus por su castigo injusto, ella lo intentaba entender y no guardar rencor.
El tiempo pasó hasta que lograron ver un pedazo de tierra que se suspendía en el aire, de esta isla flotante salían proyectiles de bolas de fuego en dirección a ellos, las cuales Pegaso a duras penas podía esquivar, cada vez era más difícil intentar que los proyectiles no dieran con ellos y en algunas ocasiones Pegaso tuvo que retroceder, Santiago podía ver la fatiga del caballo alado y tomó la decisión de desviar las bolas de fuego con su espada y escudo, luego de soportar algunos golpes de los proyectiles con el escudo y desviar con la espada, se encontraron cerca del pedazo de tierra que flotaba y vieron que los proyectiles eran disparados por un dragón dorado que comenzó a volar hacia ellos.