El secreto de los dioses

Capítulo 12

Calipso se encontró en Ogigia, sentía su cuerpo original descansado dentro de su cama, sintió que alguien se acercaba y se levantó inmediatamente, en la entrada de la cueva estaba Zeus parado, veía a Calipso como si esperara que no estuviera en la isla. Calipso saludó al dios y ofreció algo de tomar, Zeus negó con la cabeza y le dijo que necesitaban hablar.

Zeus tomó la mano de Calipso y soltó un suspiro al notar qué si era ella. Calipso preguntó a Zeus el porqué de su vista, a lo que el dios respondió.

-Mi niña, Hera piensa que te escapaste, y fuiste donde tu padre, pero te encuentro aquí por lo que Hera debió buscar sacarme del Olimpo.

Calipso comenzó a sentir miedo, su otro cuerpo estaba en los campos de Hera cerca de su padre, Zeus la vio intranquilo y le indicó que Hera debe estar tramando algo por su última infidelidad, se despidió junto a un estallido que hubiera cegado a Calipso si no fuera porque ella también era divina.

Calipso se apresuró a su cueva para recostar su cuerpo y poder estar consiente en el otro cuerpo, abrió los ojos para encontrar que aún estaba junto a Santiago, Atlas la miraba con ternura aun con el cielo en sus hombros. Ella se levantó y le dio unos golpecitos en la frente a Santiago para que despierte, explicó lo sucedido y decidieron que lo mejor sería irse.

Pegaso llegó al tiempo que las hermanas de Calipso convencían a Ladón que se quedara callado respecto a la visita de Calipso, Ladón al principio no parecía estar de acuerdo, pero cambio todo cuando Santiago le dio una fruta del inframundo que había tomado por si necesitaba comer. Calipso comenzó a reírse y le dijo que era muy tonto por ello, Calipso notó que Santiago aún no sabía mucho de las historias griegas y comenzó a explicarle cual era uno de los efectos de esta fruta. Luego de esto montaron a Pegaso y volaron dirección al ocaso.

El camino fue largo, aunque ahora no se encontraron con ningún inconveniente al aterrizar en un páramo. Atlas les había indicada que las Grayas vivían en una cueva nueva junto a un protector que les devolvió el ojo y diente.

Luego de caminar un poco llegaron a un bosque con árboles tan grandes como rascacielos, de follaje tan espeso que el sol no podía penetrarlo. Esto, daba la ilusión de que el lugar estuviera en una noche eterna. Pegaso se puso inquieto mientras avanzaban, el lugar tenía un aura de terror y Calipso sentía que algo iba mal, el sonido fantasmal que el aire producía al pasar por las ramas de los árboles espantó a Pegaso, quien despegó buscando la luz del sol, Santiago tomó del brazo a Calipso para que lo siguiera en busca de la cueva donde se encontraban las Grayas.

Cada paso que daban dentro del bosque tenebroso sonaba como el lamento de un hombre que está a punto de morir, la poca luz que las copas de los árboles permitan pasar formaban sombras de horror, Calipso comenzó a sentir un gran terror, sus manos comenzaron a sudar frio y perdía el control de sus piernas que solo podían temblar. Santiago jalaba su brazo cada vez que ella se detenía, lo que agradecía mucho. Luego de caminar por una media hora, llegaron a la base de una colina con escaleras que llegaban hasta una cueva, en los escalones estaba sentado un hombre que media unos cinco metros de alto, en su mano estaba una espada de oro parecida a la de Santiago, el hombre los miró y con una sonrisa macabra que congelaba del miedo les dijo.

-Es hora de comer, mis tres queridas podrán hacer un buen caldo con ustedes.

Calipso vio como Santiago tomaba sus armas para hacerle frente al gigante tenebroso.

El gigante se había parado y lanzado el ataque tan rápido que Calipso no entendía lo que pasaba, Santiago lo enfrentaba con gran valor. El enfrentamiento retumbó por todo el bosque como si los mismos truenos de Zeus cayeran en el lugar, de la cueva salieron tres mujeres ancianas, se podía ver como las tres tocaban una esfera del tamaño de un balón de baseball, sus gritos sonaban claramente en apoyo del gigante que intercambiaba golpes con Santiago. Calipso comenzó a subir los escalones intentando ser silenciosa para poder robar el ojo y huir con Santiago de ese espantoso lugar, pero las Grayas voltearon en su dirección, Calipso vio que la esfera realmente era un ojo que se movía, para ver a Calipso y el enfrentamiento.

Calipso intentaba por todos los medios quitarles el ojo a las tres ancianas sin tener resultado, podía ver a Santiago ya cansado de lanzar golpes débiles al gigante, el cual se movía con gracia para esquivarlos.

Calipso comenzó a maldecir al gigante y fue cuando se le ocurrió la idea, recordaba la historia de Perseo, como las engañó y quitó el ojo. Calipso sabía que el mismo engaño no funcionaría, pero intento algo similar ponerlas una contra la otra, para eso comenzó a decir.

-Es raro que las tres tomen el ojo, pensé que este objeto le pertenecía a Dino.




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